Valeria tomó el transporte público en la noche, antes de bajar alguien tocó su cuerpo y cuando volteó para ver de quien se trataba se dio cuenta que habían muchas personas y que nadie la ayudó a identificar a su agresor. Desde ese día tiene miedo de subirse al microbús y ha tenido que cambiar su movilidad a causa del acoso sexual en el transporte público.
En entrevista con este medio, Ana Laura Gamboa Muñoz, responsable del Observatorio de Violencia Social y de Género (OVSG) en el Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la IBERO Puebla, explicó que el acoso en el transporte público afecta la libertad de tránsito, ya que las mujeres que sufren este tipo de violencia tienen que modificar sus rutinas por miedo o dejan de usar las líneas que las llevan más rápido a su hogar con el fin de privilegiar su seguridad.
Para entender este contexto, Ana Laura explicó que el acoso sexual en el transporte público abarca conductas verbales, físicas o ambas relacionadas con la sexualidad o el cuerpo de una mujer. En suma, pidió que se tome en consideración que el acoso sexual se vive de manera diferente para hombres, así como para mujeres y desafortunadamente quien más lo sufren son las segundas.
“Este tipo de acoso afecta en la libertad de desarrollarse libremente como una persona, lo que hacen las mujeres para que los hombres no las estén molestando, es cambiar su movilidad entonces eso resulta en una violación a los derechos humanos y es importante que vayan a denunciar”, comentó.
Si bien, Gamboa Muñoz sugiere que las violentadas presenten una denuncia, aceptó que el proceso es más difícil, ya que este tipo de acoso suele ser en episodios que ocurren muy rápido y por personas desconocidas. Frecuentemente las mujeres tratan de alejarse del lugar y les es imposible tomar una fotografía del agresor o tomar otros datos para la denuncia.
“En el Código Penal del Estado de Puebla este delito del hostigamiento y la conducta sexual se le pueden penar a una persona de 6 meses a 2 años de prisión, sin embargo, sabemos que este tipo de delitos contra las mujeres son difíciles de llevar (...) más bien hay que hacer un trabajo cultural que promueva el respeto hacia el cuerpo de las mujeres, que no lo sexualice y que por tanto que se prevenga”, compartió.
Para solucionar este tipo de situaciones considera que se deben de impulsar políticas públicas reales, por ejemplo, hace unos años se puso en marcha una iniciativa de nombre Freno, que consistía en parar el transporte público a través de botones de pánico si una mujer era violentada, pero con el paso del tiempo se dejó de estudiar y no se midieron sus alcances.
“Debemos de trabajar en una cultura que promueva el respeto hacia el cuerpo de las mujeres, que no lo sexualice y que, por tanto, se prevenga (...) el error de las políticas públicas es que de pronto ya no hay seguimiento y se deja de visibilizar el problema”, concluyó.