LA ESTRELLA DE BELÉN COMO UN COMETA
“... levantando los ojos, David vio los ojos de Yahvé, que se sostenía entre el cielo y la tierra, la espada en la mano tendida hacia Jerusalén”: Genesis XV, 17-18
Una segunda hipótesis para conocer astronómicamente qué fue el fenómeno de la estrella de Belén sería considerar que se trató de un cometa.
Como se sabe, los cometas se presentan con sus prolongadas causas, que a veces se extienden hasta cubrir la mitad de la bóveda celeste, creando miedo, curiosidad y asombro. Como en 1910, cuando hizo su aparición el cometa de Halley, cuya cauda o cola abarcó 135 grados del cielo; la luna llena presenta menos de un grado. A este asombroso cometa se le han computado 30 apariciones, desde el año 240 a.C. hasta 1986, pues cada 76 años hace su presentación con su brillante núcleo y su larga cola. Los cometas, y sobre todo el de Halley, han conmovido profundamente a la humanidad y es de esperarse que dentro de las creencias religiosas un acontecimiento de estas proporciones anunciara “la venida del Mesías”, como se ha dicho, es decir, que se tratara del anuncio del salvador y redentor de la humanidad.
San Francisco de Asís (1182-1226), soldado vigoroso del cristianismo, dejó establecida la costumbre de una simulación del nacimiento de Jesús, construyendo en 1223 un modelo en pequeñas proporciones del citado acontecimiento, conocido como “Nacimiento”, convirtiéndose en una bella costumbre en los hogares y templos cristianos. Fue San Francisco de Asís quien colocó como culminación del Nacimiento una estrella con cola, lo que identificamos como un cometa. Influenciado por tal hecho, en el año 1304, el pintor Giotto Di Bondone (1266-1337) representó en el fresco “La adoración de los magos” a la estrella de Belén como un gigantesco cometa. Sin duda, Giotto estaba asombrado, pues unos años antes, del 15 de septiembre al 31 de octubre del año 1301, el cometa de Halley había hecho su aparición número 21; no se sabía que era la misma estrella con cauda que había sido admirada y llenado de terror a la humanidad siglos atrás, ya que se desconocía su periodicidad. Fue hasta el astrónomo Edmund Halley (1656-1742) que, calculando y comparando, este halló la periodicidad del cometa, que cada 76 años nos visita para ser admirado y temido.
Los posteriores estudios y cálculos demuestran que la estrella de Belén no pudo ser ningún cometa de gran núcleo y larga cauda, como el de Halley, el de Brookes o el de Morehouse, de buena visibilidad cuando aparecen frente a la Tierra. Los cálculos nos indican que los periodos orbitales no coinciden en un lapso de muchos años alrededor del nacimiento de Jesús; el de Halley pasó del 26 de agosto al 20 de octubre del año 12 antes de nuestra era (a.C.), según el dato, antes de la muerte de Agripa (63?-12 a.C.) La siguiente aparición del cometa de Halley sucedió del 31 de enero al 11 de abril del año 66 de nuestra era (d.C.) y fue bellamente narrado por el escritor judío Flavio Josefo (37?-101) d.C. en su obra “La guerra de los judíos contra los romanos”; la aparición del cometa coincide con la fecha de la sublevación de los judíos e inicio de su guerra de liberación.
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De modo que el estudio de la estrella de Belén, considerando las investigaciones tanto de los cometas registrados históricamente como la de los cálculos sobre periodicidades, no arrojan ninguna evidencia, como se dijo, ni astronómica ni histórica en la que hubiera aparecido una estrella con cauda, lo que llamamos cometa.
LA ESTRELLA DE BELÉN COMO UNA CONJUNCIÓN DE PLANETAS
“Esperaréis un largo, largo tiempo hasta que algo suceda en el cielo...”: Robert Frost (1875-1953)
Habiendo leído dos primeras hipótesis astronómicas sobre la estrella de Belén, como una nova o como un cometa, tenemos ahora una tercera hipótesis: considerar que la estrella de Belén fue un fenómeno clásico de la Mecánica Celeste, específicamente lo que se conoce como Conjunción de Planetas.
Poco antes de la Navidad de 1603, el 17 de diciembre, el matemático y astrónomo imperial Johannes Kepler (1571-1630) efectuaba sus cotidianas observaciones en el oscuro cielo, desde la terraza de la Hradschine, en la ciudad de Praga, sobre el río Moldava, en la actual República Checa. Este gran numerólogo había registrado la aproximación de dos planetas: Júpiter y Saturno, fenómeno que los astrónomos llaman Conjunción, es decir, que los dos planetas se hallan en el mismo grado de longitud. La cercanía de los dos luceros hace que parezcan unirse uno con otro, lo que, visto desde la Tierra, se observa como un único lucero muy brillante. En efecto, aquella noche del 17 de diciembre de 1603, Júpiter y Saturno, los dos grandes planetas del Sistema Solar, se dieron cita en la constelación del Escorpión.
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Kepler, profundo conocedor del movimiento planetario, al que consideraba como un gigantesco reloj, analizó y razonó que al final del mes de febrero del año 7 a.C. Júpiter atravesaba el firmamento sobre la constelación de Acuario para encontrarse con el planeta Saturno en la constelación de Los Peces, pero el Sol en aquella época se hallaba también en la constelación de Los Peces y su luz ocultaba a la de los planetas. El 12 de abril ambos planetas efectuaban su Orto Heliaco a una distancia de 8 grados de longitud en la constelación de los Peces. Orto Heliaco o salida es como se designa en astronomía a la primera salida de un astro en el crepúsculo nocturno o bien, la aparición de un astro sobre el horizonte oriental como resultado de la rotación terrestre de oeste a este.
LA PREDICCIÓN DE LA CONJUNCIÓN PLANETARIA
“Primero y por encima de toda la esfera de las estrellas fijas que, por esta razón inmutable, contiene todas las cosas. Es verdad, el firmamento es el marco de referencia para el movimiento y la posición de los demás astros”: Nicolás Copérnico (1473-1543) De Revolutionibus Orbium Coelestium
Según los cálculos de Kepler, el 29 de mayo del año 7 a.C. la conjunción fue visible durante dos buenas horas en el cielo de la mañana: fue la primera aproximación visible de los planetas Júpiter y Saturno, con una diferencia de 0° de longitud y 0.98° de latitud, a 21° de la constelación de Los Peces.
La segunda conjunción tuvo lugar el 3 de octubre del año 7 a.C., a los 18° de la constelación de Los Peces y por tercera y última vez ocurrió el 4 de diciembre de ese año, cuando fue visible la aproximación de los planetas Júpiter y Saturno, esta vez a 16° en la propia constelación de Los Peces. Según los cálculos de Kepler, a fines de enero del año 6 a.C. el planeta Júpiter pasó de la constelación de Los Peces a la del Carnero.
Kepler, que tiene la fama de ser un numerólogo y un gran matemático y de entender con gran claridad el movimiento de los planetas y de la bóveda celeste, efectuó los cálculos con extraordinaria destreza y con gran emoción llegó a la siguiente conclusión: El 4 de diciembre del año 7 a.C. fue la última de las tres conjunciones ocurridas sobre la constelación de Los Peces. Las minuciosas observaciones y registros hechos por Kepler descubrieron que Júpiter y Saturno se acercaban para producir la conjunción, mientras el planeta Marte se desplazaba para unirse a ellos. Aunque tales conjunciones son raras, se repiten periódicamente y son predecibles, matemáticamente hablando. La última ocurrió en 1981 y la siguiente será en 2238. El alineamiento de 1603 era, según el saber de la época, el comienzo de un ciclo de 800 años. La última conjunción de Júpiter, Saturno y Marte ocurrió marcadamente durante el ascenso de Carlo Magno (742-814) en el año 800.
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Kepler, a través de sus cálculos, descubrió que había un error en el cómputo llevado por los cristianos y ese error nunca fue corregido y perdura en nuestro conteo actual del tiempo.
No olvide nuestro siguiente artículo, el desenlace, en donde conoceremos más sobre los cálculos de Kepler y la estrella de Belén. german@astropuebla.org