Las películas también se tararean. De eso no tiene la menor duda Tim Davies, el hombre detrás de la música de Frozen, La la land, Minions y The book of life. Su tarea es mayúscula: sintetizar emociones en notas musicales y, después, adaptarlas a una gran orquesta.
Sin el trabajo de músicos como Davies, el cine difícilmente sería una fábrica de sueños. Hollywood ha entendido esto a la perfección y asume la música como una parte tan importante como el guion, la dirección o el elenco.
“Por supuesto que la música es muy importante porque, sin ella, no tendría trabajo”, bromea este compositor y orquestador australiano en entrevista con El Sol de México a propósito del taller de composición musical para animación que impartirá en el Taller del Chucho, en Guadalajara, del 23 al 27 de mayo. Un comité de selección eligió sólo a seis participantes de México y América Latina.
“Hay quien dice que la música es un personaje en sí mismo, pero hay quien cree que no debería notarse. Y en efecto, muchas veces no la notamos porque no se interpone en la trama. Yo creo que es una parte esencial, sobre todo cuando se trata de una película animada. La música tiene que complementar todo lo que sucede en la película”, afirma Davies, quien también se encargó de dirigir el concierto sinfónico de En casa con mis monstruos, del director mexicano Guillermo del Toro.
Tim Davies estudió percusión en el Conservatorio Queensland y composición musical en el Elder Conservatorium of Music. Desde muy joven incursionó en la industria cinematográfica como orquestador y director de bandas sonoras, aunque también ha trabajado para musicalizar videojuegos.
La música pop no le es ajena. Ha colaborado con dos de los grandes raperos de la historia: Nas y Kendrick Lamar. Con el primero trabajó como arreglista y baterista en el concierto del vigésimo aniversario del álbum Illmatic (1994), en 2014. Con el segundo colaboró como el arreglista principal de la interpretación en vivo del disco To pimp a butterfly (2015) con la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos en el Kennedy Center, en 2015.
“A veces (los productores y directores) te piden crear una emoción que no necesariamente está en la película, porque es una realidad que con la música puedes hacer que una escena sea más feliz, más triste o más escalofriante. No es que la banda sonora sea más importante que las otras partes de un filme, pero la verdad es que sí es una gran parte”, dice Davies, quien trabajó con el músico argentino Gustavo Santaolalla para la musicalización de The book of life.
Sobre Guillermo del Toro admite que es un director sumamente exigente que presiona constantemente, pero en un sentido de retroalimentación, porque “sabe lo que quiere y te lleva a hacer cosas que quizás jamás hubieras siquiera pensado”.
Dice que admira la contundencia con la que pide las cosas: “Cuando algo no le gusta, te lo hace saber con pocas palabras. No sufro cuando trabajo con él”, confía.
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De hecho, participó en la serie Guillermo del Toro’s cabinet of curiosities, cuyo estreno está programado para este año.
“Hice un episodio de esta nueva serie que saldrá a finales de año o a principios del próximo en Netflix, es más bien una antología de terror. Fue algo muy diferente a hacer música para películas animadas, que es lo que he estado haciendo últimamente, pero definitivamente fue una gran experiencia entrar al mundo de Guillermo del Toro”, comparte.