Articulo No. 1134
En el siglo XIX hubo una noticia impactante en la astronomía; el anuncio del descubrimiento de vida inteligente en la Luna, fascinó a todos.
LA FASCINANTE LUNA
John (1792-1871) hijo de William Herschel (1738-1822) llevó con éxito el famoso apellido. Su padre había descubierto Urano en 1781. John llevó la afición por las estrellas al plano profesional. Fue un destacado matemático, trabajó con Charles Babage (1791-1871) elaborando tablas matemáticas, que motivaron a Babage a crear una máquina de cálculo, una primitiva calculadora o computadora; por lo que es llamado «El Padre de la Computación».
William Herschel no sólo descubrió Urano, también le interesó saber cuanto calor pasaba en los filtros de colores que utilizaba para observar al Sol. Diseñó un ingenioso experimentó: a través de un prisma descompuso la luz en los siete colores del arcoíris, midió la temperatura en cada color y encontró que la temperatura aumentaba al acercarse al rojo. Pero su curiosidad lo llevó a medir la temperatura en la zona después del rojo, en dónde ya no hay luz. Para su sorpresa la temperatura fue mayor. Con el tiempo, a esta ‘luz invisible’ se le llamó infrarrojo.
John Herschel incursionó en la primitiva fotografía, acuñó los términos «fotografía», «positivo» y «negativo». Descubrió que el tiosulfato de sodio era un buen fijador de las sales de plata. También, le informó a Louis Daguerre (1787-1851) de su descubrimiento de que el hiposulfito de sosa fijaría las imágenes haciendo a las fotografías permanentes.
En 1833 John Herschel se embarcó para Sudáfrica, llegando a Ciudad del Cabo al siguiente año. Trabajó completando el catálogo estelar iniciado por su padre; agregó nebulosas y galaxias. Tuvo una visita agradable en junio de 1836, cuando arribó a Ciudad del Cabo el barco HMS Beagle, de donde descendieron el capitán Robert Fitzroy (1805-1865) y el joven Charles Darwin (1809-1882). En aquella travesía del HMS Beagle, Darwin recopiló toda la información que lo llevó a postular la evolución, que publicó en «El Origen de las Especies» en 1859.
Pero la historia que contaremos sucedió un año antes.
El 25 de agosto de 1835 un periódico estadounidense The New York Sun publicó un artículo titulado «Grandes descubrimientos astronómicos realizados recientemente por Sir John Herschel en el cabo de Buena Esperanza». El periódico detalló la travesía de John hasta Sudáfrica, acompañado de su amigo el Dr. Andrew Grant. Según el diario, llevaron un enorme telescopio de siete toneladas, para observar el tránsito de Mercurio sobre el Sol del 7 de noviembre de 1834. Herschel escribió una memoria que le entregó a Dr. Grant quien la entregaría a la Royal Society en Londres. Pero el Dr. Grant decidió darla a la revista Edinburgh Journal of Science, y fue entonces cuando The New York Sun se hizo de una copia, y contó la historia.
Durante cinco días el periódico neoyorquino fascinó a los lectores de las proezas científicas de Herschel.
La historia va más o menos así.
Entre las observaciones de John Herschel con su gran telescopio, decidió observar a la Luna y vio objetos como si los tuviera a cien metros de distancia, tal poder óptico le permitió a Herschel observar vegetación sobre la superficie lunar, observó un valle de flores color carmín similar a las amapolas terrestres. Todo el campo se cubría de una especie de líquenes lunares. Más allá se extendía un bosque de árboles como los abetos. Un lago color azul obscuro con una playa de arenas muy blancas se encontraba del otro lado. Había ríos y lagos con algunas islas. Un valle con grandes cristales de cuarzo de hasta 30 metros de alto como obeliscos y pirámides perfectamente formados. Había un valle árido con rocas que Herschel y Grant dedujeron como piritas de hierro.
The New York Sun otorgaba una excelente narrativa que capturó a los crédulos lectores, que día a día esperaban otro capítulo. Se explicaba de forma detallada y técnica cómo Herschel y Grant cambiaban los «vidrios» (lentes) para otorgar mejores observaciones, narrativas dignas de una novela de Julio Verne. Lo interesante estaba por venir.
En una siguiente entrega se informó que la Luna estaba poblada por una multitud de especies. Criaturas jamás observadas en la Tierra. Había rebaños de bisontes diminutos con cuernos semicirculares y un bulto en lomo, ciervos de mayor tamaño a los terrestres y castores bípedos, con una capacidad de construcción superior a la de muchas poblaciones humanas, pues construían chozas. Además, los castores ¡conocían el fuego! Aves de diversas especies volaban sobre los valles lunares, pelicanos grises o grullas blancas y negras eran las más hermosas. Unos animales esféricos andaban muy rápido en las playas y luego se sumergían en las aguas selenitas.
Herschel siguió con su telescopio a unas cabras azules, dedujeron que los machos llevaban un cuerno en la frente, mientras las hembras no; su andar era elegante como las gacelas. Herschel bautizó el lugar como «el valle de los unicornios».
Un siguiente artículo estaba por sorprender aún más. El 28 de agosto de 1835 se anunció el descubrimiento de vida inteligente en la Luna. Herschel y Grant estaban asombrados al observar grandes grupos de seres alados. Sus poses y movimientos indicaban con toda certeza que se comunicaban entre si, se detenían a charlar, movían los brazos como si explicaran algo y algunos eran notoriamente apasionados en sus tertulias.
Estos seres fueron bautizados como Vespertilio-homo u hombres murciélagos. Ellos habían construido un templo con zafiros y un tejado que parecía ser de oro.
The New York Sun prometió más descubrimientos para el siguiente artículo. Los lectores estaban fascinados.
Con aquellos fantásticos artículos The New York Sun aumentó sus ventas de 8 mil a 20 mil; convirtiéndose –por unos días– en el periódico de mayor tiraje en el mundo.
Pero la siguiente publicación fue triste, se anunció que en un accidente el telescopio quedó apuntando al Sol y fue destruido por la alta temperatura. Se produjo un incendio y con suerte Herschel y Grant salvaron sus vidas y al observatorio, pero no el telescopio.
Y así terminó la fascinante historia de los descubrimientos lunares.
LA REALIDAD
Es evidente que toda la historia es falsa, excepto claro que John Herschel si se encontraba en Sudáfrica. El Dr. Grant no existía, la revista Edinburgh Journal of Science había desaparecido ya hace algunos años.
A su regreso a Londres, Herschel fue informado de las fantásticas historias. Al principio las encontró divertidas, pero al pasar los meses esa diversión se convirtió en hartazgo; ya que desde entonces recibía correspondencia animándolo a publicar sus descubrimientos.
The New York Sun se publicó entre 1833 y 1950. Tal parece que el autor de la mentira fue un reportero de nombre Richard Adams Locke. Todo quedó al descubierto cuando periódicos rivales quisieron sacar provecho de los descubrimientos y ofrecieron comprar a The New York Sun las fantásticas historias. Locke sugirió que no se vendieran pero los directivos decidieron hacerlo, era un buen dinero. Locke no tuvo más remedio que admitir su mentira.
De manera increíble The New York Sun bajó sus ventas a su tiraje inicial y así se mantuvo durante años. Jamás desmintió los descubrimientos lunares. En la actualidad existe otro periódico con el mismo nombre, pero no está relacionado con el primero.
Varios observatorios han estudiado a nuestro satélite; con el advenimiento de la Era Espacial, sondas automáticas de EE. UU, la URSS, Europa, China y la India han llegado a la Luna; astronautas de la NASA pisaron su superficie; las fantásticas narraciones de Locke son sólo parte del imaginario, la realidad del satélite natural de la Tierra es otra. german@astropuebla.org
CITAS
“Sin mentiras, la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento”: Anatole France – escritor francés –
“La Luna asombra mi vida, como si fuera una ilusión”: Juan Ramón Jiménez – poeta español –
“La verdad no es solo más extraña que la ficción, es más interesante”: William Randolph Hearst – periodista y empresario estadounidense –
SABÍAS QUÉ
En 1976 alunizó la sonda soviética Lunik 24, recogió muestras lunares y regresó a la Tierra de manera exitosa. Desde entonces nada toco suelo lunar, hasta la sonda china Chang’e 3 en 2013.