Muchos científicos dedicados a la evolución humana se han cuestionado por qué los humanos y los simios de gran tamaño no comparten una peculiaridad con los monos, que es el tener una cola.
Científicos de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York podrían haber encontrado la respuesta al dilema en una investigación publicada por la revista Nature el 28 de febrero y donde se buscó la razón que permitió se diera esta diferencia.
Al respecto, la investigación afirma que fue un cambio en el código genético lo que hizo que los humanos y los simios no tuvieran una cola, debido a que una inserción en el ADN de este grupo no estaba presente en los monos.
Esta investigación comenzó con la examinación de un gen llamado TBXT y con el análisis de anteriores trabajos que relacionaban más de 100 genes con el desarrollo de colas en especies de vertebrados.
Cuando se modificó en las pruebas con ratones el gen TBXT se encontraron una variedad de efectos en su cola, como que nacieran sin ella, pero esta no era la respuesta, ya que una nueva hipótesis apuntó que se trataba de una inserción en un fragmento de ADN nombrado como AluY en el código regulador del gen en los ancestros de los simios como de los humanos.
Para encontrar esto se procedió a entender el proceso mediante el cual las instrucciones genéticas se convierten en proteínas, las moléculas que forman las estructuras y señales del cuerpo, indica la investigación. Entonces el ADN se “lee” y se convierte en un material relacionado en el ARN y en última instancia en ARNm, que produce proteínas.
Durante la formación del ARNm, se cortan secciones “espaciadoras” conocidas como intrones y guían la unión o empalme solo de las secciones de ADN, conocidas como exones, que codifican las instrucciones finales.
Los animales vertebrados evolucionaron de forma que presentan un empalme alternativo, donde un solo gen puede codificar más de una proteína omitiendo o añadiendo secuencias de exones. En el caso del genoma humano evolucionó al punto que se volvió más complejo con una gran cantidad de interruptores que forman parte de la “materia oscura” que activa genes en diferentes tipos de células.
En cuanto a la inserción AluY se produjo de manera aleatoria en un intrón dentro del código TBXT. Aunque no cambió una parte de la codificación del ADN, la inserción influyó en el empalme alternativo para crear una variedad de longitudes de cola y en la producción de dos formas de ARN de TBXT. Una de ellas es la culpable directa de la pérdida de la cola.
"Este hallazgo es notable, porque la mayoría de los intrones humanos llevan copias de ADN repetitivos y saltantes sin ningún efecto sobre la expresión genética, pero esta inserción particular de AluY hizo algo tan obvio como determinar la longitud de la cola", comentó el doctor Jef D. Boeke, director de Sol y Judith Bergstein del Instituto de Genética de Sistemas y profesor del Departamento de Bioquímica y Farmacología Molecular de NYU Langone Health.
¿Cuándo habrían perdido los humanos la cola?
Dentro de la investigación se explica que pudo ser hace unos 25 millones de años cuando los humanos junto al grupo de simios grandes que incluye a los gorilas y chimpancés perdieron la cola.
Esto ocurrió después de que un grupo evolucionó a partir de los monos del Viejo Mundo. Junto a este cambio, la división evolutiva se mostró en otros aspectos como la formación de menos vértebras de la cola y dando paso al coxis.
Expertos señalan que la pérdida de la cola se dio para que pudieran adaptarse de mejor forma a la vida en el suelo que en los árboles, aunque es algo incierto.
Los autores del estudio añadieron que los genes a menudo influyen en más de una función del cuerpo, por lo que un cambio tan significativo como ya no tener cola pudo ser perjudicial en otros aspectos. A nivel genético, se encontró un pequeño aumento en los defectos del tubo neuronal en las pruebas con los ratones, algo que se encuentra relacionado a problemas como la espina bífida en humanos.
“Experimentos futuros pondrán a prueba la teoría de que en un antiguo equilibrio evolutivo, la pérdida de una cola en los humanos contribuyó a los defectos congénitos del tubo neural, como los relacionados con la espina bífida, que se observan hoy en uno de cada mil recién nacidos humanos”, afirmó el doctor Itai Yanai, también del Instituto de Genética de Sistemas, profesor del Departamento de Bioquímica y Farmacología Molecular y director del Instituto de Medicina Computacional.