/ martes 28 de noviembre de 2023

Cuentos cortos de Navidad para los más peques de la casa

La temporada navideña se convierte en una época para pasar más tiempo en familia y una excelente oportunidad para organizar tardes o noches de lectura

Sin duda alguna, la navidad es una fecha importante para toda la familia, pero en especial para los más peques de la casa, ya que es una fecha que esperan prácticamente todo el año con mucha ilusión para compartir a través de días de convivencia, obsequios, celebraciones, salidas, viajes y muchas cosas más, donde los cuentos infantiles de temporada es algo que no puede faltar.

Y es que, la temporada decembrina se convierte en una época para pasar más tiempo en familia y estrechar los lazos afectivos, además de que también es una excelente oportunidad para organizar tardes o noches de lectura, de manera que se pueda reflexionar con los niños sobre el significado de esta época del año y transmitirles la magia.

Para esto es muy importante elegir buenas historias infantiles, que ayuden a transmitir valores positivos y que, sobre todo, les enseñen esencia de la Navidad, mismos que estén llenos de reflexión y aprendizaje, por lo que a continuación te dejamos tres cuentos cortos de Navidad, que puedes leer con tus niños.

La bolsa milagrosa

En vísperas de Navidad, un profesor decidió asignar una tarea diferente a sus alumnos. Así que al terminar la clase les dijo: “La Navidad es una época especial, un momento que invita a compartir. Por tanto, no les pondré deberes, les propongo que lleven la alegría navideña a tantos niños como puedan”.

El grupo de niños decidió cumplir con la tarea que les había asignado su profesor, sin embargo, los pequeños no sabían qué hacer para alegrar a otros niños durante la Navidad, pero a uno de ellos se le ocurrió comprar algunos regalos para los niños de un hospital cercano, por lo que pidieron dinero a sus padres, compraron algunos regalos, los envolvieron y los colocaron dentro de una gran bolsa.

Durante Nochebuena se disfrazaron de Santa Claus y, entonando villancicos, se dirigieron al hospital, donde estaban los niños enfermos. Grande fue la sorpresa del grupo de estudiantes cuando al llegar, vieron una sala llena de pequeños. Esperaban encontrar a una docena de niños, pero en realidad había casi el doble y se quedaron desconcertados porque no habían comprado suficientes regalos para todos.

No obstante, los estudiantes disfrazados de Santa Claus decidieron repartir los regalos entre los más pequeños y explicar a los mayores lo que había sucedido; sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que, cada vez que buscaban dentro de la bolsa, aparecía un nuevo regalo. Así, gracias a la magia de la Navidad, ningún niño se quedó sin juguete.

El regalo de María

María era una niña que vivía con su padre en una cabaña alejada de la gran ciudad. Su padre era leñador y la niña solía ayudarlo mucho cuando no estaba en el colegio, sin embargo, aunque sabía que debía ayudar a su padre, no le gustaba.

Quería ser como una de las niñas ricas que iban a su colegio. Quería usar los mejores vestidos y cada vez que se acercaba la Navidad, pedía muchas cosas a Santa Claus, porque María nunca había recibido un regalo en esta época del año.

Su padre le había explicado que los obsequios no eran lo más importante, sino que se trataba de una época para disfrutar en familia y pasar tiempo juntos. Además, tampoco tenía dinero para comprar regalos y, aunque María lo entendía, en el fondo sufría mucho porque también le habría gustado fanfarronear con sus amigas sobre los regalos que había recibido por Navidad.

Cuando llegó Nochebuena, María preparó la cena y ya estaba a punto de irse a la cama cuando oyó un ruido en la puerta de la casa. Salió disparada con una linterna, llena de ilusión pensando que sería Santa Claus con un regalo para ella, pero lo que encontró fue una lata vieja. Cuando miró dentro, descubrió a un gatito que lloraba sin césar. La niña se acercó, lo cogió en brazos y lo llevó junto al fuego para que se calentara.

Cuando pasaron las vacaciones de Navidad y le tocó regresar al colegio su alegría era tan grande que no cabía en sí de la emoción. Mientras todas sus compañeras hablaban de los regalos que les había traído Santa Claus, sintió pena por ellas. Se pasó todo el día pensando en lo que estaría haciendo Michón, como había llamado a su nuevo amigo, y comprendió finalmente a lo que se refería su padre cuando le explicaba que la Navidad no se reducía a los regalos. Entonces tuvo claro que quería a Michón y a su padre, y que vivir en el bosque era uno de los mayores regalos de su vida.

Las arañas brillantes de la navidad

Esta es una historia que ocurrió hace mucho tiempo, y cuenta cómo surgieron las brillantes guirnaldas de colores que colocamos sobre el árbol de navidad.

Érase una vez un hogar inundado del espíritu navideño, en el que se respiraba el olor a pan dulce y turrones. La madre se había encargado de que ese año la casa luciera reluciente para celebrar el día más mágico del año y por eso había limpiado con esmero hasta el último rincón de la casa, de manera que no quedase en ningún lugar polvo o suciedad.

No obstante, en su afán de limpieza había destruido las minúsculas telarañas que hacía años formaban parte del salón, y daban refugio a unas pequeñas arañitas que disfrutaban en especial de aquellas fechas. Las arañitas al ver que habían sido despojadas de sus telas, no tuvieron más remedio que huir desoladas hacia un rincón oscuro en el ático.

En víspera de la Navidad, el sentimiento festivo se apoderó aún más de aquel hogar, en el que la familia completa decoraba con júbilo y alegría un inmenso árbol. La madre, el padre y los dos hijos colocaron hasta el último adorno navideño y luego se fueron a dormir.

Mientras tanto las arañitas lloraban desconsoladamente porque no iban a poder estar presentes en la mañana de Navidad, cuando los niños abrieran los regalos y cuando parecía no haber esperanza, a una de las arañas más viejas y sabias se le ocurrió que quizás podían ver la escena escondidas en una pequeña hendija que conocía.

Todas estuvieron de acuerdo y de manera silenciosa salieron de su escondite para llegar hasta la pequeña grieta del salón. Antes de llegar fueron sorprendidas por un estruendo, por lo que corrieron hacia el árbol buscando refugio para no ser descubiertas.

Lo que no sabían, es que se trataba de Santa Claus que estaba intentando colarse por la chimenea y había aterrizado de mala manera. Al acercarse al árbol para dejar los regalos, le causó gracia ver aquellas pequeñas arañitas repartidas por cada rama, detrás de las decoraciones más bonitas y fue así como decidió usar su magia y convertir las arañas en las largas tiras brillantes y luminosas que todos conocemos hoy como guirnaldas.

Sin duda alguna, la navidad es una fecha importante para toda la familia, pero en especial para los más peques de la casa, ya que es una fecha que esperan prácticamente todo el año con mucha ilusión para compartir a través de días de convivencia, obsequios, celebraciones, salidas, viajes y muchas cosas más, donde los cuentos infantiles de temporada es algo que no puede faltar.

Y es que, la temporada decembrina se convierte en una época para pasar más tiempo en familia y estrechar los lazos afectivos, además de que también es una excelente oportunidad para organizar tardes o noches de lectura, de manera que se pueda reflexionar con los niños sobre el significado de esta época del año y transmitirles la magia.

Para esto es muy importante elegir buenas historias infantiles, que ayuden a transmitir valores positivos y que, sobre todo, les enseñen esencia de la Navidad, mismos que estén llenos de reflexión y aprendizaje, por lo que a continuación te dejamos tres cuentos cortos de Navidad, que puedes leer con tus niños.

La bolsa milagrosa

En vísperas de Navidad, un profesor decidió asignar una tarea diferente a sus alumnos. Así que al terminar la clase les dijo: “La Navidad es una época especial, un momento que invita a compartir. Por tanto, no les pondré deberes, les propongo que lleven la alegría navideña a tantos niños como puedan”.

El grupo de niños decidió cumplir con la tarea que les había asignado su profesor, sin embargo, los pequeños no sabían qué hacer para alegrar a otros niños durante la Navidad, pero a uno de ellos se le ocurrió comprar algunos regalos para los niños de un hospital cercano, por lo que pidieron dinero a sus padres, compraron algunos regalos, los envolvieron y los colocaron dentro de una gran bolsa.

Durante Nochebuena se disfrazaron de Santa Claus y, entonando villancicos, se dirigieron al hospital, donde estaban los niños enfermos. Grande fue la sorpresa del grupo de estudiantes cuando al llegar, vieron una sala llena de pequeños. Esperaban encontrar a una docena de niños, pero en realidad había casi el doble y se quedaron desconcertados porque no habían comprado suficientes regalos para todos.

No obstante, los estudiantes disfrazados de Santa Claus decidieron repartir los regalos entre los más pequeños y explicar a los mayores lo que había sucedido; sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que, cada vez que buscaban dentro de la bolsa, aparecía un nuevo regalo. Así, gracias a la magia de la Navidad, ningún niño se quedó sin juguete.

El regalo de María

María era una niña que vivía con su padre en una cabaña alejada de la gran ciudad. Su padre era leñador y la niña solía ayudarlo mucho cuando no estaba en el colegio, sin embargo, aunque sabía que debía ayudar a su padre, no le gustaba.

Quería ser como una de las niñas ricas que iban a su colegio. Quería usar los mejores vestidos y cada vez que se acercaba la Navidad, pedía muchas cosas a Santa Claus, porque María nunca había recibido un regalo en esta época del año.

Su padre le había explicado que los obsequios no eran lo más importante, sino que se trataba de una época para disfrutar en familia y pasar tiempo juntos. Además, tampoco tenía dinero para comprar regalos y, aunque María lo entendía, en el fondo sufría mucho porque también le habría gustado fanfarronear con sus amigas sobre los regalos que había recibido por Navidad.

Cuando llegó Nochebuena, María preparó la cena y ya estaba a punto de irse a la cama cuando oyó un ruido en la puerta de la casa. Salió disparada con una linterna, llena de ilusión pensando que sería Santa Claus con un regalo para ella, pero lo que encontró fue una lata vieja. Cuando miró dentro, descubrió a un gatito que lloraba sin césar. La niña se acercó, lo cogió en brazos y lo llevó junto al fuego para que se calentara.

Cuando pasaron las vacaciones de Navidad y le tocó regresar al colegio su alegría era tan grande que no cabía en sí de la emoción. Mientras todas sus compañeras hablaban de los regalos que les había traído Santa Claus, sintió pena por ellas. Se pasó todo el día pensando en lo que estaría haciendo Michón, como había llamado a su nuevo amigo, y comprendió finalmente a lo que se refería su padre cuando le explicaba que la Navidad no se reducía a los regalos. Entonces tuvo claro que quería a Michón y a su padre, y que vivir en el bosque era uno de los mayores regalos de su vida.

Las arañas brillantes de la navidad

Esta es una historia que ocurrió hace mucho tiempo, y cuenta cómo surgieron las brillantes guirnaldas de colores que colocamos sobre el árbol de navidad.

Érase una vez un hogar inundado del espíritu navideño, en el que se respiraba el olor a pan dulce y turrones. La madre se había encargado de que ese año la casa luciera reluciente para celebrar el día más mágico del año y por eso había limpiado con esmero hasta el último rincón de la casa, de manera que no quedase en ningún lugar polvo o suciedad.

No obstante, en su afán de limpieza había destruido las minúsculas telarañas que hacía años formaban parte del salón, y daban refugio a unas pequeñas arañitas que disfrutaban en especial de aquellas fechas. Las arañitas al ver que habían sido despojadas de sus telas, no tuvieron más remedio que huir desoladas hacia un rincón oscuro en el ático.

En víspera de la Navidad, el sentimiento festivo se apoderó aún más de aquel hogar, en el que la familia completa decoraba con júbilo y alegría un inmenso árbol. La madre, el padre y los dos hijos colocaron hasta el último adorno navideño y luego se fueron a dormir.

Mientras tanto las arañitas lloraban desconsoladamente porque no iban a poder estar presentes en la mañana de Navidad, cuando los niños abrieran los regalos y cuando parecía no haber esperanza, a una de las arañas más viejas y sabias se le ocurrió que quizás podían ver la escena escondidas en una pequeña hendija que conocía.

Todas estuvieron de acuerdo y de manera silenciosa salieron de su escondite para llegar hasta la pequeña grieta del salón. Antes de llegar fueron sorprendidas por un estruendo, por lo que corrieron hacia el árbol buscando refugio para no ser descubiertas.

Lo que no sabían, es que se trataba de Santa Claus que estaba intentando colarse por la chimenea y había aterrizado de mala manera. Al acercarse al árbol para dejar los regalos, le causó gracia ver aquellas pequeñas arañitas repartidas por cada rama, detrás de las decoraciones más bonitas y fue así como decidió usar su magia y convertir las arañas en las largas tiras brillantes y luminosas que todos conocemos hoy como guirnaldas.

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