Los problemas de aceptación vienen del núcleo familiar, y es que, de acuerdo a diferentes especialistas, los comentarios que hacen los padres sobre el físico de sus hijos tienden a generar consecuencias negativas, no importa si son opiniones “buenas o malas”, ya que los efectos contraproducentes todavía surgen.
Esto quiere decir que cuando un adulto habla acerca de la apariencia de un menor, está ocasionado que en su mente se forme una idea errada de su valor como persona, pues comenzará a pensar que para estar bien es necesario que cumpla con ciertas normas sociales, por ejemplo, que se preocupe por su peso, pero no por su salud.
Asimismo, estas investigaciones arrojaron que los infantes igual captan los señalamientos que hacen los padres sobre sí mismos, esto significa que si de manera constante alguien menciona aspectos que le desagradan de su cuerpo, con el tiempo el niño que lo escuche resultará influenciado, y desarrollará esas mismas fijaciones.
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¿Por qué los adultos no deben opinar del físico de los niños?
En ocasiones, los padres les hacen comentarios a sus hijos respecto a la manera en cómo se ven, las palabras las escuchan desde que son pequeños, y a partir de esa etapa desarrollan cierta obsesión con su físico, lo que deriva en trastornos alimenticos.
Algunas opiniones ‘positivas’ como “estás muy bonita”, “tú serás muy alto” o “estás muy delgado o delgada”, pueden traer consecuencias negativas, lo mismo ocurre cuando se emiten palabras que podrían parecer inocentes, pero no lo son, por ejemplo, si un padre le dice a un menor que debe bajar de peso solo para verse bien.
Así lo explicaron en los estudios ‘El impacto de las burlas relacionadas con la apariencia por parte de los miembros de la familia’, publicado en la Revista de Salud Adolescente y en el artículo ‘Influencias maternas en la imagen corporal y preocupaciones alimentarias entre niños y niñas de 7 y 8 años’.
En otra investigación se encontró que, a causa de estas acciones, los niños también generan rechazo hacia la gente con sobrepeso. Los resultados se obtuvieron luego de analizar las conductas en niños de 3 a 5 años, a quienes les mostraron dos imágenes, una con personas delgadas y otras que no lo eran.
“Vemos los patrones en los que los niños atribuyen las características positivas a las figuras más delgadas y las características negativas a las figuras más grandes", aseguró Sian McLean, profesora de psicología en la Universidad La Trobe en Melbourne, Australia, especializada en insatisfacción corporal.
En este sentido, la experta añadió: "Están desarrollando eso temprano, lo cual es una preocupación porque potencialmente tienen la oportunidad de internalizar esa percepción, que ser más delgado es deseable y está asociado con recompensas sociales".
Se demostró que las madres que emiten opiniones acerca del peso de los demás frente a sus hijos provocan que tengan desórdenes alimenticios, y es que si una persona es alentada a perder peso es propensa a respaldar creencias malas llamadas "estereotipos gordos".
El papel de las madres y los padres
Rachel Rodgers, psicóloga de la Universidad Northeastern, indicó que, si uno de los padres se preocupa por su peso y lo externa frente a sus hijos, estarán demostrándole que la apariencia es lo único importante.
"Incluso si no mencionan la apariencia física del niño, siguen actuando de una manera que sugiere al niño, 'esto es algo que me preocupa, esto es algo que me preocupa', por lo que los niños se quedan con eso", destacó Rogers.
Lo que se puede hacer es evitar por completo profundizar en ese tema: “Recomendamos a los padres o educadores que no hagan comentarios sobre la imagen corporal, incluso si son positivos", sostuvo McLean.
Stephanie Damiano, integrante de la organización benéfica Butterfly, dijo que se debe poner atención en sus habilidades o talentos, y no en cómo se ven. Si uno de los tutores detecta que algo está mal con su salud tiene que decírselo, pero siempre resaltando los beneficios para el organismo y no porque sea relevante perder peso.
"Cuanto más nos enfocamos en un peso más alto como un problema, o en ciertos alimentos como 'malos', es probable que los niños sientan más culpa, vergüenza e insatisfacción corporal", concluyó Damiano.