Cada 13 de julio la iglesia católica reconoce la vida y legado de uno de sus monarcas más benevolentes, San Enrique II, monarca del Imperio Romano Germánico y que contribuyo en vida a extender la religión.
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A pesar de que la devoción de este santo se extiende por todo el mundo, es en Bamberg, Alemania, en donde se realiza la celebración más grande, pues el mismo construyó la catedral de esta fría ciudad. Allí reposan sus restos juntos con los de su esposa, Santa Cunegunda.
Historia de vida de San Enrique
Nacido un 6 de mayo del año 973 en una familia llena de fe, con uno de sus hermanos convertido uno obispo y una de sus dos hermanas consagrada como monja, Enrique formó desde temprana edad su devoción en Cristo.
Luego de la muerte de su primo, el joven se convirtió en rey de Alemania en 1002, años más tarde también se convertiría en el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Durante sus años como monarca emprendió campañas militares y es reconocido por ser quien restituyó en el cargo al Papa Benedicto VIII.
Durante su gestión como rey, impulsó la construcción de iglesias y templos que perduran hasta el día de hoy, ayudando a distribuir la fe en la comunidad que gobernaba. El monarca falleció por causas naturales el 13 de julio del año 1024 a la edad de 51 años.
¿Por qué fue canonizado?
Además de restituir a Benedicto VIII, Enrique II fue conocido por su gran clemencia y se ganó los títulos de “el piadoso” y “el santo”, durante su gestión al frente de Imperio Romano Germánico.
San Enrique fue canonizado en 1146 por el Papa Eugenio III, 122 años después de su muerte, su legado por el bien común y la convicción de contribuir con la fe católica de la población sigue perdurando en las ciudades que gobernó.
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Oración a San Enrique: “Señor, tú concediste a San Enrique la gracia de gobernar sabiamente tu pueblo. Por su intercesión, te pedimos que nuestros lideres sean justos y rectos. Concédenos también a nosotros la fortaleza para vivir con integridad y piedad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”.