María Alejandra Cuautle Coyotl desde hace dos años mantiene una lucha contra los prejuicios que hoy tienen en decadencia el bordado del pepenado, una tradición que simboliza la identidad de San Antonio Cacalotepec, comunidad originaria de San Andrés Cholula, donde la expansión inmobiliaria y la llegada de residentes entierra gradualmente esta típica indumentaria.
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De entre los más de 30 mil pobladores de la zona, Alejandra Cuautle es la única que aún borda. Hace unos años lo hacía también su progenitora, de quien aprendió el oficio, y cinco vecinas más, pero el factor de la edad y en algunos casos la muerte las hizo guardar de forma definitiva la manta, los hilos y las agujas, herramientas básicas requeridas en esta labor.
Sin ayuda o interés de las autoridades de los tres niveles de gobierno, nuestra protagonista inició un proyecto de comunidad para compartir sus conocimientos a quien tenga interés de aprender esta actividad productiva.
Desde su hogar, donde implementó un pequeño taller, cada lunes y miércoles recibe a las mujeres que escuchan su llamado. El número es reducido, ya que llegan un promedio de cinco entre los dos días, pero afirma que mientras asista una seguirá enseñando esta costura a cambio de una módica cuota de recuperación, que en siglos pasados era presumida sin pena ni vergüenza por las longevas generaciones, pero que ahora es rechazada por las nuevas.
Lamenta que las personas le den poco valor al tejido, tanto en su realización como en su costo, cuando es todo lo contrario, porque es un arte hecho a mano, que requiere precisión, cálculo matemático y paciencia en la creación de prendas, donde cada una es única y personalizada, pues el tiempo para concluir es de un mes hasta año y medio, dependiendo de la habilidad adquirida por la artista.
Digo a las nuevas generaciones que no se avergüencen de usar este tipo de ropa, que nos recuerda a nuestros antepasados y quienes lucharon por conservar lo que hoy tenemos. Debe preservarse y por eso siempre animo a las y los jóvenes, a que luchen por mantener la identidad de los pueblos, sostiene María Alejandra.
Con ella coincide Dafne Reyes Jurado, responsable del Programa Intercultural de Vida Universitaria “Pedro Arrupe” de la Universidad Iberoamericana Puebla, quien precisa que la nueva forma de vida a la que aspiran las nuevas generaciones, donde en el caso de San Andrés Cholula hay una influencia extranjera, lleva a este sector de la población a elegir otros estilos de vida, en los que se descarta lo original y lo tradicional.
En tanto, José Cruz, integrante del Colectivo Frente Unidos Todos Somos Cacalotepec, comenta que, en este lugar, desde hace una década la agrupación ciudadana defiende la cualidad de pueblo originario que autoridades municipales y estatales han pretendido no reconocer, aun cuando se tienen los elementos históricos y territoriales.
“En Cacalotepec se han perdido tradiciones y actividades por la llegada de la industria y luego por Lomas de Angelópolis, que es un fraccionamiento que arrasa con nuestros cultivos y del año 2000 a la fecha ha asentado vivienda en más de 500 hectáreas, donde antes se sembraba chile poblano y el conocido como loco. Hoy la gente ha dejado de hablar la lengua náhuatl, que en la zona es llamada mexicano, pero como grupo luchamos por rescatar nuestra cultura, como es el bordado del pepenado, la realización de huaraches de palma y la panadería tradicional”, detalla.
Por su parte, Cruz Sánchez y Guadalupe Chantes, alumnas del taller de bordado, así como Estela Cuautle, modista de Cacalotepec, por separado, expresan que aportan su granito de arena para rescatar el pepenado. En el caso de la última, comparte que hay la intención de patentarlo, pues, aunque hay muchos tejidos en el país, el de Cacalotepec es único por el plisado que se combina en su técnica.
Es arte, no artesanía
Esto no es artesanía, sino arte, porque se elabora con las manos, es un arte hacer esto, hay que ir haciéndolo punto por punto y eso da piezas únicas, cada una es diferente, asevera María Alejandra Cuautle Coyotl, quien a sus 68 años de edad mantiene vivo este bordado, que hoy solo es zurcido por ella en todo Cacalotepec.
Relata que a los 45 años aprendió la técnica de su progenitora, pero fue hace dos años cuando decidió abrir su taller, al ver que las pocas mujeres que lo hacían se habían retirado.
En ese momento también observó que la población dejó de usar esta vestimenta, principalmente porque las nuevas generaciones sienten vergüenza. Así fue que decidió convocar al taller. Al primer llamado del 2022 llegaron algunas personas, donde varias terminaron una prenda, pero la mayoría no. En el último aviso vía WhatsApp, realizado a inicio de este año, acudieron otras más y hoy se tiene un promedio de cinco alumnas.
Precisamente junto a sus aprendices, platica que en el país y en Puebla hay muchos bordados, pero aclara que el hecho en Cacalotepec tiene una característica diferente, que es el plisado obligado en algunas zonas de la prenda. Es decir, se forman las figuras sobre éste.
Dice tener un catálogo de figuras que está por cumplir un centenar de años, herencia de su abuela, que indica cómo crear desde un guajolote, venado, flores, macetones, pajaritos y otros detalles más en esta técnica, donde si hay equivocación en un punto debe deshacerse el avance y empezar de nuevo, pues este trabajo amerita perfección.
En su caso explica que las piezas que elabora son por pedido, ante la escasa cartera de clientes, pues son pocas las personas que pagan por una, donde el precio más bajo es de dos mil 300 pesos.
Con nostalgia habla de la situación que enfrenta el bordado del pepenado y la pregunta qué hace es “¿después quién seguirá esto o qué pasará?”, ya que señala que hoy la realidad es que hay desinterés social y gubernamental para rescatar lo originario de los pueblos.
“Lo nuevo también es bonito, pero recordar a nuestros antepasados es también importante y si vemos que las autoridades no lo hacen, tenemos que hacerlo nosotros, y no solo es rescatar el bordado, sino también nuestra lengua, el mexicano, y otras artesanías que están pasando por lo mismo, porque somos pueblo, no una colonia de la ciudad de Puebla. A los jóvenes les digo que se involucren y se sientan orgullosos de sus raíces, como yo”, concluye.
Lucha contra la vergüenza
Guadalupe Chantes es una aprendiz de este bordado y desde su clase reprueba que las nuevas generaciones rechacen este tipo de costura y tengan pena de usarla.
Mucha gente ya se avergüenza de lo que es, hasta de los apellidos que tiene, considero que los prejuicios están acabando con la identidad de los pueblos, pero si logramos que la gente logre rescatar lo que hay, se avanzará en que los pueblos originarios no pierdan su esencia, opina.
Contenta por conocer y practicar este oficio, expresa que es complicado para ella asistir a las clases, por tener otras ocupaciones, pues es costurera de la zona, pero aun con las adversidades dedica tiempo para sumarse al proyecto de doña María Alejandra, para que esto no muera.
Expone que en Cacalotepec han existido cambios sociales, uno de ellos, que cada vez son menos las personas hablantes del mexicano o quienes hacen artesanías propias del lugar, por eso se siente orgullosa de ser parte del grupo de bordado, pese a las críticas.
“Somos la burla de la gente, cuando nos ven portando nuestra vestimenta nos preguntan que porqué estamos vestidas así, si es un disfraz o qué, pero yo respondo que es la ropa que portaban nuestros ancestros, que mis papás y abuelos usaron y que ahora yo presumo. E invito a la gente a que haga lo mismo y se inscriba al taller”, añade.
Por su parte, Cruz Sánchez Santiago, otra alumna del taller, ventila que no es vecina de San Antonio Cacalotepec, porque tiene su hogar en San Rafael Comac, otra junta auxiliar de San Andrés Cholula, pero decidió inscribirse al taller por curiosa.
A sus 75 años de edad, ya terminó un vestido con este tipo de hilvanado, al cual dedicó año y medio de su tiempo y ahora realiza otro para sacar otro 10 de calificación.
Señala que ahora trata de convencer a sus hijas y nietos para que aprendan el oficio y se sumen a la cadena iniciada por doña María Alejandra.
Se busca patentar
Desde el taller, donde el ambiente entre las participantes es ameno por la convivencia que se genera, Estela Cuautle, egresada de la Industria de la Moda, también aporta su granito de arena. Revela que se busca patentar el bordado de Cacalotepec como una forma de encumbrarlo, pero también de preservarlo.
En su caso, apunta que su participación en este esquema de rescate fue crear diseños más innovadores y casuales para las jóvenes, alterando con ello los diseños originales.
“La intención de los nuevos diseños es que los bordados sean menos pronunciados y el costo de las piezas más baratas para que no solo se pueda competir con otros bordados nacionales, sino con confecciones chinas, donde estas últimas son de temer por el copiado de diseños que hacen y el bajo costo de sus prendas”, subraya.
La modista, pese a los avances en la confección, defiende lo artesanal y original, ya que son diseños creativos y con mensaje cultural, aunque también respeta las diferentes opiniones en el tema, pero asegura que mientras haya personas que quieran usar la ropa típica, esta moda seguirá sobreviviendo a pesar de los años.
Influencia extranjera en San Andrés Cholula
Dafne Reyes Jurado, responsable del Programa Intercultural de Vida Universitaria Pedro Arrupe de la Universidad Iberoamericana Puebla, puntualiza que actualmente en San Andrés Cholula hay estándares de nuevas formas de vida a las que aspiran los jóvenes, derivadas de los procesos de globalización, la tecnología y la influencia extranjera que ronda el territorio, lo que trae problemáticas multifactoriales, entre ellas, el olvido a lo original.
“Los jóvenes buscan otras formas de vida, siguen el modo de vida occidental y se alejan de lo tradicional o rural y creo que se requiere de un trabajo conjunto, no solo la comunidad, sino también el gobierno y los maestros en las aulas, para evitar la discriminación que hoy tiene algunas costumbres y tradiciones, porque debe educarse a la sociedad”, añade.
No solo las técnicas de los bordados, sino la preservación de las lenguas originarias, deben cuidarse en el ámbito educativo, gubernamental, comunidad, social y económico, porque hoy se debe posicionar que lo tradicional también evoluciona y se transforma, pero sin alterar los fondos culturales y donde tengan un lugar para hacer aportes.
Finalmente, confía en que el trabajo en comunidad es posible y a través de éste debe promoverse el aprecio y amor por lo tradicional y es loable lo que hacen algunas personas para dar a conocer lo que hoy no se conoce, ya que eso genera identidad.
Fiesta del Tlapalehuil
José Cruz, integrante del Colectivo Frente Unidos Todos Somos Cacalotepec, afirma que esta comunidad de San Andrés Cholula, que es sitiada por el exclusivo fraccionamiento Lomas de Angelópolis, se resiste a perder sus tradiciones y costumbres.
A través de la Fiesta del Tlapalehuil, que tiene lugar cada septiembre, un grupo de pobladores difunde la historia de esta comunidad que hoy está integrada por 15 mil pobladores originarios y otra cifra similar de foráneos, así como sus tradiciones.
Puntualiza que Cacalotepec es la junta auxiliar más longeva de San Andrés Cholula, porque tiene registros de asentamientos humanos de hace mil años.
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Con 73 años de edad, reprocha que hoy la actividad agraria se esté perdiendo por la creación de vivienda en masivo y la salida de las nuevas generaciones a las grandes ciudades, pero acentúa que mientras haya gente comprometida continuarán rescatando sus costumbres y compartiéndolas a quienes tengan interés, porque las autoridades no hacen lo propio.