Ángel tiene 8 años de edad, estudia el tercer año de primaria y constantemente padece de episodios de ansiedad por no lograr resolver los problemas de matemáticas en sus clases a distancia, además le da miedo preguntarles a sus papás porque sabe que lo único que recibirá es un golpe.
En una situación similar se encuentra Anita de 10 años de edad, quien decidió dejar de tomar sus clases en línea por temor a que sus profesores se den cuenta del maltrato que sufre en casa, y aunque dijo que no es algo nuevo, esta situación se agudizó con el cierre de las escuelas por la pandemia del coronavirus. Historias como éstas se replican diariamente a lo largo y ancho del estado de Puebla.
De acuerdo con el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (SEDIF), 6 de cada 10 niños son víctimas de maltrato infantil en la entidad poblana y las agresiones pueden ser físicas, verbales o psicológicas, las cuales se originan por descuido o de forma dolosa.
PADRES, PRINCIPALES AGRESORES
Para la especialista en psicoterapia infantil, María del Rosario Briseño Berra, el confinamiento para prevenir la transmisión del Covid-19 generó diversos efectos colaterales y uno de los que no se suele hablar, pero existe y se agudiza en estas condiciones de encierro, es el de la violencia contra niños y niñas, advirtió.
La también catedrática de la Universidad Iberoamericana, indicó que, a más de un año del encierro, se ha detectado que los niños al interior de los hogares están en una situación de riesgo, debido a que son las principales víctimas de violencia intrafamiliar en el contexto del aislamiento ordenado por las autoridades como la principal medida de mitigación del virus SARS-CoV-2.
Explicó que los padres son los principales agresores, porque ellos también fueron educados así, “los patrones de crianza son repetitivos generación tras generación y aunque los padres se dan cuenta de que están violentando a sus hijos, lo siguen haciendo”, manifestó.
Y es que recalcó que los padres también están enfrentando situaciones de mucho estrés, como la pérdida de empleo y de familiares, problemas económicos, el tener que convivir más tiempo con la pareja y estar al pendiente al cien por ciento de la educación de sus hijos, sin embargo, puntualizó que los padres no deberían descargar sus frustraciones y miedos en sus hijos, porque esas acciones tienen consecuencias.
Detalló que los niños víctimas de violencia presentan alteración en sus funcionamientos de aprendizaje, la incapacidad de relacionarse emocionalmente con el entorno y, además presentan conductas extremas, ya sea que se vuelvan rebeldes o en extremo pasivos.
Destacó que afortunadamente, la violencia contra los niños y niñas se empieza a visibilizar, sin embargo, enfatizó que: “El que ahora sea visible no significa que se ha erradicado, es deber de los padres de familia, las autoridades y la ciudadanía en general buscar alternativas para revertir esta problemática”.