/ viernes 4 de octubre de 2019

Muy sabroso, muy sabroso, pero, ¿sabes qué significa el pan de muerto?

Aquí te contamos la historia de esta deliciosa tradición

Comer pan de muerto es una manera de honrar a nuestros difuntos. Su forma, sabor y consistencia es algo que nos fascina, pero, ¿conoces su origen?

El Instituto Nacional de Antropología e Historia afirma que el origen de este se remonta a la Colonia, aunque inspirado en rituales prehispánicos. Existen tres versiones acerca de sus inicios.

Una de ellas refiere que este pan era hecho en forma de corazón, que aludía al corazón de una princesa sacrificada para ofrendar a los dioses, mismo que aun latiendo era sumergido en una olla con amaranto para quien encabezara el ritual, lo mordiera en agradecimiento. El pan de muerto habría surgido así para sustituir esta práctica, aunque con un simbolismo similar: la muerte como ofrenda.

Otra versión apunta a que se trata de una alegoría de las ofrendas que antiguamente colocaban en el sepulcro de los muertos. Entre ellas figuraba un pan hecho con semillas de amaranto, molidas y tostadas, que se bañaban con sangre de los sacrificios en honor a los dioses Izcoxauhqui o Huehuetéotl. El pan de muerto sería entonces una adecuación de esta costumbre.

Hay una tercera que alude a un rito en el que simbólicamente los habitantes consumían a la divinidad (Huitzilopochtli). Era elaborado de alegría y llevaba un corazón de amaranto al cual le encajaban un pico de manera simbólica, luego el pan era repartido entre la comunidad y así todos consumían la divinidad.

A través del tiempo, el pan de muerto se modificó de diversas maneras hasta llegar a la hojaldra que conocemos y que tradicionalmente va espolvoreada con ajonjolí.

SIMBOLOGÍA

Forma circular: significa el ciclo de la vida y la muerte.

Bola al centro: representa el cráneo o el corazón del difunto.

Cuatro canillas: son una alusión a los huesos. Están colocadas en forma de cruz que indican los cuatro rumbos del universo (agua, tierra, fuego y aire); también los cuatro puntos cardinales del calendario azteca, esenciales para el retorno de los muertos a casa, relacionados con un dios distinto: Quetzalcátl, Xipototec, Tlaloc y Tezcatlipoca.

Ajonjolí: lágrimas de los vivos que lamentan al difunto.

Sabor a azahar: evoca el recuerdo de los difuntos.

AQUÍ LA REVISTA

Comer pan de muerto es una manera de honrar a nuestros difuntos. Su forma, sabor y consistencia es algo que nos fascina, pero, ¿conoces su origen?

El Instituto Nacional de Antropología e Historia afirma que el origen de este se remonta a la Colonia, aunque inspirado en rituales prehispánicos. Existen tres versiones acerca de sus inicios.

Una de ellas refiere que este pan era hecho en forma de corazón, que aludía al corazón de una princesa sacrificada para ofrendar a los dioses, mismo que aun latiendo era sumergido en una olla con amaranto para quien encabezara el ritual, lo mordiera en agradecimiento. El pan de muerto habría surgido así para sustituir esta práctica, aunque con un simbolismo similar: la muerte como ofrenda.

Otra versión apunta a que se trata de una alegoría de las ofrendas que antiguamente colocaban en el sepulcro de los muertos. Entre ellas figuraba un pan hecho con semillas de amaranto, molidas y tostadas, que se bañaban con sangre de los sacrificios en honor a los dioses Izcoxauhqui o Huehuetéotl. El pan de muerto sería entonces una adecuación de esta costumbre.

Hay una tercera que alude a un rito en el que simbólicamente los habitantes consumían a la divinidad (Huitzilopochtli). Era elaborado de alegría y llevaba un corazón de amaranto al cual le encajaban un pico de manera simbólica, luego el pan era repartido entre la comunidad y así todos consumían la divinidad.

A través del tiempo, el pan de muerto se modificó de diversas maneras hasta llegar a la hojaldra que conocemos y que tradicionalmente va espolvoreada con ajonjolí.

SIMBOLOGÍA

Forma circular: significa el ciclo de la vida y la muerte.

Bola al centro: representa el cráneo o el corazón del difunto.

Cuatro canillas: son una alusión a los huesos. Están colocadas en forma de cruz que indican los cuatro rumbos del universo (agua, tierra, fuego y aire); también los cuatro puntos cardinales del calendario azteca, esenciales para el retorno de los muertos a casa, relacionados con un dios distinto: Quetzalcátl, Xipototec, Tlaloc y Tezcatlipoca.

Ajonjolí: lágrimas de los vivos que lamentan al difunto.

Sabor a azahar: evoca el recuerdo de los difuntos.

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