Al paso del amanecer, emerge gradualmente el ajetreado ritmo citadino. Una alarma para despertar es innecesaria cuando vives con la acústica urbana de Puebla. Las calles se atiborran de vehículos y personas: claxons, motores, frenos, gritos, voces y polifonías. A ello se le suma la vendimia móvil: tamales, gas, agua y la inconfundible voz del “fierro viejo”. Así se oye una fracción del normalizado fragor que inquieta a especialistas, pues le atribuyen a la contaminación auditiva diversas condiciones neurológicas y emocionales.
Aun cuando se conocen bien las consecuencias funestas sobre la salud, no hay conteos oficiales que evidencien la nocividad del exceso de ruido: este es el principal problema, reconoce en entrevista con esta casa editorial el médico y catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep), Víctor Manuel Caballero Solano. “El ruido es, además de desagradable, dañino”, comenta el especialista.
La escasa medición de este fenómeno supone, en primer lugar, un desconocimiento generalizado sobre las repercusiones físicas, neurológicas y hasta psicológicas en quienes lo padecen, no sólo en el ámbito individual, sino también en la dimensión de la salud pública.
Aunque la contaminación auditiva parezca algo normal, no lo es, insiste el especialista. Por ello, ante la poca observancia sobre esta situación, la concientización sobre las repercusiones de salubridad es clave para contener su impacto en el bienestar social. En la ciudad de Puebla, además de la gente y el tráfico vehicular, las aeronaves, la industria de la construcción, los bares y centros de entretenimiento, así como sonideros y animales, son algunos de los ruidos más presentes en la cotidianidad.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el contaminante acústico es el segundo responsable de provocar trastornos relacionados al medio ambiente, esto tan solo después de la polución del aire. A nivel federal, la Norma Oficial Mexicana NOM-011 establece que, en un periodo máximo de ocho horas, la exposición máxima a la estridencia es de 90 decibeles (dB), pues pasado este parámetro los peligros se acrecientan.
Aunado a lo anterior, el Congreso de Puebla aprobó en junio pasado la Ley de Atención y Prevención de la Contaminación Visual y Auditiva, que fue propuesta por el gobernador Miguel Barbosa Huerta. Dicho estatuto establece que las sanciones económicas contra quienes sobrepasen los límites sonoros fijados por la autoridad federal irán de mil 924 pesos hasta un millón 924 mil pesos.
Padecimientos cardiovasculares y emocionales
De acuerdo con Caballero Solano, el límite de la NOM-011 es inadecuado, pues la exposición considerada “extrema” tendría que ser de hasta 55 decibeles, por un periodo de hasta 120 minutos.
“Estar expuesto por más de dos horas continuas a un ruido que sobrepasa (...) la norma, estamos hablando de que esta persona va a poder incrementar hasta en un cinco por ciento su presión arterial (...) Podemos considerar que se está en riesgo de mantener una enfermedad crónica”, abunda el galeno.
Aunado a la hipertensión, los diagnósticos de arritmias suelen aparecer cuando se expone a altas concentraciones acústicas. Por si eso fuera poco, los trastornos relacionados a la mente no están exentos, pues muchas veces provocan irritabilidad en la gente.
“El sonido tiene otro efecto, que es el estrés, que tampoco percibimos cuando estamos expuestos a un ambiente ruidoso, las personas experimentan desasosiego, ansiedad y estrés y eso es otra consecuencia (...) También la depresión es (...) ocasionada [por] el ruido ambiental (...) La ciudadanía de a pie, desde luego no camina con protección en la calle”, señala.
Para ponerlo en retrospectiva, de acuerdo con la Secretaría de Salud federal, los diagnósticos de depresión en poblanos incrementaron 71 por ciento, de 2020 a 2022. Y aunque el especialista reconoció que no se puede determinar cuántos de ellos fueron causados por el exceso acústico, refirió que los datos son suficientes para atender una de las principales causas, que en este caso es el exceso de ruido.
Además de las condiciones cardiovasculares, se suman otras propias del funcionamiento auricular, como son la otoesclerosis, que genera dificultad para conducir el sonido a través del oído; así como la tinnitus, que provoca un zumbido el cual deriva en la pérdida momentánea de audición. En ambos casos, se trata de una respuesta al traumatismo que genera el ruido, por lo que una persona podría perder la capacidad de escuchar permanentemente.
“Es como si lo golpearan y entonces queda un zumbido, ese zumbido tarda en repararse a veces el mismo tiempo [que] estuvimos expuestos [a la estridencia], por eso es importante dejar descansar los oídos para que pueda haber una recuperación, pero siempre estamos expuestos a ello”, subraya.
Otra forma de generar contaminación acústica es mediante el uso de audífonos. De acuerdo con el médico entrevistado, alrededor del 85 por ciento de usuarios de estos artefactos desarrollan algún tipo de condición auditiva.
“Al colocarnos un tapón en los oídos y concentrar hacia el tímpano un sonido (...) generamos una afectación que puede lesionarnos de manera permanente”, apunta.
Obreros, el sector más afectado
Desafortunadamente, aunque existe la normatividad federal, esta no siempre se contempla como prioridad, sobre todo en el ámbito industrial, por lo que los obreros suelen trabajar en condiciones críticas que los ponen en un peligro inminente a padecer cualquiera de las enfermedades ya mencionadas.
“Hay trabajadores que [laboran] en empresas donde hay una producción de ruido continuo. Casi todas las empresas tienen procesos industriales que generan ruido y todos ellos deben tener protección, pero muchos de ellos no lo utilizan”, comenta Caballero Solano.
En ese sentido, celebra que medidas como la recién aprobada por el Legislativo robustecen el marco normativo, no obstante, hizo hincapié en que las mismas deben aplicarse y estar vigiladas, pues de lo contrario podrían convertirse en letra muerta.
Nula serenidad
La medianoche favorece la apacibilidad para la gran mayoría, pero no para Aurora Sánchez Tobón, habitante de San Pablo Xochimehuacan, en la capital poblana. El estruendoso tren que atraviesa por donde vive interrumpe su sueño exactamente a la una de la mañana; cuando éste pasa, la joven logra conciliar su siesta, pero sólo la mantiene hasta las seis, pues a esa hora se prepara para salir de casa. Su descanso diario dura apenas cinco horas.
“Ya estoy acostumbrada”, repite con frecuencia, al mismo tiempo de reconocer que en San Pablo lo raro sería “estar en silencio”. Así, mientras enumera todos los factores de fragor que forman parte de su día, toma una breve pausa, y en un instante de retrospección reconoce que vive sometida al ruido: “La verdad no lo había pensado”.
“Donde vivo, el principal ruido que se escucha es el tren. Pasa muy constante y bueno, yo ya estoy acostumbrada a escucharlo, pero he invitado amigos o personas a mi casa y lo primero que mencionan es ‘¿Cómo no te estresas del sonido del del tren?’ Y sí, o sea, yo como ya estoy acostumbrada, no lo noto, pero sí es un ruido muy constante”, comparte.
Aunque su casa está a más de un kilómetro de distancia de la vía ferroviaria, la sensación acústica es de 5 metros, dice, “sin exagerar”. Convivir con ello es engorroso, pero sobre todo incierto, pues cada noche se acuesta pensando que pronto despertará con la inconfundible bocina del convoy.
El paso del tren siempre provoca intranquilidad, quizás sea por el ritual que acompaña al momento, ya que antes de llegar, su venida es anunciada por los sincronizados ladridos de los caninos que velan la colonia. Aunado a ello, la fricción de la locomotora con los rieles produce un chillido intolerable.
Por desgracia, esto no es lo único que produce estruendo. Cada fin de semana, las calles de San Pablo Xochimehuacan son acaparadas por los sonideros, quienes se instalan en las calles de las colonias.
“Comúnmente ya sé que los fines de semana son de fiestas. Es cuando las personas aprovechan para contratar estos servicios, porque hay demasiados y pues igual yo también (...) Ya acostumbrada a [estos] ruidos, pero no debería estarlo”, indica.
Con el paso del tiempo, ha notado un detrimento en su salud física y en la de su familia. Tanto ella como su hermano suelen “levantarse con mucho sueño”, y aunque esto pareciera ser una condición habitual al despertar temprano, refiere que el cansancio afecta sus actividades diarias, al punto de interferir con su concentración.
De igual manera, su familia se ha vuelto “más irritable” y poco tolerable al ruido. Sin ánimos de señalar ni culpar a nadie, Aurora Sánchez lamenta que factores fuera de su alcance causen un deterioro en su salud-.
Lamentablemente, además de la fatiga y repercusiones emocionales, el exceso de ruido, especialmente el que provocan los grupos musicales, ha causado inconformidad entre sus vecinos, al punto de generar un ambiente hostil e incómodo.
Sonideros, a favor de reducir contaminación auditiva
Uno de los grupos sonideros más populares del estado es Sonido Fantasma, también originario de San Pablo Xochimehuacan. Esta casa editorial buscó a su creador, Paulo César Juárez González, quien reconoce en entrevista que, si bien, su actividad es del gusto de mucha gente, suele provocar algunas molestias, particularmente para quienes se encuentran alrededor de sus escenarios.
Por ello, se pronuncia a favor de que los sonideros se realicen en espacios cerrados, y no en las calles como regularmente suele hacerse, pues dice que esto “dignificaría” la actividad y disminuiría los reclamos de algunos vecinos.
“Hay que hacer el sonidero más de lugares (...) cerrados, lugares con servicios de baño, seguridad, de comodidad y que dejemos un poquito ya un lado el tema de las calles (...) donde no molestamos a mucha gente. Creo que para todos es molesto (...) a veces [en] casa pasa la del fierro viejo, los tamales y el pan, a un volumen exagerado y te molesta; igualmente un sonidero, son altos decibeles de sonido”, señala.
Y añade: “Yo entiendo también y no debes de ser egoísta, debes ponerte en la posición del otro lado (...) nosotros también, acabando de tocar, somos ciudadanos como ellos, entonces yo creo que sí es molesto”.
Quien coincide con el músico y además se muestra particularmente a favor de la medida gubernamental de limitar la emisión de decibeles es Javier Barbosa Ramírez, originario de San Cristóbal Tepatlaxco y titular del grupo Sonido Manhattan, uno de los más conocidos en San Martín Texmelucan.
“Los bailes callejeros son nuestra fuente de ingresos, pero pues tenemos que estar dentro de la norma y de las reglas, porque si queremos dar un buen ejemplo, tenemos que acatar las indicaciones del gobierno”, resalta.
Reglamento acústico
En otra zona de la ciudad de Puebla, Sara Jocelyn Cardoso Mecalco, vecina del céntrico Barrio de Santiago, relata que el ruido en su colonia es un problema casi inevitable, al punto de que en el edificio en el que vive tuvieron que imponer sanciones económicas a quienes excedan su liberación sonora; pese a ello, las normas son poco respetadas.
“Aquí la mayoría son jóvenes de entre 18 y 25 años (...) Siempre, jueves y viernes son días en los cuales seguramente hay fiesta y ruido hasta las cinco de la mañana (...) Cantan y está todo con el volumen al máximo (...) ni siquiera tienen esa prudencia o esa responsabilidad de decir ‘Sí, ya no son horas’”, relata la desesperada joven.
Hartos de la estridencia, los vecinos acordaron multas para “los ruidosos”. El parámetro que usan para medir esta característica no es un sonómetro ni mucho menos, sino más bien un reloj. De esta manera, quienes hagan ruido excesivo después de las 11 de la noche deben pagar entre 300 hasta mil pesos.
En consecuencia, han sido muy pocos los que han afrontado su sanción, pues al ser un reglamento entre condóminos, las normas no son vinculantes, al menos no penalmente. Por ello, gente como Cardoso Mecalco ve con buenos ojos las penas recién aprobadas por la autoridad.
Mediante un sondeo realizado por esta casa editorial en puntos aledaños a bares y salones de eventos, se constató que una gran mayoría de vecinos desconoce el procedimiento para denunciar a los generadores de estridencia. Inclusive algunos mencionaron que la policía municipal ha llegado a desestimar sus reportes o en ocasiones ni siquiera llegan al lugar.
Derecho al silencio
Jimena De Gortari Ludlow es catedrática de la Universidad Iberoamericana e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus estudios se basan principalmente en el ámbito sonoro y su relación con la planeación urbana y la salud pública. En 2019 escribió el Decálogo Contra El Ruido, con el que busca concientizar sobre la contaminación auditiva en toda la nación.
“Uno de los derechos humanos (...) fundamentales es el derecho al descanso, y por lo tanto el derecho al silencio (...) y en el país es algo que no ha sido tomado en cuenta con la rigurosidad que se requiere y pues esto va creciendo como mancha de aceite y el ruido cada día invade cada rincón”, acusa la académica en entrevista con El Sol de Puebla.
Con pleno conocimiento del marco legal federal, sostiene que la libertad de vivir en un ambiente tranquilo está consagrada en la Carta Magna: “Hay que seguir llamando la atención sobre un contaminante que afecta directamente a los derechos humanos fundamentales”.
Por ello, refiere que la jurisprudencia federal en la materia, tal es el caso de la NOM-011, se vuelve insuficiente ante esta creciente problemática que atañe a la población: “Es un inicio, yo no digo que esté mal, pero, insisto, esa norma oficial no [es] operativa (...) Tiene límites permisibles entre 65 dB, cuando normalmente uno tendría que estar hablando entre 40 o 45”.
Aunque se pronunció a favor de mejorar el precepto, sostiene que lo ideal sería que cada entidad formule sus propias medidas. Celebra que Puebla adecuara nuevas leyes al respecto, sin embargo, destaca que todavía es necesario ampliar sus alcances y obligaciones.
“Habría que hacer zonificación acústica en las ciudades (...) con un monitoreo, por ejemplo (...) [Debe] ampliarse desde lo local, a mí me parece que el federal se pierde y se diluye. Es tan diverso el territorio (...) que creo que solamente una autoridad local podría trabajar”, indica.
A propósito, la escasa regulación aumenta las posibilidades de llegar a un punto inminente para la salud y el medio ambiente, pues al igual que otros tipos de contaminación, como la atmosférica, la auditiva provoca daños todos los días y lo hace de forma exponencial, apunta.
“También en términos sociales (...) no te permite comunicarte adecuadamente (...) [y] puede generar conductas muy violentas (...) El ruido impacta directamente en la salud, pero (...) también en lo emocional, social y hasta económico”, agrega.
Exceso acústico afecta también a otras especies
Para conocer sobre efectos colaterales de la contaminación sonora creada a partir de las actividades humanas, Jerónimo Chavarría Hernández, biólogo por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y jefe del Laboratorio de Cambio Climático y Ordenamiento Territorial de la Ibero Puebla, advierte que las secuelas alcanzan a otros seres vivos.
El especialista señala que, en el caso de la fauna, se sabe que pueden perturbarse los trayectos de aves migratorias, así como el de las abejas que polinizan la vegetación en el territorio: “Cuando se superan ciertos decibeles ya se empiezan a tener afectaciones orgánicas”.
En ese tenor, remarca que, si bien la instauración de la Ley de Atención y Prevención de la Contaminación Visual y Auditiva, promovida por el gobierno estatal y aprobada en el Congreso, representa la oportunidad de aminorar las secuelas más graves, deben contemplarse también las afectaciones a la flora y fauna.
Inversión pública, necesaria para contener daños
Además de la vigilancia en el cumplimiento de la ley, el doctor Caballero Solano, de la Facultad de Medicina de la UPAEP, subraya que la prevención de enfermedades causadas por el ruido excesivo debe atenderse desde las instituciones públicas.
Si bien, reconoce que regular por completo la emisión acústica en territorios urbanos es un asunto complejo, asegura que existe la forma de crear espacios libres de esta característica y enfocados en promover ambientes más sanos para la población. Esencialmente, estos sitios deben tener infraestructura verde.
“¿Cuál es la propuesta? Construir parques y aumentar la reforestación. Este tipo de acciones [benefician] al espacio público: en donde hay naturaleza hay descanso, y con ello, el descanso auditivo, además de visual. Estos espacios son indispensables para el desarrollo armónico del ser humano”, resalta.
Por último, para materializarlo, el especialista propone que se etiqueten recursos específicos para aminorar la contaminación auditiva, a parte de los que ya existen, para fomentar las obras de capital social. Con ello, insiste, se afianzará el derecho humano al descanso:
“[Una] política pública fundamental [debe ser] la generación de estos espacios públicos (…) que además son pulmones de oxígeno para una ciudad. Son lugares de descanso que [ayudan] también a la flora, la fauna y al ser humano; para que tengan espacios dignos y haya descanso para todos los órganos del cuerpo, incluidos los oídos”.