CANNES. El festival de Cannes se inauguró por segundo año consecutivo con una producción nacional recibida tibiamente por dos razones: su poco inspirada realización y la presencia en ella de Johnny Depp, la controvertida estrella estadounidense.
Tradicionalmente las películas de inauguración en Cannes rara vez hacen la unanimidad, tienen el difícil papel de satisfacer tanto a los críticos y a la fauna cinematográfica nacional e internacional, como al público de gala compuesto en parte sustancial por notables personalidades locales, no necesariamente afines a la cinefilia. El caso del film de este año, “Jeanne du Barry”, dirigido por la actriz y realizadora conocida como Maiwenn dejaría quizás más satisfechos a estos últimos aunque aquí también cabe la duda.
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La directora tuvo el honor de inaugurar el certamen con su sexta película. Anteriormente la misma se había destacado y resultado premiada con sus filmes anteriores entre los cuales destaca “Polisse”.
La comparación con la película de hoy es poco honorable para ella. Este drama de época inspirado de la vida del rey Louis XV (Johnny Depp) y su relación con Jeanne du Barry (la misma Maiwenn en el papel de la amante del rey) es tan poco inspirado en su realización que de veras da pena, aparte de lo aburrido que resulta.
El segundo punto de contienda es el mismo Johnny Depp. El controvertido actor regresa a la pantalla grande y en un papel principal, después de tres años durante los cuales estuvo involucrado en una serie de juicios -unos ganados, otros perdidos- por difamación y por malos tratos a su ex mujer Amber Heard. El interés que genera su presencia en la película no sería por su actuación como el rey, donde su aportación es más bien esquemática al igual que el resto de los personajes y la película. Lo que contaría a mediano plazo -la cinta sale en los cines franceses esta misma semana- sería si él mismo sigue siendo como en el pasado, a pesar de la negativa publicidad de este último periodo y su despido de varias mega/producciones, el “darling”» del público francés, entendido en parte por su estancia en este país y su boda y creación de una familia aquí.
La buena reacción del público, de la que Johnny fue objeto al atravesar el famoso tapete rojo camino al estreno del filme en la emblemática sala Lumiere del festival es sintomática de lo que regularmente sucede siempre, y la respuesta de los espectadores en las salas que pagan su boleto puede ser diferente.
Esperando ver si a Maiwenn le sale su apuesta por el tipo de película y por Depp, anotaremos uno de los pocos logros del film, aquel de la irónica y crítica presentación de los modales del comportamiento en la corte del rey.
Resulta significativo por otro lado que el mismo jefe del certamen, Thierry Fremaux, tuvo que dedicar gran parte de su conferencia a explicar las razones por las cuales él considera que los atropellos recientes extracinematográficos de Depp no deberían impedir su invitación y presencia en Cannes.
Si se trata de estrellas, las muchas que el mismo Fremaux logró reunir este año -concentrémonos en este día de inauguración- y con razón a Michael Douglas, a quien el festival rindió homenaje con una Palma de Oro honorífica por su trayectoria como actor y productor que le fue entregada por la actriz Uma Thurman.
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A lo largo de un recorrido que inició por su intento de salir de la sombra de su célebre padre, nada menos que el icónico Kirk Douglas, y según él mismo, “aprender cómo ser Michael cuando tu nombre de familia es Douglas”, el paradigmático personaje dejó en su camino puntos de referencia como actor en El síndrome chino (1979), Wall Street (1987), Bajos instintos (1992), Liberace. Detrás del candelabro (2103) y como productor con Atrapado sin salida (1975).
El austero y de buen gusto de la gala de inauguración corrió a cargo de la actriz francesa Chiara Mastroianni y la apertura oficial del certamen estuvo proclamada por Michael Douglas y Catherine Deneuve, cuyo retrato domina el enorme poster del festival por encima de la sede oficial del mismo y por varias partes de la Croisette.