Este 19 de septiembre se cumplen 36 años de uno de los terremotos que más ha marcado la historia de México, pues dejó dolor y muerte entre las familias de las víctimas de este fenómeno, pero además dejó historias que causaron indignación.
Y es que pese a la tragedia, hay quienes aprovechan para beneficiarse a costa de los demás, desde quienes no les importa que alguien necesite de la atención que se le está brindando a ellos, hasta quienes pareciera no importarles poner en riesgo a un tercero con tal de obtener recursos económicos.
“Las costureras” de 1985, una tragedia con réplica en 2017
Esta historia, pese a que comienza tiempo atrás de aquel 19 de septiembre de 1985, sale a la luz con el terremoto que sacudió la Ciudad de México, pues lo que por años vivió en la clandestinidad quedó al descubierto luego de que el polvo de aquella sacudida bajara.
Aquella mañana de jueves, cientos de maquiladoras quedaron al descubierto en su forma de operar y de beneficiarse del trabajo de miles de mujeres en las condiciones más deplorables que se pudiera imaginar.
Tras el recuento de daños, muchas víctimas anónimas surgieron de entre los escombros, se trataba de las trabajadoras de alrededor de 800 fábricas ilegales que se ubicaban a lo largo de la Calzada de Tlalpan, pues, aunque se habla de alrededor de 1000 víctimas mortales en las 200 maquiladoras desplomadas, todo apunta a que fallecieron 1600 mujeres.
Pero lo que atrajo la mirada de la indignación pública no fue sólo la muerte de las trabajadoras, sino las condiciones de explotación en las que realizaban sus labores, con turnos excesivos de trabajo, remuneraciones por debajo de lo establecido en la ley.
Tal era el grado de explotación que, tras el sismo, en los edificios que lograron mantenerse en pie, fueron obligadas a continuar laborando pese a que en los alrededores se encontraban aún los cadáveres de sus compañeras entre los escombros.
Fue hasta un mes después que otro terremoto sacudió a estas empresas, pues las mujeres levantaron la voz y logró que la Secretaría del trabajo les entregara su registro como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Costura, Confección y de Vestido, Similares y Conexos 19 de septiembre, el cual se convirtió en el primer movimiento laboral en México dirigido por mujeres.
Bolívar 168, la empresa de los múltiples giros y nacionalidades
Pero pareciera que el fantasma de aquella tragedia no sirvió de ejemplo, pues con el sismo del 19 de septiembre del 2017 la historia se volvió a repetir, sólo que en esta ocasión fue en la calle de Bolívar 168.
Pues ahí donde diversas empresas se conjuntaban, jamás se pudieron aclarar los rumores que afirman que al interior se alojaba una maquiladora clandestina que daba empleo a migrantes, bajo condiciones reprochables.
El hallazgo de cadáveres de origen oriental dio peso a estas versiones, además de los muros pintados con frases como “¿A cuántas dejaron sepultada?” incrementaron los rumores sobre supuestos cadáveres que fueron desechados junto con el escombro, pues tras el desplome del edificio solo una pesada antena que lucía en la cúspide, quedó en pie.
Este edificio tras el sismo de 1985 registró daños, pero en la década de los 90’s fue sede de tres áreas del Registro Federal de Electores, posteriormente desalojado por fallas estructurales y nuevamente ocupado por el gobierno para la Procuraduría Agraria, hasta que en los 2000 pasó a manos del sector comercial.
Sobre las víctimas mortales, los datos oficiales arrojaron que se trataron de 15 personas, entre ellas 12 mujeres y tres hombres, de las cuales ocho eran mexicanas, cuatro de Taiwán, uno de Taiwán nacionalizado paraguayo, uno de Corea y un israelita de nacionalidad argentina.
Sobre el tema de los fallecidos extranjeros, los mismos datos arrojaron que sólo dos se encontraban en situación migratoria irregular, pero en trámite de residencia permanente.
Lo cierto es que tras ambos fenómenos naturales quedó en evidencia que la ilegalidad laboral continúa hasta nuestros días sin que las autoridades puedan detenerla.
Los niños desaparecidos que ningún padre buscó
Otro fenómeno que se ha hecho presente, por lo menos en los últimos sismos más recordados por los mexicanos, son los casos de supuestos niños desaparecidos o "niños fantasmas" pero que ningún padre reclama, además de que nadie logra encontrarlos.
El primer caso se dio en 1985 con la supuesta desaparición de Luis Ramón Nafarrete Maldonado, mejor conocido como “Monchito”, misma que acaparó los reflectores nacionales e internacionales, pues muchos se avocaron a su búsqueda.
Fue en un edificio de vecindad con el número 148 de la calle Venustiano Carranza entre la Plaza de la Constitución y el barrio de La Merced que se dice que el menor se encontraba, pero tras el trabajo de rescatistas internacionales se concluyó que no había ningún sobreviviente.
Tras la noticia surgieron diversas teorías, entre las que se afirma que se trató de un montaje para distraer la atención, otros más señalaron que se trató de una caja fuerte que quedó enterrada y se utilizó la versión del menor para lograr su rescate.
Incluso en épocas más recientes surgió el rumor de que “Monchito” si existió y que incluso su cuerpo le fue entregado a su padre, mismo que se rehusó a aceptar la muerte del menor, por lo que de ahí se dice que pudo surgir la versión de que estaba vivo.
La clase a la que nunca asistió Frida Sofía
Para 2017 la historia de un llamado “niño fantasma” se volvió a vivir, pues se comenzó a decir que de entre los escombros del Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la esquina de Calzada de las Brujas y calle Rancho Tamboreo, en la colonia Nueva Oriental Coapa, en Tlalpan se encontraba una niña que respondía al nombre de Frida Sofía.
El caso se volvió tan mediático, que la atención se centró en el colegio y las labores de rescate de la supuesta menor desaparecida, incluso se afirmó que en repetidas ocasiones se tuvo contacto con ella, pero al final resultó que Frida Sofía no existía.
Casos como el de “Las costureras”, el edificio de Bolívar 168, o los menores como “Monchito” y “Frida Sofía”, ocurridos durante los sismos del 19 de septiembre en México, tanto en 1985, como en 2017, demuestran que la gente es capaz de unirse por ayudar al prójimo, pero también deja en evidencia que los intereses de terceros pueden predominar pese a una tragedia natural.