Poblano, pionero de la cinematografía mexicana

El cineasta Jorge Stahl es recordado por su legado en ámbito audiovisual

Por Maricarmen Hernández

  · miércoles 4 de abril de 2018

Jorge Stahl, un joven poblano que a los 18 años de edad demostró su interés por el ámbito audiovisual, pasó a la historia como uno de los pioneros de la cinematografía mexicana y que hoy a 132 años de su nacimiento sigue siendo recordado por el legado que dejó.

Stahl nació un 4 de abril de 1886 en Puebla, Puebla. Su incursión en la rama se dio al adquirir en Estados Unidos un proyector Edison y una colección de cortometrajes.

Inició en el terreno documental filmando vistas de Guadalajara, para después dedicarse a la ficción y participar también como camarógrafo en varios filmes.

En 1905 Jorge Stahl, en sociedad con sus hermanos Carlos y Alfonso Stahl, fundó la Empresa exhibidora y alquiladora de películas ¨Stahl Hermanos¨.

En abril de 1905 inauguraron El Salón Verde, primera sala de cine en la capital tapatía.

Era un salón pequeño ubicado frente a la Catedral en el Portal Morelos, que constaba de cuatro cinemas, sillas y una pianola. Rápidamente se convirtió en sitio de reunión de la Sociedad Tapatía.

La empresa de los Stahl ofreció, además, funciones en el ¨Teatro Apolo¨, el ¨Teatro Principal¨ y en el ¨Hotel Humboldt¨.

PRIMERAS PELÍCULAS

Sus primeras películas realizadas en este mismo año fueron: ¨Paseo en los Portales¨, ¨Salida de la misa de doce¨, ¨Paseo a los Colomos¨ y ¨Los patinadores¨; el escenario de esta última película era la Avenida Juárez, entre las calles de Pavo y Escocia.

Los protagonistas fueron jóvenes tapatíos amantes del patinaje.

LADRÓN DE BICICLETAS

En 1907 ¨Ladrón de Bicicletas¨ fue otra producción de los Stahl, la cual dirigieron, fotografiaron y además fueron laboratoristas. La trama se desarrollaba en varias calles por donde era seguido el "caco", con meta final en la presa del Agua Azul, hasta donde lo perseguían los policías.

Pero antes de dejarse aprehender y siguiendo veloz carrera montado en la máquina robada, se arrojaba en las aguas del lago, sepultando así el cuerpo del delito y reapareciendo en la orilla opuesta, donde reía burlonamente de sus perseguidores. La cinta concluye con la captura del ladrón.