Carlos Damián, además de ser un destacado maestro de la música, es un apasionado que gusta de complacer los sentidos de quienes lo escuchan mediante las creaciones que emana de bellos instrumentos, tales como el piano y el saxofón, los cuales lo han acompañado durante más de 30 años.
Su trayectoria es amplia, tanto que a la fecha cuenta con el respaldo de siete producciones discográficas, entre las que destacan “ABC Jazz: 11 éxitos”, “La transformación” y “El Lujo Latino-Jazz”.
El músico, compositor y arreglista ha compartido escenario con algunos de los músicos más prominentes del jazz en México, como Chilo Morán, Juan José Calatayud, Víctor Ruiz Pasos, Cristóbal López, Iradia Noriega, Tino Contreras, entre muchos otros.
Su estilo y sello musical es muy particular. En su faceta como compositor muestra influencias importantes de la música tradicional mexicana, latinoamericana y de la armonía del jazz.
El tango, asegura, ha sido otro de los estilos que lo han cautivado sobremanera, pero dentro de la instrumentación el sonido del bandoneón es el que lo ha hecho vibrar y estremecerse con frenesí desde muy temprana edad.
El bandoneón, explicó, es un instrumento musical de viento que tiene su origen en Alemania y que, se dice, fue pensado para utilizarse como un órgano portátil para ejecutar música religiosa, de ahí que su sonido sacro y melancólico fuera el que enamoró al maestro Damián.
En su carrera, comentó, ha logrado presidir proyectos musicales de gran importancia, presentarse en destacados escenarios y participar en conocidos programas de radio y televisión.
Uno de los halagos más valiosos que guarda en su ser es el aplauso sincero que recibe del público en cada presentación.
Aunque su carrera ha dado muchos frutos, dentro de su riqueza musical sentía que le hacía falta algo para complementar su amor por la música: tener un bandoneón en sus manos.
REGALO DIVINO
Sus oídos, en la infancia, se deleitaron con sonidos del tango, pero no fue hasta una edad adulta cuando tuvo un acercamiento más sólido con las obras del bandoneonista y compositor argentino Astor Piazzolla, lo que alimentó aún más su deseo por acercarse a dicho instrumento.
Durante meses anduvo tras la pista de uno. Se sumergió en diversas páginas de ventas por Internet hasta que dio con el instrumento anhelado, el cual lo esperaba en Argentina.
El maestro hizo todo un plan de viaje para llegar al destino. Todo estaba listo para emprender una aventura en camioneta junto con su esposa. No había mucho dinero para solventar el viaje, pero sí mucho espíritu para lograr el objetivo. Ambos estaban dispuestos a deleitar en las calles con su saxofón y sus voces y “botear” durante toda la ruta para juntar algunas monedas. Ambos estaban decididos.
Tras llenarse de emoción y euforia, vino la reflexión. La madre del maestro Damián estaba delicada de salud y tenían que decidir entre emprender el viaje de su vida o estar con su madre hasta el final. Eligió la segunda opción.
El ir y venir de su carrera musical continuó. Pasado unos años, nuevamente se lanzó a la búsqueda de este instrumento y el destino lo sorprendió. En la Ciudad de México estaba a la venta este preciado instrumento. Sin dudarlo, lo pidió. El precio era lo de menos, aunque tampoco contaba con el efectivo en ese momento. La vida nuevamente lo pondría a prueba. Su auto, sorpresivamente, salió a la venta en tan solo un par de días. El vendedor aceptó el trato y, como si se tratase de un regalo divino, como él lo menciona, el bandoneón llegó a Puebla para ser tratado con amor, delicadeza y la pasión que solo el maestro Damián puede describir mientras emana de él un par de notas, las cuales lo hacen estremecer hasta el borde de las lágrimas.