“Para tener un equipo que valga la pena, tienes que hacerte de gente que valga la pena. Gente que sepa de futbol y que no quiera robarte, esa es la clave”. Así de claro y contundente se mostró Emilio Maurer cuando se le preguntó en la última parte de la charla con El Sol de Puebla, sobre qué necesita un equipo como La Franja de sus amores para volver a los primeros planos del futbol nacional.
Maurer es un hombre clave en la historia del conjunto blanquiazul, pues ni más ni menos es autor del mejor Puebla en 75 años de existencia: dos títulos de Liga, una copa, un cetro de la CONACAF lo avalan como directivo.
Aquel cuadro de los finales de los 80, la obra maestra de Maurer, presumía entre sus filas a gente de la calidad de Carlos Poblete, Jorge Aravena, Pablo Larios o "El Chepo" De La Torre; gente por la cual se pagó la plata justa, pero tampoco se malgastó.
“Claro que se gastó dinero para tener en su momento el mejor equipo de México, pues los buenos jugadores valen dinero. Pero tampoco creas que se pagaron cantidades estratosféricas”, indica.
“De todos esos futbolistas, los más caros fueron ‘Chepo’ y la gente de Cruz Azul, porque Poblete llegó de Ángeles gratis y por Aravena apenas pagamos doscientos mil dólares”, agrega.
En aquel Puebla terminar segundo se traducía en fracaso, pues el equipo “sabía que la prioridad era ser campeón”.
Lo anterior lo vivió en carne propia el entrenador Pedro García Barros. El chileno había logrado el liderato general con el Puebla en la 1988-1989, pero falló al tratar de conseguir el título y eso más tarde le costó el cargo como estratega.
Lo sucedido después de la remoción del andino del cargo es de dominio público: la llegada de Manolo Lapuente como técnico y con eso la consecución los títulos de Liga y de Copa en la campaña 1989-1990.
Pero la formula, además de necesitar de la gestión y conocimientos de Manolo, requería de un mejor trato al futbolista.
“Mi relación con los futbolistas era de amistad, pero los futbolistas siempre respetaron mi envestidura de presidente. Si ellos hacían algo mal, iba por ellos; si lo hacían bien, se los reconocía con buenas primas, con las taquillas de partidos importantes o jugándonos los premios” explica.
Esa misma fórmula la empleó cuando regresó al Puebla, junto a otros héroes como José Luis Sánchez Solá en el banquillo y en la cancha Álvaro "Bola" González, a la máxima categoría en la primera década del nuevo siglo, tras descender por segunda vez en el 2005.
“Siempre traté de solucionar los problemas del futbolista, cualquiera que éstos fueran. Pero ellos tenían claro que debían de solucionar los míos, que no eran otra cosa que lograr resultados y títulos”, remata.