La carga de violencia en las letras musicales no es una novedad. Ha sucedido con diversos géneros, y, casi siempre, se atribuye la difusión de este discurso al de mayor popularidad. Es lo que está sucediendo con los narcocorridos o corridos tumbados, que desde su origen fueron asociados con grupos del crimen organizado y que, tras alcanzar fama en Puebla, provocaron una gran influencia entre la población, especialmente en jóvenes de entre 13 a 25 años.
En esta postura coincidieron Anayuri Güemes Cruz, doctora en Ciencias Antropológicas e investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y Tayen Vázquez Ortiz, técnico musical y vocalista de la banda de rock alternativo Leva.
A decir de Güemes Cruz, no es novedad encontrar un género musical con alta carga de violencia (especialmente en contra de las mujeres), sino que, en el caso específico de este tipo de corridos, el problema se centró en el bombardeo que tuvo durante el último año, y en que se convirtió en un producto aspiracional, es decir, legitimó los anhelos de quienes se sintieron identificados con el discurso de ‘salir adelante’ (mediante prácticas ilícitas) que esta inmersa entre sus letras.
“Estos contenidos no son nuevos, desafortunadamente. El factor que los hace fuertes es que están en todos lados, hay una analogía de violencia en el contenido y eso es lo que los hace peligrosos, de alguna manera avala lo que ya se piensa o se cree, ese es el problema, que algunas de las afirmaciones o subjetividades de los consumidores encuentran espacios de reafirmación”, explicó.
El problema de los corridos tumbados no es el género, sino lo que hay detrás de él
Por esta razón, este género se volvió generacional, pues quienes más simpatizan o encuentran estos espacios de reafirmación han sido jóvenes, quienes han reproducido el discurso de ‘salir adelante’ desde situaciones o contextos precarios, o de extrema violencia, hasta llegar a una cima, expuso por su parte Tayen Vázquez.
“No es extraño que este género surja o esté relacionado con grupos del crimen organizado, pues en el medio es conocida esta música e incluso varias canciones fueron compuestas por órdenes de quienes lideran estos grupos, el problema no es el género, sino lo que hay detrás de él”, precisó.
“El género provocó unas expectativas de vida entre los jóvenes, y si no hay eje ético de por medio que les permita distinguir lo que está bien y mal, a los grupos de reclutadores del narcotráfico les conviene esta simpatía, porque saben que estarán dispuestos a dar ese ‘brinco’ (…) hay un engranaje de varias cosas sumamente negativas”, agregó Güemes Cruz.
Finalmente, los especialistas sostuvieron que, al no ser el problema el género musical, la solución no es su prohibición. “En algún punto dejará de funcionar y vendrá algo nuevo”, coincidieron. Por esto, hicieron un llamado a la creación de un organismo que regule los contenidos violentos y la repetición continua de los mismos en las canciones, pues la carga que manejan los corridos puede verse replicada en otro género más adelante.