Chichén Itza, antigua ciudad maya y ahora una de los sitios arqueológicos más importantes del mundo, esconde grandes misterios de su cultura prehispánica y de sus rituales debido a su centro ceremonial, en donde los sacrificios humanos solían realizarse.
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Un nuevo estudio liderado por científicos mexicanos parte de institutos como el Departamento de Arqueogenética y el Instituto Max-Plnack de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, centraron su estudio nombrado como “El Castillo”, también conocido como el Templo de Kukulcán, la estructura más grande de Nuevo Chichén, al norte de Chichén Itza.
En este lugar, se construyó un “sacbe”, calzada de piedra caliza, que conectaba el Nuevo Chichén con el Cenote Sagrado, un sumidero en el que se han podido encontrar abundantes ofrendas rituales, incluidos los restos de más de 200 individuos sacrificados por medio de rituales.
La investigación, publicada el pasado 12 de junio por la revista Nature, se dedicó a estudiar gran parte de los restos, al ser principalmente de niños. De igual forma, se explicó que la actividad en el sitio continuó incluso después de la última fecha escrita en su calendario, como un centro ritual y de peregrinación.
Para 1967, se encontró en las cercanías del Ceno Sagrado un chultún reutilizado, una cisterna subterránea, en donde se pudieron encontrar lo restos de más de 100 subadultos.
La ubicación de este chultún en Chichen Itza lo hacía conectarse con una cueva subterránea, al ser otro de los sitios de sacrificio de niños y en donde se pedía por los ciclos agrícolas del maíz, además de ser utilizados como ofrendas para el Dios de la lluvia maya, Chaac.
Pese a lo que se creía en algún tiempo, tanto hombres como mujeres eran susceptibles a ser sacrificados, además en este Cenote Sagrado se han encontrado restos de gente no local y procedente de lugares como Honduras o la Ciudad de México, más que lejanos.
Los sacrificios de niños en Chichén Itza
Al ser una duda la presencia de los restos de niños en los centros ceremoniales, se decidió a estudiar a 64 restos de jóvenes y niños enterrados en el chultún cerca del Cenote Sagrado, desde un enfoque bioarqueológico y genómico, para después compararlos con 68 habitantes mayas actuales de la ciudad de Tixcacaltuyub.
Los restos fueron enterrados entre los siglos VII y XI después de Cristo d.C., además de encontrarse varios vínculos genéticos de primer y segundo grado entre los niños, lo que incluyó al menos dos pares de gemelos idénticos, lo que a los investigadores les permitió crear la noción de que su uso en el ritual podía depender en gran medida de su relación de parentesco.
Su genoma también se encontraba relacionado al compararlo de la ciudad de Tixcacaltuyub, lo que indicó una continuidad genética con diferencias significativas como el complejo de antígeno leucocitario humano, que es una muestra de adaptación para las enfermedades infecciosas que trajeron los españoles a su llegada.
De igual forma, las víctimas infantiles habrían sido especialmente elegidas para el sacrificio en sitios como los chultunes, los cenotes y las cuevas al ser vistos como entradas al inframundo, con un carácter sagrado.
En el caso de los gemelos, generó dudas entre los investigadores debido a que la cultura maya hace referencia a los gemelos como parte de sus deidades. Ejemplo de ello son algunos como los gemelos Hunahpu y Xb’alamq’e, descritos en el Popol Vuh, quienes descienden al inframundo mediante el sacrificio y suelen volver con la resurrección.
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De esta forma, es la primera vez que son identificados unos gemelos dentro de los contextos mortuorios mayas antiguos. En lo general, se encontró que el 25 por ciento de los niños dentro de los restos tenían un pariente cercano dentro del grupo, lo que sugiere que los niños sacrificados en Chichén Itza pudieron ser seleccionados por su estrecho parentesco biológico.