Artículo No. 1176
En la Laponia finlandesa, dentro del círculo polar ártico, existen hoteles que ofrecen a sus visitantes, hermosas vistas del cielo del norte. De ser temporada, el espectáculo más hermoso de aquellas regiones se hará presente, las auroras boreales.
La Laponia es un área situada entre Rusia, Finlandia, Suecia y Noruega; y son sus habitantes, al igual que los del norte de Rusia, Canadá, Alaska, norte de Estados Unidos y Groenlandia, los afortunados de tener entre sus atractivos, las luces del norte o auroras.
Las auroras polares se dividen en: boreales, las del norte, y australes, las del sur. Las australes son menos observadas, ya que dentro del círculo polar antártico, no hay ninguna población, nadie que pueda observarlas, salvo unas pocas estaciones de investigación científica, en el continente antártico.
LAS LUCES DEL NORTE
Las auroras son un fenómeno atmosférico terrestre, causado por la actividad del Sol.
Cuando el Sol se encuentra en su periodo de mayor actividad, aparecen las manchas solares, hay expulsiones de material y llamaradas solares. Lo que se conoce como una tormenta solar.
La cantidad de materia expulsada puede ser de varios millones de toneladas, la cual viaja de entre 300 a mil km/s. Si la expulsión está dirigida hacia la Tierra, en cuestión de horas a 2 o 3 días, las partículas solares llegarán a nuestro planeta.
Cuando esto sucede, las partículas chocan con el campo magnético terrestre, que actúa como un campo protector.
Gracias a nuestro campo magnético, la vida en la Tierra pudo surgir. En Marte, al carecer de un campo magnético, las partículas solares, el llamado viento solar, se llevó el agua y la atmósfera marciana hacia el espacio.
El campo magnético se forma por la rotación del centro metálico terrestre. Si las sondas espaciales no detectan un campo magnético en una luna o un planeta, lo más probable es que su núcleo sea rocoso.
Podemos imaginar al campo magnético terrestre, como líneas que parten de un polo, rodean a la Tierra y entran en el otro polo.
Al chocar las partículas del viento solar con el campo magnético terrestre, las líneas magnéticas transportarán a las partículas solares hacia los polos.
Estas partículas chocarán con los átomos presentes en la atmósfera terrestre polar, la energía que traen las partículas solares, pasará a los átomos de la atmósfera, átomos de oxígeno, nitrógeno, entre otros.
Los átomos atmosféricos ganarán energía, los electrones saltarán a un nivel energético superior, pero de inmediato la perderán, regresando a sus niveles iniciales. Como la energía no se crea ni se destruye, esa energía es liberada en forma de luz, lo que es observado como las auroras.
Dependiendo de los átomos, la luz observada será: verde, azul, roja o violeta.
Los átomos del oxígeno de entre 120 a 180 km de altura, generan el color verde, las auroras más comunes. Ese mismo oxígeno pero a una mayor altura, dará el color rojo. Mientras que el nitrógeno causa el azul y el violeta.
Las auroras polares son un bello espectáculo, un fenómeno físico que otorga interés y curiosidad a quien lo observa, son un recordatorio de vivir en universo material. Es la oportunidad para observar cómo actúa y cómo nos protege nuestro campo magnético terrestre.
LA AMENAZA
Las partículas de una explosión solar, que choquen contra nuestro campo magnético, lo debilitarán. Si mientras se recupera el campo, llega otra oleada de partículas, podría penetrarlo y llegar hasta la superficie terrestre.
En agosto de 1859, Richard Carrington observaba las manchas solares, cuando sobrevino una explosión o llamarada solar. El 1 de septiembre, la primera carga de partículas debilitó nuestro campo magnético, la segunda oleada logró penetrar. Aquella tormenta solar fue tan intensa y energética, que las auroras fueron observadas en latitudes muy bajas, en Madrid, Florida, Cuba e incluso en Colombia.
La tormenta solar de 1859, llamado: el evento Carrington, es la más poderosa tormenta detectada en los últimos siglos. Fue tan intensa, que los telégrafos de la época, se quemaron.
En 1859 los daños fueron menores y para muchos imperceptibles. Si esa tormenta sucediera hoy, la historia sería otra. Los componentes electrónicos dejarían de funcionar, satélites, teléfonos, televisiones, autos, barcos, aviones, hornos de microondas se arruinarían. Perderíamos el internet, y con ello la comunicación y las noticias del mundo. Nuestra sociedad regresaría varios siglos.
Por fortuna, los ciclos de 11 años de actividad del Sol, son bien conocidos. El evento solar de 1859 es poco frecuente, además, no todas las llamaradas solares están dirigidas hacia la Tierra. Nuestro campo magnético nos protege, y la ha hecho bien, lo suficiente para dar la oportunidad de que aparezca la vida y evolucione. Aun así, es necesario más científicos que logren desarrollar tecnología que soporte una futura y energética tormenta solar.
La próxima vez que se anuncie una tormenta solar, recuerde que contamos con un excelente campo magnético protector. Nuestra primera y muy efectiva línea de defensa espacial. german@astropuebla.org
*SOCIEDAD ASTRONÓMICA DE PUEBLA GERMÁN MARTÍNEZ HIDALGO A. C.