/ viernes 25 de octubre de 2024

¿Qué debes saber sobre el miedo y cómo afecta al cerebro y al cuerpo?

A pesar de que existen diferentes tipos de miedos, lo cierto es que esta emoción tiene la increíble capacidad de paralizarnos y limitar nuestra vida, tomando un completo control sobre nosotros

¿Alguna vez te has preguntado por qué sentimos miedo? Se acerca una de las fechas más tenebrosas del año que se relaciona con esta emoción: Halloween, una celebración en donde los sustos, los disfraces, las películas y los relatos de terror se vuelven parte de las actividades inofensivas previas a la Noche de Brujas, pero que a su vez provocan miedo y pueden desencadenar reacciones en el cerebro y en el cuerpo, que están relacionadas con la activación del sistema de lucha o huida.

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De acuerdo con la Real Academia Española (2014), el miedo proviene del latín “metus” que significa temor, y se considera “una angustia intensa por un riesgo o daño real o imaginario además del recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.

Y es que, a pesar de que existen diferentes tipos de miedos, como el temerles a las alturas, a los espacios cerrados, a la oscuridad, a las arañas, a la soledad, al hablar en público, incluso a la muerte, por mencionar unos ejemplos, lo cierto es que esta emoción tiene la increíble capacidad de paralizarnos y limitar nuestra vida, tomando un completo control sobre nosotros.

El miedo y su funcionamiento en el cerebro

Siempre que el humano tenga la percepción de algún tipo de amenaza o peligro, ya sea real o imaginaria, desencadenará una reacción de miedo. “La respuesta de miedo de nuestro cuerpo es, en realidad, una herramienta fantástica para sobrevivir en situaciones de peligro, porque se activa rápidamente, nos llena de energía, aumenta nuestra concentración, fortalece nuestros músculos y nos prepara para hacer frente a lo que se nos eche encima”, explica Kenneth Carter, psicólogo clínico del Oxford College de la Universidad de Emory, y autor del libro: “Buzz! Inside the Minds of Thrill-Seekers, Daredevils, and Adrenaline Junkies”.

Este mecanismo de defensa siempre ha acompañado genéticamente al ser humano, incluso desde que nuestros antepasados huían de sus depredadores, y aunque siempre ayudó en el pasado, activar la respuesta corporal al miedo no siempre es bueno.

Según el sitio Psicoveritas, un Centro de Psicología y Adopción en Madrid, “El miedo es una emoción primaria que sale siempre de un pensamiento. Este pensamiento aparece de una creencia limitante que se pudo originar sobre algo que de pequeños fue vivido como una amenaza o situación alarmante o tiene que ver con algún adoctrinamiento o condicionamiento”.

En este sentido, el sistema nervioso está programado para sentir esta emoción debido a que se trata de un mecanismo de supervivencia que indica que el cuerpo debe de permanecer alerta para evitar situaciones comprometidas.

De esta forma es como comienza la reacción de miedo en el cerebro y se propaga a través del cuerpo a fin de realizar ajustes para la mejor defensa o reacción de huida.

La respuesta del cuerpo ante el miedo comienza en una región del cerebro llamada amígdala, una parte del sistema límbico que es fundamental para reconocer las amenazas y así procesar las emociones.

Cuando se percibe una amenaza, la amígdala se va a encarga de enviar una señal de socorro a un centro de mando del cerebro conocido como hipotálamo, el cual se encargará de avisar a los sistemas nervioso y endocrino que liberen hormonas y neurotransmisores como cortisol, dopamina, noradrenalina y adrenalina.

Las hormonas liberadas provocarán en el organismo reacciones como la aceleración de la respiración y que el corazón bombee más sangre con bastante oxígeno hacia los músculos y órganos vitales de manera más rápida.

Es así como el cuerpo y el cerebro se preparan para dar una respuesta inmediata, a través de cambios corporales que permitirán al humano ser más eficiente en un peligro: Los músculos se tensan para preparar al cuerpo en caso de huida, las pupilas se dilatan para una mejor visión, la mente se agudiza para que una mejor concentración en la amenaza y el oído mejora para mayor sensibilidad a cualquier sonido.

La afectación del cuerpo y el cerebro ante miedos o amenazas que no son reales

Si bien, el miedo desencadena un mecanismo de defensa en el cuerpo que en la antigüedad ayudó a la supervivencia del hombre, lo cierto es que, de acuerdo con la investigación de los neurobiólogos de la Universidad de California, hoy en día es posible que también sea un peligro para el cuerpo y el cerebro, pues en la actualidad se puede activar ante situaciones que no siempre representen una lucha o huida.

Y es que, el cerebro humano evolucionó miles de millones de años antes de que se crearan las películas y los videojuegos, o las situaciones que hoy en día no representen supervivencia, por ejemplo, muchas personas al haber visto un muñeco asesino, les originó temor a los muñecos.

Ante este tipo de situaciones, por muy mínimas que sean, el organismo libera pequeñas cantidades de hormonas del estrés, lo que provoca efectos como sensación de nerviosismo, un corazón acelerado o palmas de las manos sudorosas.

En este sentido, el estudio publicado en Science, señala que cuando las hormonas del estrés se liberan con demasiada frecuencia pueden agotar el organismo, incluso, en un panorama más fatal, puede provocar problemas de salud como hipertensión, problemas cardiacos y digestivos, ya que el cuerpo está constantemente en modo de ‘alerta máxima’.

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Y qué decir en personas con trastornos como estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo o trastorno de ansiedad, ya que puede llegar a provocar una amígdala hiperactiva que hace que su respuesta al miedo les afecte más que a otras personas.

¿Alguna vez te has preguntado por qué sentimos miedo? Se acerca una de las fechas más tenebrosas del año que se relaciona con esta emoción: Halloween, una celebración en donde los sustos, los disfraces, las películas y los relatos de terror se vuelven parte de las actividades inofensivas previas a la Noche de Brujas, pero que a su vez provocan miedo y pueden desencadenar reacciones en el cerebro y en el cuerpo, que están relacionadas con la activación del sistema de lucha o huida.

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De acuerdo con la Real Academia Española (2014), el miedo proviene del latín “metus” que significa temor, y se considera “una angustia intensa por un riesgo o daño real o imaginario además del recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.

Y es que, a pesar de que existen diferentes tipos de miedos, como el temerles a las alturas, a los espacios cerrados, a la oscuridad, a las arañas, a la soledad, al hablar en público, incluso a la muerte, por mencionar unos ejemplos, lo cierto es que esta emoción tiene la increíble capacidad de paralizarnos y limitar nuestra vida, tomando un completo control sobre nosotros.

El miedo y su funcionamiento en el cerebro

Siempre que el humano tenga la percepción de algún tipo de amenaza o peligro, ya sea real o imaginaria, desencadenará una reacción de miedo. “La respuesta de miedo de nuestro cuerpo es, en realidad, una herramienta fantástica para sobrevivir en situaciones de peligro, porque se activa rápidamente, nos llena de energía, aumenta nuestra concentración, fortalece nuestros músculos y nos prepara para hacer frente a lo que se nos eche encima”, explica Kenneth Carter, psicólogo clínico del Oxford College de la Universidad de Emory, y autor del libro: “Buzz! Inside the Minds of Thrill-Seekers, Daredevils, and Adrenaline Junkies”.

Este mecanismo de defensa siempre ha acompañado genéticamente al ser humano, incluso desde que nuestros antepasados huían de sus depredadores, y aunque siempre ayudó en el pasado, activar la respuesta corporal al miedo no siempre es bueno.

Según el sitio Psicoveritas, un Centro de Psicología y Adopción en Madrid, “El miedo es una emoción primaria que sale siempre de un pensamiento. Este pensamiento aparece de una creencia limitante que se pudo originar sobre algo que de pequeños fue vivido como una amenaza o situación alarmante o tiene que ver con algún adoctrinamiento o condicionamiento”.

En este sentido, el sistema nervioso está programado para sentir esta emoción debido a que se trata de un mecanismo de supervivencia que indica que el cuerpo debe de permanecer alerta para evitar situaciones comprometidas.

De esta forma es como comienza la reacción de miedo en el cerebro y se propaga a través del cuerpo a fin de realizar ajustes para la mejor defensa o reacción de huida.

La respuesta del cuerpo ante el miedo comienza en una región del cerebro llamada amígdala, una parte del sistema límbico que es fundamental para reconocer las amenazas y así procesar las emociones.

Cuando se percibe una amenaza, la amígdala se va a encarga de enviar una señal de socorro a un centro de mando del cerebro conocido como hipotálamo, el cual se encargará de avisar a los sistemas nervioso y endocrino que liberen hormonas y neurotransmisores como cortisol, dopamina, noradrenalina y adrenalina.

Las hormonas liberadas provocarán en el organismo reacciones como la aceleración de la respiración y que el corazón bombee más sangre con bastante oxígeno hacia los músculos y órganos vitales de manera más rápida.

Es así como el cuerpo y el cerebro se preparan para dar una respuesta inmediata, a través de cambios corporales que permitirán al humano ser más eficiente en un peligro: Los músculos se tensan para preparar al cuerpo en caso de huida, las pupilas se dilatan para una mejor visión, la mente se agudiza para que una mejor concentración en la amenaza y el oído mejora para mayor sensibilidad a cualquier sonido.

La afectación del cuerpo y el cerebro ante miedos o amenazas que no son reales

Si bien, el miedo desencadena un mecanismo de defensa en el cuerpo que en la antigüedad ayudó a la supervivencia del hombre, lo cierto es que, de acuerdo con la investigación de los neurobiólogos de la Universidad de California, hoy en día es posible que también sea un peligro para el cuerpo y el cerebro, pues en la actualidad se puede activar ante situaciones que no siempre representen una lucha o huida.

Y es que, el cerebro humano evolucionó miles de millones de años antes de que se crearan las películas y los videojuegos, o las situaciones que hoy en día no representen supervivencia, por ejemplo, muchas personas al haber visto un muñeco asesino, les originó temor a los muñecos.

Ante este tipo de situaciones, por muy mínimas que sean, el organismo libera pequeñas cantidades de hormonas del estrés, lo que provoca efectos como sensación de nerviosismo, un corazón acelerado o palmas de las manos sudorosas.

En este sentido, el estudio publicado en Science, señala que cuando las hormonas del estrés se liberan con demasiada frecuencia pueden agotar el organismo, incluso, en un panorama más fatal, puede provocar problemas de salud como hipertensión, problemas cardiacos y digestivos, ya que el cuerpo está constantemente en modo de ‘alerta máxima’.

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Y qué decir en personas con trastornos como estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo o trastorno de ansiedad, ya que puede llegar a provocar una amígdala hiperactiva que hace que su respuesta al miedo les afecte más que a otras personas.

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