Más de 300 medallas y trofeos ha acumulado el señor José Luis Martínez Valenzuela de 74 años de edad, gracias a una de sus más grandes pasiones: el deporte.
Para él, estar dentro de la denominada tercera edad es algo que le hace sentir gran satisfacción por los logros obtenidos y las alegrías que sigue acumulando: "llegar a esta edad es muy satisfactorio; anteriormente la gente solo llegaba a los 60 años o se morían muy jóvenes, ahora veo a gente de 80 años muy fuerte y activa", comenta.
Pero las medallas no solo son muestra de su gran ímpetu deportivo, su agilidad dentro de la cancha es la prueba más fiel de que su cuerpo sigue con una gran energía que comparte a diario con sus amigos con los que practica pelota tarasca.
Desde joven, comenta, estuvo muy interesado en la amplia gama del deporte. En la primaria, secundaria y bachillerato formó parte de los equipos de basquetbol y futbol, sin embargo, a pesar de su interés por desarrollarse en este ámbito, su padre lo motivó a reforzar esta actividad con sus estudios profesionales. Fue así que eligió la carrera de Ingeniería Civil.
RECUERDA LA TRAGEDIA
Una vez graduado, tuvo la oportunidad de trabajar en diversas empresas, estados e incluso secretarías a nivel federal, pero ninguno de estos lo dejó tan marcado como el que tuvo que realizar en Puebla.
Don José Luis fue testigo de la tragedia que azotó al municipio de Ciudad Serdán el 28 de agosto de 1973. Recuerda que, en la catástrofe ocasionada por el sismo, fallecieron más de 500 habitantes de la comunidad y otros más, perdieron todo su patrimonio.
"El terremoto de 1973, que tuvo su epicentro en Veracruz, se extendió hasta Ciudad Serdán donde dejó severas afectaciones. A mí me tocó trabajar en la demolición de casi todas las viviendas y, aunque no era parte de mi actividad, también estuve ayudando a tomar los datos de la gente y, con todo y la tristeza, los apoyamos en lo que más podíamos mientras hacíamos la valoración de todos los daños", comenta.
Asegura, que esa fue una de las cosas más fuertes y tristes que tuvo que enfrentar.
Sus experiencias, tanto de alegrías como de melancolías, lo han hecho valorar cada instante de su vida junto a sus familiares y amigos, motivo por el cual asegura que el mensaje que diariamente comparte con los demás siempre es de positivismo y amor por la vida.
"Me considero una persona feliz con todo lo que he logrado. Todo lo que me he propuesto me ha salido como lo he deseado. Afortunadamente los que estamos en esta edad somos una generación que crecimos con valores, no existía tanta violencia, nuestros padres fueron muy responsables con nosotros y a nuestra edad debemos estar satisfechos de haber cumplido con nuestros objetivos de vida".
Asegura que el estudio es una gran base para tener un desarrollo en la sociedad, pero enfatiza que "la mejor escuela es la propia vida porque esta nos enseña muchísimo y uno nunca termina de aprender a ninguna edad".