/ domingo 5 de noviembre de 2023

Puebla en perspectiva

Un día, ve una convocatoria para hacer la formación de director técnico. “De aquí soy”, dice

Chelís vive con intensidad el futbol desde niño. Su papá es accionista del club y lleva a sus hijos a los partidos (viajan a donde haga falta). Chelís atestigua los grandes momentos futbolísticos de la época, como la inauguración del estadio Cuauhtémoc, el Mundial de 1970 y el ascenso del equipo ese mismo año. Sin duda, ello forja la pasión desmedida que siente y manifiesta por el equipo de sus amores.

Toda su vida gira en torno al futbol y a lo que pueda hacer y aprender en otros ámbitos que le sirvan para el deporte de las patadas.

Así, de su paso por el Instituto Oriente conserva el sistema basado en la competencia para fomentar la participación que emplea en su clase el gran Pedro Ángel Palou Pérez, presidente de la Franja en los años ochenta, así como la celebración de varios partidos simultáneamente en la misma cancha y en la misma portería (se juntan muchos porteros). Todo ello le será de gran utilidad como entrenador.

Un lunes de 1978, tras presenciar un partido de la Franja, se apersona temprano en la casa de Manuel Lapuente para decirle que le falta un defensa central y que es él. El hombre de la boina sopesa la arrogancia del muchacho y decide darle una oportunidad.

Chelís entrena un año con el primer equipo, pero, al no lograr debutar, se orienta hacia el negocio familiar. Entretanto, en esa década, Chelís disfruta como aficionado, y muy de cerca, las dos ligas de la Franja y demás trofeos del Campeonísimo.

La crisis de 1994 golpea de lleno sus negocios y, como les pasó a tantos, sus créditos se vuelven impagables. Está hasta el cuello de deudas y los acreedores lo atosigan a todas horas. Un día, ve una convocatoria para hacer la formación de director técnico. “De aquí soy”, se dice. A los 45 años, Chelís se reinventa.

En 1998, Paco Bernat lo invita a las recién creadas fuerzas básicas del Puebla. Es ahí donde desarrolla su muy personal estilo de dirigir, que tiene como pilares fomentar la constante competencia entre los jugadores, estimularlos para que se esfuercen mediante recompensas —importa un exitoso sistema de premios que había diseñado en su negocio de maquiladoras para aumentar la productividad de las mujeres trabajadoras— y generar una lealtad incondicional, producto de la atención que le pone a cada muchacho dentro y fuera de la cancha.

En 2007, Bernat lo pone al frente del equipo, pero con muy pocas esperanzas. De hecho, le dice: “lo único que te pido, es que no descendamos”. Chelís arma con poco dinero una escuadra de jóvenes entusiastas y comprometidos a fondo con él, que consiguen no sólo regresar a la máxima categoría, sino desplegar un futbol atrevido y echado para adelante.

José Luis se resiste a todo calificativo, sólo acepta “soy del Puebla”, frase en la que resume más de cincuenta años de pasión futbolera en la que ha vivido los colores de la Franja como pocos, ya sea como aficionado, reserva, formador de jugadores, técnico, salvador, artífice de campeonatos, pero, sobre todo, entrenador.

Pocos equipos como los que ha dirigido este poblano tan peculiar han demostrado tanta garra, empuje, fuerza y hambre de triunfo. Ojalá que pronto el club vea de nuevo en las canchas semejante combinación.

Chelís vive con intensidad el futbol desde niño. Su papá es accionista del club y lleva a sus hijos a los partidos (viajan a donde haga falta). Chelís atestigua los grandes momentos futbolísticos de la época, como la inauguración del estadio Cuauhtémoc, el Mundial de 1970 y el ascenso del equipo ese mismo año. Sin duda, ello forja la pasión desmedida que siente y manifiesta por el equipo de sus amores.

Toda su vida gira en torno al futbol y a lo que pueda hacer y aprender en otros ámbitos que le sirvan para el deporte de las patadas.

Así, de su paso por el Instituto Oriente conserva el sistema basado en la competencia para fomentar la participación que emplea en su clase el gran Pedro Ángel Palou Pérez, presidente de la Franja en los años ochenta, así como la celebración de varios partidos simultáneamente en la misma cancha y en la misma portería (se juntan muchos porteros). Todo ello le será de gran utilidad como entrenador.

Un lunes de 1978, tras presenciar un partido de la Franja, se apersona temprano en la casa de Manuel Lapuente para decirle que le falta un defensa central y que es él. El hombre de la boina sopesa la arrogancia del muchacho y decide darle una oportunidad.

Chelís entrena un año con el primer equipo, pero, al no lograr debutar, se orienta hacia el negocio familiar. Entretanto, en esa década, Chelís disfruta como aficionado, y muy de cerca, las dos ligas de la Franja y demás trofeos del Campeonísimo.

La crisis de 1994 golpea de lleno sus negocios y, como les pasó a tantos, sus créditos se vuelven impagables. Está hasta el cuello de deudas y los acreedores lo atosigan a todas horas. Un día, ve una convocatoria para hacer la formación de director técnico. “De aquí soy”, se dice. A los 45 años, Chelís se reinventa.

En 1998, Paco Bernat lo invita a las recién creadas fuerzas básicas del Puebla. Es ahí donde desarrolla su muy personal estilo de dirigir, que tiene como pilares fomentar la constante competencia entre los jugadores, estimularlos para que se esfuercen mediante recompensas —importa un exitoso sistema de premios que había diseñado en su negocio de maquiladoras para aumentar la productividad de las mujeres trabajadoras— y generar una lealtad incondicional, producto de la atención que le pone a cada muchacho dentro y fuera de la cancha.

En 2007, Bernat lo pone al frente del equipo, pero con muy pocas esperanzas. De hecho, le dice: “lo único que te pido, es que no descendamos”. Chelís arma con poco dinero una escuadra de jóvenes entusiastas y comprometidos a fondo con él, que consiguen no sólo regresar a la máxima categoría, sino desplegar un futbol atrevido y echado para adelante.

José Luis se resiste a todo calificativo, sólo acepta “soy del Puebla”, frase en la que resume más de cincuenta años de pasión futbolera en la que ha vivido los colores de la Franja como pocos, ya sea como aficionado, reserva, formador de jugadores, técnico, salvador, artífice de campeonatos, pero, sobre todo, entrenador.

Pocos equipos como los que ha dirigido este poblano tan peculiar han demostrado tanta garra, empuje, fuerza y hambre de triunfo. Ojalá que pronto el club vea de nuevo en las canchas semejante combinación.

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