Nosotros caminamos sobre la corteza terrestre; los edificios, ciudades, campos, bosques, mares y océanos están sobre la corteza.
La corteza es la parte superior de la litosfera, la cual tiene de 50 a 100 km de espesor y está fragmentada en placas, las placas tectónicas.
Debajo de la litosfera está el manto. La litosfera es sólida, mientras que el manto varía entre sólido y viscoso, siendo así, las placas flotan sobre el manto.
Las placas tectónicas se mueven de 2.5 cm/año a 15 cm/año. Las placas al presionarse unas con otras deforman las rocas entre las placas. Al moverse las placas llevan energía cinética. Esa energía pasa a las rocas deformadas como energía potencial. Cuando las rocas no pueden deformarse más, se rompen o se fracturan y la energía potencial se libera como energía cinética (movimiento), generando ondas alrededor del punto de fractura. Las ondas avanzan en todas direcciones, y al llegar a la superficie, tenemos un temblor, sismo o terremoto.
Al punto de fractura se le llama hipocentro, el cual se registra en coordenadas geográficas y profundidad. En la superficie, sobre el hipocentro tenemos el epicentro. Es incorrecto decir: epicentro a x km de profundidad, ya que, por definición, el epicentro es en la superficie.
La palabra hipo viene del griego y significa “debajo”, la usamos en hipoglucemia, en donde glukos significa dulce. Mientras que epi es encima de o sobre, como en epidermis, significando dermis, la piel.
Nuestro país, junto a Estados Unidos y Canadá, están sobre la Placa de Norteamérica. Por el Océano Pacífico vienen las placas de Rivera, la del Pacífico y la de Cocos frente a Oaxaca y Chiapas. Al sur y debajo de Centro América está la placa del Caribe. En total, México está a merced del movimiento de 5 placas, lo que significa que es un país de alto riesgo.
ENFRIAMIENTO DE LA TIERRA
Nuestro planeta Tierra nació hace 4 500 millones de años, como una masa rocosa caliente viscosa. Se ha enfriado con enorme lentitud, apenas se ha solidificado la corteza, pero no el manto ni el núcleo.
Dentro de millones de años cuando la Tierra se enfríe, dejará de haber erupciones volcánicas, las placas tectónicas no se moverán y cesarán los terremotos.
Sin embargo, ese día, la vida en la Tierra comenzará a morir.
El núcleo de la Tierra es una masa caliente metálica que se encuentra girando. Al girar crea un campo magnético. Este campo nos protege de las radiaciones del Sol y del espacio. Sin campo magnético no hay vida, las radiaciones se llevarían la atmósfera, mares y océanos al espacio, como le sucedió a la atmósfera y océanos de Marte.
LAS LUCES EN EL CIELO
Las presiones y fracturas de las rocas entre las placas tectónicas ocasionen luces, que llegan a la superficie e iluminan el cielo. Este fenómeno es más notorio de noche.
Se le llama triboluminiscencia a la emisión de luz producido por las presiones, deformación o fractura de las rocas. Es un fenómeno natural observado en varios materiales, por ejemplo, al fracturar rocas con dióxido de silicio se emite luz roja y azul durante 100 milisegundos, también se ha observado luz al fracturar cristales de azúcar de caña, cuarzo, sales de uranio o en un mortero de vidrio.
El fenómeno está relacionado con el Efecto Piezoeléctrico, descubierto por Pierre Curie, esposo de Maria Curie. El Efecto Piezoeléctrico es la generación de electricidad en ciertos materiales debido a la presión exterior.
Conociendo los materiales piezoeléctricos, ha llevado a los científicos a desarrollar baldosas, las cuales son colocadas en el piso y cuando la gente camina sobre ellas, producen electricidad y encienden luminarias. Existen en los aeropuertos de Barcelona y Heathrow, Londres. Se ha propuesto iluminar así calles y carreteras o incluso casas y edificios gracias a su propio peso.
Es probable que las luces sobre los volcanes, tengan un origen piezoeléctrico o triboluminiscente.
La triboluminiscencia o el efecto piezoeléctrico no son fenómenos raros, son fenómenos naturales poco conocidos.
EL BRILLO DE LAS ESTRELLAS
Aunque no lo parezca, la forma en que medimos el brillo de las estrellas, sirvió de base para medir la intensidad en los terremotos.
En el 134 a. C. el más grande astrónomo de la antigüedad Hiparco de Nicea, observó la aparición de una nueva estrella en la constelación del Escorpión. Razonó que si las estrellas podían aparecer, tal vez también podrían desaparecer. Confeccionó un catálogo de 850 estrellas, para que los astrónomos del futuro corroboren si había nuevas estrellas o algunas habían desaparecido.
Hiparco ordenó a las estrellas por su brillo y constelación. Asignó la magnitud 1 a las primeras estrellas en aparecer tras ocultarse el Sol. A las que aparecieron después, las que brillan la mitad de las primeras, les asignó la magnitud 2. Las que brillan la mitad de ellas fueron la magnitud 3 y así continuó hasta magnitud 6. Ya no vio más estrellas. Siglos después, cuando Galileo estrenó su telescopio descubrió más estrellas, apareció la magnitud 7, 8 y más.
Sin embargo, en el cielo no hay solo estrellas. La Luna y algunos planetas brillan más que las estrellas de magnitud 1, y ni se diga del Sol que borra la noche. Los astros como la Luna, planetas y cometas no emiten luz propia, pero la reflejan del Sol.
En 1856, desde el Observatorio Radcliffe en Reino Unido, el astrónomo Norman Pogson deseó extender la escala de Hiparco para abarcar los astros que superan en brillo a la magnitud 1. Pogson vio que las estrellas de magnitud 6 son 100 veces menos brillantes que las de magnitud 1. Propuso lo que hoy llamamos Razón de Pogson, la relación de 2.512 veces el brillo entre magnitudes. Así, la magnitud 2 es 2.512 veces menos brillante que las de magnitud 1, la magnitud 3 es 2.512 veces menos brillante que la magnitud 2. Esto permitió utilizar logaritmos en la medición del brillo de las estrellas.
Para no trastocar la escala de Hiparco, bien conocida por los astrónomos, Norman Pogson extendió la escala a números negativos para los objetos muy brillantes.
En 1935 Francis Charles Richter estudiaba los terremotos en San Francisco. Deseaba una escala que midiera la energía liberada y no los daños ocasionados, como otras escalas, como la escala Mercalli, la Medviédev - Sponheuser - Kárnik o la Macrosísmica Europea.
Richter conoció la forma de medir el brillo de las estrellas mediante logaritmos, y adaptó la escala estelar a la intensidad de los terremotos.
Así, existe una diferencia de 10 entre los sismos. Un sismo de magnitud 6 es 10 veces más potente que uno de magnitud 5, el cual es 10 más potente que uno de magnitud 4. Por lo tanto, uno de magnitud 8 es 10 veces más potente que uno de magnitud 7, 100 veces más potente que uno de magnitud 6, 1 000 veces más que uno de magnitud 5 y 10 000 veces más potente que uno de magnitud 4.
Gracias a la medición del brillo de las estrellas, entendemos cuanta energía se libera en un terremoto.
La ciencia de las placas tectónicas es muy nueva, inició en 1915 y obtuvo su reconocimiento hasta 1960. Aún no sabemos cómo predecir los terremotos, pero siendo México un gran laboratorio geológico, contamos con mucha experiencia. Sin embargo, se necesitan más geólogos y físicos. Bien puede surgir aquí el gran descubrimiento que tanto esperamos. german@astropuebla.org