/ domingo 16 de junio de 2019

Trío Esmeralda, pasión que se hereda por generaciones

Con voz taciturna y humilde, Felipe ve a su padre y le agradece haberle transmitido su gusto musical

El gusto y el talento por la música se hereda, o al menos, eso fue lo que le sucedió a Justo García Badillo, quien desde hace cuarenta años se mantiene al frente del Trío Esmeralda, un concepto musical, nacido en Puebla, que evoca al romanticismo.

Utilizando el método empírico, es decir, el de la práctica diaria, fue que su hijo Felipe García Badillo agarró la guitarra y afinó su voz para involucrarse en el negocio familiar.

Foto: Rodolfo Pérez

“La herencia viene de mi madre; ella cantaba y mi padre tocaba la guitarra. Entonces fue así como me interesé a seguir, no sus pasos, porque no fueron músicos de hueso colorado, y de ahí se adjudicó un hermano—que ahorita ya no está con nosotros—y entre los dos empezamos a aprender de la música con mucho esfuerzo y sacrificio”, relató a El Sol de Puebla don Justo, quien pese a superar la barrera de los sesenta años, aún mantiene una mirada fija y una actitud febril.

En su relato, que se remonta a por allá de los años ochenta, recuerda sus inicios como parte de una Rondalla y más tarde como Esmeralda y su trío; Esmeralda era el nombre de su hermana, quien debido a sus dotes vocales se unió a esta empresa.

Foto: Rodolfo Pérez

Con el paso del tiempo, la agrupación se convirtió en el Trío Esmeralda, conformada por don Justo, su hermano Felipe y su compadre Leonardo Rubín Lara. En los quehaceres musicales, yendo a presentaciones o practicando desde casa, sus hijos comenzaron a ver con ojos de ilusión el trabajo de su padre, así, poco a poco fueron aprendiendo a tocar la guitarra y ayudar en pequeñas labores del grupo.

UNA NUEVA GENERACIÓN

Pero, la verdadera revelación fue para Felipe García, quien decidió por convicción y no por obligación, seguir los pasos de su padre.

“Nosotros fuimos empíricos. Les enseñaba (a mis hijos) más que la guitarra el canto, porque es la base principal de un trío”, insistió don Justo.

A los 15 años, Felipe se incorporó como suplente y fue en la llegada del milenio cuando entró en calidad de músico activo en lugar de su tío.

Foto: Rodolfo Pérez

“Desde los 11 años siempre me encantó la música; a mí siempre me gustaron los casetes y ellos (Trío Esmeralda) grabó mucho casete. Mi madre también ponía mucha música de Rocío Dúrcal y Enrique Guzmán. Y al escucharlos nos daba gusto y luego, ahí le hacíamos al cuento de tratar de imitarlos”, hace una pausa mientras se ríe y continúa: “Entonces, se dio que en la secundaria se hizo la Rondalla y le pedí a mi papá que me enseñara a tocar la guitarra”.

Felipe mantiene la cabeza erguida mientras su padre lo escucha y ve cabizbajo, atento.

Ese momento en la secundaria definió lo que Felipe haría toda su vida, pues empezó a practicar y suplir como segunda voz en las presentaciones de su padre hasta que, sin darse cuenta, ya estaba listo para entrar a las filas del Trío Esmeralda.

Foto: Rodolfo Pérez

“(El gusto por la música) sí se hereda. A la fecha me siguen diciendo que canto igual a mi papá; es similar la voz. Ya cuando lo trae uno es solo pulirlo”.

Para muestra basta el hijo de Felipe, Rodrigo de 16 años, que ya ha expresado su gusto por los instrumentos musicales, aunque no por el estilo romántico de su abuelo y padre.

“Estamos empezando a prepararlo”.

Foto: Rodolfo Pérez

Al preguntarle a don Justo si está orgulloso de que su hijo haya continuado con su legado musical, levanta la cara y con ojos medio llorosos, contesta.

“Yo creo que para cualquier padre la satisfacción más grande es ver a sus hijos bien, en el camino que ellos tomen, pero que sea positivo. En el aspecto musical me da gusto porque el músico en su trayectoria es muy fuerte la presión, y me da gusto que interprete lo que yo le enseñé. Para mí es un orgullo y yo se lo he dicho”.

Foto: Rodolfo Pérez

Con voz taciturna y humilde, Felipe ve a su padre y le agradece haberle transmitido su gusto musical y acepta, que aún, con sus 42 años de edad, le falta mucho camino que recorrer.

“Le agradezco mucho a mi padre por ese desgaste que yo en su momento le di porque sí fueron desgastes de que me dijera cómo se debían hacer las cosas y siempre lo vi como un joven inexperto, así de: ¡ya empieza a molestar! Yo creo que sin esos consejos que me sigue dando no sabría yo para dónde ir. Lo único que le digo es gracias papá”.

El gusto y el talento por la música se hereda, o al menos, eso fue lo que le sucedió a Justo García Badillo, quien desde hace cuarenta años se mantiene al frente del Trío Esmeralda, un concepto musical, nacido en Puebla, que evoca al romanticismo.

Utilizando el método empírico, es decir, el de la práctica diaria, fue que su hijo Felipe García Badillo agarró la guitarra y afinó su voz para involucrarse en el negocio familiar.

Foto: Rodolfo Pérez

“La herencia viene de mi madre; ella cantaba y mi padre tocaba la guitarra. Entonces fue así como me interesé a seguir, no sus pasos, porque no fueron músicos de hueso colorado, y de ahí se adjudicó un hermano—que ahorita ya no está con nosotros—y entre los dos empezamos a aprender de la música con mucho esfuerzo y sacrificio”, relató a El Sol de Puebla don Justo, quien pese a superar la barrera de los sesenta años, aún mantiene una mirada fija y una actitud febril.

En su relato, que se remonta a por allá de los años ochenta, recuerda sus inicios como parte de una Rondalla y más tarde como Esmeralda y su trío; Esmeralda era el nombre de su hermana, quien debido a sus dotes vocales se unió a esta empresa.

Foto: Rodolfo Pérez

Con el paso del tiempo, la agrupación se convirtió en el Trío Esmeralda, conformada por don Justo, su hermano Felipe y su compadre Leonardo Rubín Lara. En los quehaceres musicales, yendo a presentaciones o practicando desde casa, sus hijos comenzaron a ver con ojos de ilusión el trabajo de su padre, así, poco a poco fueron aprendiendo a tocar la guitarra y ayudar en pequeñas labores del grupo.

UNA NUEVA GENERACIÓN

Pero, la verdadera revelación fue para Felipe García, quien decidió por convicción y no por obligación, seguir los pasos de su padre.

“Nosotros fuimos empíricos. Les enseñaba (a mis hijos) más que la guitarra el canto, porque es la base principal de un trío”, insistió don Justo.

A los 15 años, Felipe se incorporó como suplente y fue en la llegada del milenio cuando entró en calidad de músico activo en lugar de su tío.

Foto: Rodolfo Pérez

“Desde los 11 años siempre me encantó la música; a mí siempre me gustaron los casetes y ellos (Trío Esmeralda) grabó mucho casete. Mi madre también ponía mucha música de Rocío Dúrcal y Enrique Guzmán. Y al escucharlos nos daba gusto y luego, ahí le hacíamos al cuento de tratar de imitarlos”, hace una pausa mientras se ríe y continúa: “Entonces, se dio que en la secundaria se hizo la Rondalla y le pedí a mi papá que me enseñara a tocar la guitarra”.

Felipe mantiene la cabeza erguida mientras su padre lo escucha y ve cabizbajo, atento.

Ese momento en la secundaria definió lo que Felipe haría toda su vida, pues empezó a practicar y suplir como segunda voz en las presentaciones de su padre hasta que, sin darse cuenta, ya estaba listo para entrar a las filas del Trío Esmeralda.

Foto: Rodolfo Pérez

“(El gusto por la música) sí se hereda. A la fecha me siguen diciendo que canto igual a mi papá; es similar la voz. Ya cuando lo trae uno es solo pulirlo”.

Para muestra basta el hijo de Felipe, Rodrigo de 16 años, que ya ha expresado su gusto por los instrumentos musicales, aunque no por el estilo romántico de su abuelo y padre.

“Estamos empezando a prepararlo”.

Foto: Rodolfo Pérez

Al preguntarle a don Justo si está orgulloso de que su hijo haya continuado con su legado musical, levanta la cara y con ojos medio llorosos, contesta.

“Yo creo que para cualquier padre la satisfacción más grande es ver a sus hijos bien, en el camino que ellos tomen, pero que sea positivo. En el aspecto musical me da gusto porque el músico en su trayectoria es muy fuerte la presión, y me da gusto que interprete lo que yo le enseñé. Para mí es un orgullo y yo se lo he dicho”.

Foto: Rodolfo Pérez

Con voz taciturna y humilde, Felipe ve a su padre y le agradece haberle transmitido su gusto musical y acepta, que aún, con sus 42 años de edad, le falta mucho camino que recorrer.

“Le agradezco mucho a mi padre por ese desgaste que yo en su momento le di porque sí fueron desgastes de que me dijera cómo se debían hacer las cosas y siempre lo vi como un joven inexperto, así de: ¡ya empieza a molestar! Yo creo que sin esos consejos que me sigue dando no sabría yo para dónde ir. Lo único que le digo es gracias papá”.

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