/ jueves 1 de diciembre de 2016

Esperó 10 años para vender souvenirs de la muerte de Castro

por Agencia AFP

María Vázquez esperó largamente este momento. Desde hace unadécada, su tienda de regalos en Miami tenía listo para la ventaun paquete especial de artículos para celebrar la muerte dellíder cubano Fidel Castro.

La canasta incluye una botella de sidra sin alcohol con laetiqueta “Solo abrir cuando muera Fidel” y una fotografía delfallecido revolucionario con cuernos de diablo en la cabeza, unrollo de papel higiénico con su rostro y una camiseta blanca conla leyenda “Muerto el perro se acabó la rabia”.

Vázquez ofrece sus paquetes en una pequeña bolsa con laleyenda “Viva Cuba libre” por 24.99 dólares. “Teníabastantes preparados esperando que llegara el momento”, dijo aThe Associated Press.

“Era algo para celebrar el día que muriera Fidel”,comentó. “Siempre hicimos esto con ansias de compartir con todoel mundo. Es una manera de cerrar un capítulo”, agregó lacomerciante cubana de 66 años, que llegó a Miami cuando teníaocho.

En su tienda ubicada en el corazón de la Pequeña Habana sevenden también botellas de salsa picante “Arde en el infiernoFidel” y camisetas con el rostro de Ernesto “Che” Guevara yletras rojas que dicen “Achesino”.

Desde la mañana del sábado pasado, horas después de que seanunció la muerte de Castro, el comercio ha vendido más de 250paquetes, cuando antes solo se comercializaban dos o tres a lasemana, dijo Vázquez.

Tras el fallecimiento de Castro miles de exiliados cubanos y susfamiliares salieron a las calles a manifestar su alegría.

Vendedores ambulantes ofrecían banderas, sombreros y collarescon los colores azul, blanco y rojo de la bandera de Cuba y algunastiendas incluso abrieron el domingo y extendieron sus horarios deatención.Pero no todos han tomado con la mima euforia lanoticia.

“A mí no me gusta eso, no me interesa”, dijo FernandoPiedra, un médico cubano de 41 años que vive en Estados Unidosdesde hace seis. Su amigo Rogelio Pardo, de 65 años, coincidió.“El que lo hace es porque lo siente… Pero si fuera yo,calladito la boca. Lo ignoro más todavía”, aseguró elparamédico.

A unas 15 cuadras del negocio de regalos, en la misma CalleOcho, una heladería ofrece desde el sábado un nuevo sabor,“Vete al infierno Fidel”, una mezcla de chocolate con pimientaroja.

Castro “se murió y me imagino que se fue al infierno en lugardel cielo. Lo hice para él”, dijo a la AP Suzanne Batlle, ladueña de la heladería.

George Arango, cuyos abuelos llegaron a Estados Unidos desdeCuba, degustó el helado. “Lo probé porque me gusta el conceptode él en el infierno y espero que esté allí”, dijo el jovenestudiante de derecho de 24 años. “Es muy picante”.

En otro comercio en el lado opuesto de la calle Johnny Cardonaaseguró que desde el sábado las guayaberas y camisetas condibujos de gallos “se vendieron como pan caliente”.

“Representan la buena suerte para el cubano que ha sufridomucho, que ha tenido que irse” de la isla, explicó Cardona, deorigen puertorriqueño.

El administrador de la tienda contó que en los últimos tresdías se vendieron más de 300 guayaberas blancas y más de 100camisetas con gallos. Las guayaberas, la típica camisa cubana delino con alforjas al frente, cuestan en promedio unos 68 dólares ylas camisetas 20 dólares.

Al parecer las ventas se dispararon también en algunos sitiosde comidas típicas cubanas, donde la gente se congregó a celebrarla muerte de Castro.

El gerente del restaurante “La Carreta”, Joaquín Perales,dijo al diario The Miami Herald que se registró un aumento de 30por ciento en los últimos días, lo que convirtió al pasado finde semana en uno de los más productivos del año.

“Fue una locura, pero todo el mundo estaba contento”,manifestó Perales al diario y explicó que las comidas que más sevendieron fueron lechón, pastelitos y café fuerte, típicos deCuba.

Pedro Llanio, un cubano de 71 años que llegó a Miami cuandotenía 14, dijo que aunque le resultaba “ridícula” la venta deartículos para festejar, en Estados Unidos “uno hace lo quequiere, cada uno tiene libertad de expresarse como quiere”.

En Cuba, varias personas que tienen familiares en Estados Unidosexpresaron su disgusto por los festejos y la venta de artículoscelebrando la muerte del líder de la revolución.

“Eso me parece bastante enfermo”, dijo a AP Ernesto Ortega,de 42 años y quien vende libros sobre literatura cubana y larevolución, música y pinturas de la isla. “No puedo entenderuna persona celebrando la muerte de otra. En mi cabeza no me cabe,con el respeto de lo que piense cada uno”.

En la tienda de Vázquez, Judith Pérez compró una guayaberablanca para usar el miércoles en una concentración de exiliadoscubanos mientras miraba con detenimiento el paquete decotillón.

“Es una forma de expresar los sentimientos, la felicidad deque va a empezar una nueva vida. Para los cubanos hay esperanza”,dijo a AP la empleada del municipio de Miami de 42 años, quellegó a Estados Unidos en 1981.

“Cada quien con su ideología y sus sentimientos. Si muestranese odio no es culpa mía y ellos tendrán sus razones”, dijoDiuber Pérez, de 33 años, que vendía gorros verde oliva y del“Che” en la plaza de armas de La Habana Vieja. Pero “es muyfeo meterse con alguien que ha muerto, sea quien sea”,remató.

por Agencia AFP

María Vázquez esperó largamente este momento. Desde hace unadécada, su tienda de regalos en Miami tenía listo para la ventaun paquete especial de artículos para celebrar la muerte dellíder cubano Fidel Castro.

La canasta incluye una botella de sidra sin alcohol con laetiqueta “Solo abrir cuando muera Fidel” y una fotografía delfallecido revolucionario con cuernos de diablo en la cabeza, unrollo de papel higiénico con su rostro y una camiseta blanca conla leyenda “Muerto el perro se acabó la rabia”.

Vázquez ofrece sus paquetes en una pequeña bolsa con laleyenda “Viva Cuba libre” por 24.99 dólares. “Teníabastantes preparados esperando que llegara el momento”, dijo aThe Associated Press.

“Era algo para celebrar el día que muriera Fidel”,comentó. “Siempre hicimos esto con ansias de compartir con todoel mundo. Es una manera de cerrar un capítulo”, agregó lacomerciante cubana de 66 años, que llegó a Miami cuando teníaocho.

En su tienda ubicada en el corazón de la Pequeña Habana sevenden también botellas de salsa picante “Arde en el infiernoFidel” y camisetas con el rostro de Ernesto “Che” Guevara yletras rojas que dicen “Achesino”.

Desde la mañana del sábado pasado, horas después de que seanunció la muerte de Castro, el comercio ha vendido más de 250paquetes, cuando antes solo se comercializaban dos o tres a lasemana, dijo Vázquez.

Tras el fallecimiento de Castro miles de exiliados cubanos y susfamiliares salieron a las calles a manifestar su alegría.

Vendedores ambulantes ofrecían banderas, sombreros y collarescon los colores azul, blanco y rojo de la bandera de Cuba y algunastiendas incluso abrieron el domingo y extendieron sus horarios deatención.Pero no todos han tomado con la mima euforia lanoticia.

“A mí no me gusta eso, no me interesa”, dijo FernandoPiedra, un médico cubano de 41 años que vive en Estados Unidosdesde hace seis. Su amigo Rogelio Pardo, de 65 años, coincidió.“El que lo hace es porque lo siente… Pero si fuera yo,calladito la boca. Lo ignoro más todavía”, aseguró elparamédico.

A unas 15 cuadras del negocio de regalos, en la misma CalleOcho, una heladería ofrece desde el sábado un nuevo sabor,“Vete al infierno Fidel”, una mezcla de chocolate con pimientaroja.

Castro “se murió y me imagino que se fue al infierno en lugardel cielo. Lo hice para él”, dijo a la AP Suzanne Batlle, ladueña de la heladería.

George Arango, cuyos abuelos llegaron a Estados Unidos desdeCuba, degustó el helado. “Lo probé porque me gusta el conceptode él en el infierno y espero que esté allí”, dijo el jovenestudiante de derecho de 24 años. “Es muy picante”.

En otro comercio en el lado opuesto de la calle Johnny Cardonaaseguró que desde el sábado las guayaberas y camisetas condibujos de gallos “se vendieron como pan caliente”.

“Representan la buena suerte para el cubano que ha sufridomucho, que ha tenido que irse” de la isla, explicó Cardona, deorigen puertorriqueño.

El administrador de la tienda contó que en los últimos tresdías se vendieron más de 300 guayaberas blancas y más de 100camisetas con gallos. Las guayaberas, la típica camisa cubana delino con alforjas al frente, cuestan en promedio unos 68 dólares ylas camisetas 20 dólares.

Al parecer las ventas se dispararon también en algunos sitiosde comidas típicas cubanas, donde la gente se congregó a celebrarla muerte de Castro.

El gerente del restaurante “La Carreta”, Joaquín Perales,dijo al diario The Miami Herald que se registró un aumento de 30por ciento en los últimos días, lo que convirtió al pasado finde semana en uno de los más productivos del año.

“Fue una locura, pero todo el mundo estaba contento”,manifestó Perales al diario y explicó que las comidas que más sevendieron fueron lechón, pastelitos y café fuerte, típicos deCuba.

Pedro Llanio, un cubano de 71 años que llegó a Miami cuandotenía 14, dijo que aunque le resultaba “ridícula” la venta deartículos para festejar, en Estados Unidos “uno hace lo quequiere, cada uno tiene libertad de expresarse como quiere”.

En Cuba, varias personas que tienen familiares en Estados Unidosexpresaron su disgusto por los festejos y la venta de artículoscelebrando la muerte del líder de la revolución.

“Eso me parece bastante enfermo”, dijo a AP Ernesto Ortega,de 42 años y quien vende libros sobre literatura cubana y larevolución, música y pinturas de la isla. “No puedo entenderuna persona celebrando la muerte de otra. En mi cabeza no me cabe,con el respeto de lo que piense cada uno”.

En la tienda de Vázquez, Judith Pérez compró una guayaberablanca para usar el miércoles en una concentración de exiliadoscubanos mientras miraba con detenimiento el paquete decotillón.

“Es una forma de expresar los sentimientos, la felicidad deque va a empezar una nueva vida. Para los cubanos hay esperanza”,dijo a AP la empleada del municipio de Miami de 42 años, quellegó a Estados Unidos en 1981.

“Cada quien con su ideología y sus sentimientos. Si muestranese odio no es culpa mía y ellos tendrán sus razones”, dijoDiuber Pérez, de 33 años, que vendía gorros verde oliva y del“Che” en la plaza de armas de La Habana Vieja. Pero “es muyfeo meterse con alguien que ha muerto, sea quien sea”,remató.

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