/ miércoles 10 de agosto de 2022

Cowork, el modelo que busca reconfigurar el esquema tradicional de las oficinas

Fue en 2016 cuando el modelo de negocios cowork llegó a México; en Puebla comenzó después del 2018

Trabajar junto a diseñadores, emprendedores, contadores, estudiantes y hasta ingenieros es posible en los espacios laborales compartidos, mejor conocidos como ‘cowork’. Se trata de un modelo de negocio que pretende reconfigurar el esquema típico de oficinas; y aunque contribuye disminuyendo los costos de arrendamiento, especialistas ponen sobre la mesa la asequibilidad y seguridad de este producto.

Para los aficionados del tema, esta práctica se remonta hace millones de años, cuando los primeros habitantes del planeta mezclaron sus habilidades para alcanzar objetivos en común. Sin embargo, la realidad es que, ya como la actividad lucrativa que se conoce hoy en día, ésta comenzó a finales de los años 90, en Berlín, capital de Alemania.

En Latinoamérica, estos recintos aparecieron en la década de 2010. En México, WeWork, una de las marcas mundiales líderes en el sector, se asentó en la Ciudad de México en 2016, dando inicio a la proliferación de dichos espacios en nuestro país.

Cowork en Puebla

La poblana María José Flores Lozano se inspiró en el veloz impulso y popularidad de estos sitios para emprender su proyecto Sonata Cowork, en 2018, siendo este uno de los primeros espacios de su tipo en Puebla. Cuando empezó, la compañía tenía apenas cinco clientes, y hoy posee dos sucursales y poco más de 200 usuarios.

En entrevista con esta casa editorial, la empresaria relata que el mercado poblano ha sido resiliente ante este nuevo concepto laboral. Esto se lo atribuye a la necesidad que los empleados contemporáneos tienen por desenvolverse profesionalmente en sitios que incentiven la colaboración con personas de diferentes áreas.

Convencida, detalla que un cowork es más que innovación infraestructural, pues lo verdaderamente importante es priorizar la tranquilidad y creatividad de las personas.

Aunado a lo anterior, en estos lugares se desarrolla comunidad. Según Flores Lozano, hacer cowork conecta con representantes de todas las ramas comerciales y sociales, lo que genera un intercambio sano, respetuoso y fructífero para todos: a esto se le conoce como networking.

“Puedes tener tu oficina privada [o] también puedes hacer coworking en la parte de arriba. Si te aburres, agarras tu laptop, te subes y te conectas a internet también en la planta alta. Ahí puedes estar haciendo networking (...) y estar conociendo a otros empresarios y hasta puedes hacer negocios”, menciona.

Sus servicios se dividen en paquetes que dependen de las necesidades de los clientes y del tamaño de las empresas. Por ejemplo, se puede rentar desde un espacio individual en mesas compartidas por mil pesos al mes, salas de juntas en 200 pesos por hora, hasta una oficina privada, amueblada y con línea telefónica directa, así como con la capacidad para cuatro personas, en 10 mil pesos mensuales.

Los “bajos” costos del cowork representan un alivio ante el estrés inmobiliario que eleva el precio de viviendas y oficinas. Para las compañías más grandes, esto equivale a un ahorro, pero para los emprendedores y microempresarios esto significa la oportunidad de trabajar en un espacio adecuado a un costo asequible.

“Como emprendedor o como empresario, vas a bajar tus gastos fijos (...) sin pagar una renta muy elevada. En otro lugar tendrías que contratar a tu asistente o pagar internet, y el internet empresarial es muy caro (...) Vas a poder reducir [costos] muchísimo porque cuando tú rentas algo con nosotros, ya viene todo incluido”, subraya.

Ahora bien, en todos los planes hay servicios como acceso a la red, bebidas ilimitadas, estacionamiento, limpieza, recepción de visitas, domicilio fiscal y comercial, así como acceso a otras actividades recreativas y de capacitación, entre otros.

Particularmente en Sonata Cowork hay reuniones sociales semanales entre todos. Aunado a ello, se otorgan periódicamente cursos que son útiles para distintos giros comerciales, como por ejemplo, fotografía o hasta actividades deportivas o de relajación.

La compañía cuenta con una sucursal en el fraccionamiento Lomas de Angelópolis y otra en la colonia Jardines de San Manuel. En conjunto, suman 60 oficinas, 80 espacios disponibles para hacer cowork, seis salas de juntas, así como un par de terrazas y cafeterías.

Hoy en día, bajo el techo de su compañía, Flores Lozano refiere que operan marcas mundiales, nacionales y emprendedores. Respecto a las empresas más grandes, expone que entre sus clientes se encuentran dos de los principales prestadores de servicios de taxis ejecutivos: DiDi y Cabify, además de diversas startups –compañías emergentes–, como es el caso de la brasileña Frubana, que entrega productos alimenticios por internet.

Son diversos los planes los que se pueden adquirir para ser parte del coworking desde la renta de oficinas a pequeños espacios.Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Los retos de este modelo de negocio

Pese a ser una actividad considerada novedosa todavía, hay algunas otras, como el trabajo a distancia, mejor conocido como home-office, que representan grandes retos para la industria del cowork.

Para la empresaria de origen poblano, 2020 y 2021, primeros dos años de la pandemia de Covid-19, fueron el periodo más arduo en la historia de su negocio. Lo que nunca imaginó, sucedió, pues perdió más del 70 por ciento de los clientes que afianzó en dos años de arduo trabajo.

Así, los pocos que usaban el espacio eran los que ya habían firmado un contrato con antelación, pues entonces era el único esquema de negocio que tenía, esencialmente para garantizar sus ingresos.

En esos dos años, ni los atractivos descuentos fueron suficientes para alentar nuevos clientes. Con ello, María José Flores hizo un movimiento arriesgado e incierto, pues implementó la contratación por hora o por día, ampliando su abanico de paquetes, ya que la suscripción mensual no dejó de existir.

“Fue muy complicado para todos los centros de negocios y coworkings, porque pues la idea es estar en un área colaborativa con gente, y con la pandemia, desafortunadamente, sí, muchos de nuestros socios se dieron de baja. Muchos se quedaron con nosotros e intentamos que permanecieran, pero este tema de la pandemia [hizo que el] porcentaje de ventas fuera prácticamente nulo. Nadie contrataba espacios de coworking”, relata.

“Algunos clientes se quedaron porque tenían contratos vigentes con nosotros, pero no había gente que quisiera ir a hacer networking o irse a sentar al lado de más gente, pues con todo esto del Covid había mucho miedo e incertidumbre de qué iba a pasar”, agrega.

Ante la adversidad aprendió que la industria es muy “volátil”, pues la capacidad de administrar y eficientar los recursos debe complementarse con innovación, ya que esta última es el valor agregado que hace la diferencia en este competitivo mercado.

Pese a que su utilidad suele ser estable, dejar de percibir ingresos de forma prolongada pone en riesgo el suministro de los productos que se incluyen, como son los granos de café, servicios básicos como agua, luz e internet, la renta del propio lugar y la nómina de los trabajadores, entre otros.

La convivencia entre emprendedores, estudiantes, oficinistas y demás es uno de los grandes atractivos del sitio. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Ponerlo en marcha

Son diez personas quienes cada día hacen funcionar Sonata Cowork. Pese a ser un equipo reducido, se trabaja colaborativamente para recibir a los clientes siempre con una taza de café caliente, así como escritorios cómodos y aseados.

Sarahí Zenteno es responsable de la atención a invitados en la sucursal de San Manuel. Tener todo listo antes de la apertura de puertas es un ritual, reconoce en entrevista. Pese a que el horario es de 9 de la mañana a 7 de la tarde, el acceso es libre durante las 24 horas del día.

Por esa razón, sus actividades deben ser organizadas y puntuales. Desde su trinchera, se asegura que cada socio tenga disponibilidad de bebidas en cada momento, que los teléfonos funcionen adecuadamente, que cada foco esté prendido y que las impresoras estén preparadas.

Esto es sólo una fracción de sus responsabilidades, pues mantener funcionando un espacio de cowork implica tener habilidades de socialización, empatía y también de solución de conflictos.

“Me encanta trabajar aquí porque tenemos contacto con muchas personas y hay empresas de muchos giros (...) hay bastantes profesiones aquí y eso nos ayuda también a nosotros a generar relaciones y a gestionar una red de colaboración”, comenta.

Algunos emprendedores han encontrado en estos sitios personas que les ayudaron a mejorar sus habilidades. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Creatividad y libertad

Miguel Ángel Loaiza es jefe administrativo de Acoustics, una empresa enfocada en la instalación de equipo profesional de audio y video, pero también de aromas. En la industria, esta actividad es conocida como marketing sensorial.

Entre sus clientes más recurrentes se encuentran tiendas de almacén como Zara, pero también restaurantes como Vips o las cafeterías Starbucks. Recientemente trabajó en las oficinas centrales de la compañía, en la Ciudad de México, sin embargo, gracias al incremento en sus utilidades, su producto se amplió a otra región del país.

Aun cuando el alza en sus ganancias les permitió la expansión, la inversión en un espacio destinado exclusivo para ellos sería poco razonable, pues atentaría contra su estabilidad económica, comenta el profesionista. Para no sacrificar recursos en la adquisición de un espacio, Acoustics contrató una oficina privada de cowork en Puebla.

Desde ahí hacen negocios en los estados que comprenden el sur mexicano. De forma particular, el equipo, que está conformado por tres personas, encontró una forma de compartir sus habilidades con otras empresas y, con ello, obtener beneficios para sus propias actividades.

“Aquí hay mucho contacto y comunicación (...) Yo creo que nos sirve a nosotros, en la manera de operar, inclusive de tratar con los clientes (...) hay intercambio también de conocimientos. El proceso que llevamos cada una de las empresas es diferente, pero cada opinión se toma aquí y se analiza igual si lo podemos utilizar”, subraya.

Añade que gracias a la integración con trabajadores de empresas dedicadas al servicio al cliente, sus habilidades en ese sentido se han retroalimentado y complementado.

En un cubículo contiguo está Yamileth Rojas, licenciada en Administración de Empresas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), quien se dedica al reclutamiento.

Entre sus funciones están entrevistar a prospectos para cubrir vacantes, publicar ofertas de trabajo y hacer evaluaciones de personas. Constantemente hace videollamadas y se comunica con un gran número de personas. Asegura que desempeñar su trabajo en una oficina particular sería tedioso y poco digerible.

Su empleo es remoto, no obstante, optó por pagar por su cuenta un espacio de cowork, pues de esta manera puede hacer uso de las instalaciones a su favor, como por ejemplo, la sala de juntas virtuales.

“Me gusta más ver a las personas y convivir con ellas. Aunque no siempre nos hablamos, no me siento sola, o sea, siento que hay más personas aquí y eso es lo bonito (...) Está padre porque ves a las demás personas (...) y puedes establecer una bonita relación de trabajo”, confiesa.

En otro cowork de Puebla capital trabaja Anaith Álvarez, quien se encarga de los procesos administrativos de una empresa de bienes raíces. Antes laboró en una instancia gubernamental, por ello, relata, el cambio de un lugar a otro fue especialmente notable.

“Este ambiente (...) no se encuentra en una empresa común, porque se preocupan de hacer el espacio más cómodo (...) Todas las áreas están disponibles para poder laborar, porque a veces también es cansado estar todo el tiempo en la oficina, entonces, sin ningún problema nos podemos salir y todo está acondicionado para que puedas colocar tus dispositivos”, señala.

Aunado a ello, reconoce que hay dos cosas fundamentales en su ramo: la atención al cliente y el servicio de papelería. Para su fortuna, ambos se incluyen en la suscripción que la compañía paga al cowork y ello le facilita sus actividades. Además, las comodidades como aire acondicionado y la terraza hacen más llevadera su rutina y fomentan la creatividad.

Son varios retos los que el Coworking debe superar, aunque cada vez más personas deciden optar por este modelo de trabajo. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Un espacio diferente

Como parte de la innovación que requieren los recintos de trabajo colaborativo, la diversidad es una pieza clave en su funcionamiento. No todos estos espacios ameritan el uso de muchas oficinas o diversos escritorios. Así lo demuestra Sala Bruja, un espacio seguro de cowork situado en el Barrio de Santiago, que se vale principalmente de la creatividad y la colectividad.

Aimee Carrasco dirige este lugar. Todo surgió en 2020, cuando varias personas se quedaron desempleadas o sin la oportunidad de ir a la escuela de forma presencial. Junto a sus amigas y compañeras fundó el proyecto que entrelaza sus intereses profesionales y la voluntad por crear un espacio seguro y libre.

Al paso del tiempo, el lugar terminó siendo apropiado por la comunidad. El sitio consta de un cuarto en el que se impone un elevado techo. El tema principal es el color blanco y a un costado descansan materiales usados por talleristas: tambores, sonajas y algunas vestimentas. Del otro, un estante lleno de productos artesanales y orgánicos, todo ello bajo el velo de un magnánimo y colorido mural que hace alusión a las mujeres en resistencia en todo el mundo.

El elemento más representativo de Sala Bruja es una mesa de madera. Este mueble representa la unidad, el respeto y el cariño, pues sobre él se han gestado grandes proyectos y liberado inventivas mentes.

Con la firme convicción de ser un espacio seguro libre de discriminación y discursos de odio, el recinto abre sus puertas a cualquiera que lo encuentre útil. Aquí no sólo acuden trabajadores, pues muchos estudiantes, sobre todo universitarios, lo visitan para complementar la comunidad. Si bien, su público mayoritario son mujeres jóvenes y adultas, los adolescentes, infancias y personas adultas mayores suelen visitarlo de vez en cuando.

En tamaño es más pequeño que otros lugares similares en Puebla, pues sus usuarios mensuales son 20, sin embargo, todos ellos se mantienen leales, especialmente gracias a las actividades adicionales que ahí se realizan: desde talleres sobre danza, pintura, así como técnicas de producción y hasta resguardo de hortalizas.

Respecto a los costos, las tarifas son variadas, pues pueden comprarse paquetes diarios o periódicos. Todo depende de las necesidades de cada quien. Lo distinto es que aquí se emplea el trueque, es decir, si alguien no tiene las capacidades económicas para solventar su estancia en Sala Bruja, puede dar objetos o alimentos a cambio.

Para determinar la equivalencia entre el dinero y las donaciones, implementaron un tabulador en el que se establecen diversos productos como luces, cables, productos de papelería, inclusive alimentos enlatados o ya cocinados.

Una de las clientas del coworking en Puebla es Itzel Patricia Arroyo, estudiante de Publicidad en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y originaria de Guerrero.

En su caso, gusta de trabajar en sus tareas escolares acompañada de una buena taza de café caliente y la apantallante vista al mural. La colaboración con otras personas le resultó fructífera para su proceso de aprendizaje.

“Me siento más relajada, pues el mural, o sea, como que la vista también hace que todo se sienta un poco más alegre, no como (...) si estuvieras solamente en la gravitación de tu habitación, que son las cuatro paredes y ya. Aquí todo está más colorido y eso me ayudó”, detalla.

Cowork es un lujo

La especialista en cuestiones laborales, Alma Paz, mejor conocida como ‘La de RH’, que orienta a cientos de usuarios en redes sociales, sostiene en entrevista con este diario que el esquema de coworking es sólo una opción que generalmente paga el trabajador, pues muchos de ellos realmente laboran vía remota, pero buscan un espacio más cómodo y funcional para sus actividades.

“Sí es una alternativa y debería ser visto nada más como tal. O sea, cuando eres alguien que trabaja en varios sitios, como un nómada digital o trabajador de home-office, me parecen lugares muy amables y muy prácticos”, resalta.

Por ello, aunque el patrón debe pagar al empleado por los servicios de luz e internet que ocupa al estar en casa, no está obligado a costear lugares de cowork, al menos no con base a la Ley Federal del Trabajo. Igualmente, no se le puede exigir a una empresa que labora de forma presencial que incluya a sus empleados en sitios privados compartidos.

“Deben ofrecerte un espacio en el que puedas trabajar y listo. No importa cómo o dónde realmente, siempre y cuando tengas las condiciones de seguridad físicas y para laborar, realmente no hay problema”, recalca.

Por último, Alma Paz hace hincapié sobre un punto más: la seguridad. Refiere que aunque hacer cowork representa diversos beneficios, todavía hay perplejidad sobre la protección informática, pues al usar redes de internet compartidas existe riesgo de infiltración.

“En el asunto de seguridad, el estar compartiendo redes con otro tipo de personas (...) puede representar un tipo de riesgo de seguridad”, remata.

Trabajar junto a diseñadores, emprendedores, contadores, estudiantes y hasta ingenieros es posible en los espacios laborales compartidos, mejor conocidos como ‘cowork’. Se trata de un modelo de negocio que pretende reconfigurar el esquema típico de oficinas; y aunque contribuye disminuyendo los costos de arrendamiento, especialistas ponen sobre la mesa la asequibilidad y seguridad de este producto.

Para los aficionados del tema, esta práctica se remonta hace millones de años, cuando los primeros habitantes del planeta mezclaron sus habilidades para alcanzar objetivos en común. Sin embargo, la realidad es que, ya como la actividad lucrativa que se conoce hoy en día, ésta comenzó a finales de los años 90, en Berlín, capital de Alemania.

En Latinoamérica, estos recintos aparecieron en la década de 2010. En México, WeWork, una de las marcas mundiales líderes en el sector, se asentó en la Ciudad de México en 2016, dando inicio a la proliferación de dichos espacios en nuestro país.

Cowork en Puebla

La poblana María José Flores Lozano se inspiró en el veloz impulso y popularidad de estos sitios para emprender su proyecto Sonata Cowork, en 2018, siendo este uno de los primeros espacios de su tipo en Puebla. Cuando empezó, la compañía tenía apenas cinco clientes, y hoy posee dos sucursales y poco más de 200 usuarios.

En entrevista con esta casa editorial, la empresaria relata que el mercado poblano ha sido resiliente ante este nuevo concepto laboral. Esto se lo atribuye a la necesidad que los empleados contemporáneos tienen por desenvolverse profesionalmente en sitios que incentiven la colaboración con personas de diferentes áreas.

Convencida, detalla que un cowork es más que innovación infraestructural, pues lo verdaderamente importante es priorizar la tranquilidad y creatividad de las personas.

Aunado a lo anterior, en estos lugares se desarrolla comunidad. Según Flores Lozano, hacer cowork conecta con representantes de todas las ramas comerciales y sociales, lo que genera un intercambio sano, respetuoso y fructífero para todos: a esto se le conoce como networking.

“Puedes tener tu oficina privada [o] también puedes hacer coworking en la parte de arriba. Si te aburres, agarras tu laptop, te subes y te conectas a internet también en la planta alta. Ahí puedes estar haciendo networking (...) y estar conociendo a otros empresarios y hasta puedes hacer negocios”, menciona.

Sus servicios se dividen en paquetes que dependen de las necesidades de los clientes y del tamaño de las empresas. Por ejemplo, se puede rentar desde un espacio individual en mesas compartidas por mil pesos al mes, salas de juntas en 200 pesos por hora, hasta una oficina privada, amueblada y con línea telefónica directa, así como con la capacidad para cuatro personas, en 10 mil pesos mensuales.

Los “bajos” costos del cowork representan un alivio ante el estrés inmobiliario que eleva el precio de viviendas y oficinas. Para las compañías más grandes, esto equivale a un ahorro, pero para los emprendedores y microempresarios esto significa la oportunidad de trabajar en un espacio adecuado a un costo asequible.

“Como emprendedor o como empresario, vas a bajar tus gastos fijos (...) sin pagar una renta muy elevada. En otro lugar tendrías que contratar a tu asistente o pagar internet, y el internet empresarial es muy caro (...) Vas a poder reducir [costos] muchísimo porque cuando tú rentas algo con nosotros, ya viene todo incluido”, subraya.

Ahora bien, en todos los planes hay servicios como acceso a la red, bebidas ilimitadas, estacionamiento, limpieza, recepción de visitas, domicilio fiscal y comercial, así como acceso a otras actividades recreativas y de capacitación, entre otros.

Particularmente en Sonata Cowork hay reuniones sociales semanales entre todos. Aunado a ello, se otorgan periódicamente cursos que son útiles para distintos giros comerciales, como por ejemplo, fotografía o hasta actividades deportivas o de relajación.

La compañía cuenta con una sucursal en el fraccionamiento Lomas de Angelópolis y otra en la colonia Jardines de San Manuel. En conjunto, suman 60 oficinas, 80 espacios disponibles para hacer cowork, seis salas de juntas, así como un par de terrazas y cafeterías.

Hoy en día, bajo el techo de su compañía, Flores Lozano refiere que operan marcas mundiales, nacionales y emprendedores. Respecto a las empresas más grandes, expone que entre sus clientes se encuentran dos de los principales prestadores de servicios de taxis ejecutivos: DiDi y Cabify, además de diversas startups –compañías emergentes–, como es el caso de la brasileña Frubana, que entrega productos alimenticios por internet.

Son diversos los planes los que se pueden adquirir para ser parte del coworking desde la renta de oficinas a pequeños espacios.Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Los retos de este modelo de negocio

Pese a ser una actividad considerada novedosa todavía, hay algunas otras, como el trabajo a distancia, mejor conocido como home-office, que representan grandes retos para la industria del cowork.

Para la empresaria de origen poblano, 2020 y 2021, primeros dos años de la pandemia de Covid-19, fueron el periodo más arduo en la historia de su negocio. Lo que nunca imaginó, sucedió, pues perdió más del 70 por ciento de los clientes que afianzó en dos años de arduo trabajo.

Así, los pocos que usaban el espacio eran los que ya habían firmado un contrato con antelación, pues entonces era el único esquema de negocio que tenía, esencialmente para garantizar sus ingresos.

En esos dos años, ni los atractivos descuentos fueron suficientes para alentar nuevos clientes. Con ello, María José Flores hizo un movimiento arriesgado e incierto, pues implementó la contratación por hora o por día, ampliando su abanico de paquetes, ya que la suscripción mensual no dejó de existir.

“Fue muy complicado para todos los centros de negocios y coworkings, porque pues la idea es estar en un área colaborativa con gente, y con la pandemia, desafortunadamente, sí, muchos de nuestros socios se dieron de baja. Muchos se quedaron con nosotros e intentamos que permanecieran, pero este tema de la pandemia [hizo que el] porcentaje de ventas fuera prácticamente nulo. Nadie contrataba espacios de coworking”, relata.

“Algunos clientes se quedaron porque tenían contratos vigentes con nosotros, pero no había gente que quisiera ir a hacer networking o irse a sentar al lado de más gente, pues con todo esto del Covid había mucho miedo e incertidumbre de qué iba a pasar”, agrega.

Ante la adversidad aprendió que la industria es muy “volátil”, pues la capacidad de administrar y eficientar los recursos debe complementarse con innovación, ya que esta última es el valor agregado que hace la diferencia en este competitivo mercado.

Pese a que su utilidad suele ser estable, dejar de percibir ingresos de forma prolongada pone en riesgo el suministro de los productos que se incluyen, como son los granos de café, servicios básicos como agua, luz e internet, la renta del propio lugar y la nómina de los trabajadores, entre otros.

La convivencia entre emprendedores, estudiantes, oficinistas y demás es uno de los grandes atractivos del sitio. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Ponerlo en marcha

Son diez personas quienes cada día hacen funcionar Sonata Cowork. Pese a ser un equipo reducido, se trabaja colaborativamente para recibir a los clientes siempre con una taza de café caliente, así como escritorios cómodos y aseados.

Sarahí Zenteno es responsable de la atención a invitados en la sucursal de San Manuel. Tener todo listo antes de la apertura de puertas es un ritual, reconoce en entrevista. Pese a que el horario es de 9 de la mañana a 7 de la tarde, el acceso es libre durante las 24 horas del día.

Por esa razón, sus actividades deben ser organizadas y puntuales. Desde su trinchera, se asegura que cada socio tenga disponibilidad de bebidas en cada momento, que los teléfonos funcionen adecuadamente, que cada foco esté prendido y que las impresoras estén preparadas.

Esto es sólo una fracción de sus responsabilidades, pues mantener funcionando un espacio de cowork implica tener habilidades de socialización, empatía y también de solución de conflictos.

“Me encanta trabajar aquí porque tenemos contacto con muchas personas y hay empresas de muchos giros (...) hay bastantes profesiones aquí y eso nos ayuda también a nosotros a generar relaciones y a gestionar una red de colaboración”, comenta.

Algunos emprendedores han encontrado en estos sitios personas que les ayudaron a mejorar sus habilidades. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Creatividad y libertad

Miguel Ángel Loaiza es jefe administrativo de Acoustics, una empresa enfocada en la instalación de equipo profesional de audio y video, pero también de aromas. En la industria, esta actividad es conocida como marketing sensorial.

Entre sus clientes más recurrentes se encuentran tiendas de almacén como Zara, pero también restaurantes como Vips o las cafeterías Starbucks. Recientemente trabajó en las oficinas centrales de la compañía, en la Ciudad de México, sin embargo, gracias al incremento en sus utilidades, su producto se amplió a otra región del país.

Aun cuando el alza en sus ganancias les permitió la expansión, la inversión en un espacio destinado exclusivo para ellos sería poco razonable, pues atentaría contra su estabilidad económica, comenta el profesionista. Para no sacrificar recursos en la adquisición de un espacio, Acoustics contrató una oficina privada de cowork en Puebla.

Desde ahí hacen negocios en los estados que comprenden el sur mexicano. De forma particular, el equipo, que está conformado por tres personas, encontró una forma de compartir sus habilidades con otras empresas y, con ello, obtener beneficios para sus propias actividades.

“Aquí hay mucho contacto y comunicación (...) Yo creo que nos sirve a nosotros, en la manera de operar, inclusive de tratar con los clientes (...) hay intercambio también de conocimientos. El proceso que llevamos cada una de las empresas es diferente, pero cada opinión se toma aquí y se analiza igual si lo podemos utilizar”, subraya.

Añade que gracias a la integración con trabajadores de empresas dedicadas al servicio al cliente, sus habilidades en ese sentido se han retroalimentado y complementado.

En un cubículo contiguo está Yamileth Rojas, licenciada en Administración de Empresas por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), quien se dedica al reclutamiento.

Entre sus funciones están entrevistar a prospectos para cubrir vacantes, publicar ofertas de trabajo y hacer evaluaciones de personas. Constantemente hace videollamadas y se comunica con un gran número de personas. Asegura que desempeñar su trabajo en una oficina particular sería tedioso y poco digerible.

Su empleo es remoto, no obstante, optó por pagar por su cuenta un espacio de cowork, pues de esta manera puede hacer uso de las instalaciones a su favor, como por ejemplo, la sala de juntas virtuales.

“Me gusta más ver a las personas y convivir con ellas. Aunque no siempre nos hablamos, no me siento sola, o sea, siento que hay más personas aquí y eso es lo bonito (...) Está padre porque ves a las demás personas (...) y puedes establecer una bonita relación de trabajo”, confiesa.

En otro cowork de Puebla capital trabaja Anaith Álvarez, quien se encarga de los procesos administrativos de una empresa de bienes raíces. Antes laboró en una instancia gubernamental, por ello, relata, el cambio de un lugar a otro fue especialmente notable.

“Este ambiente (...) no se encuentra en una empresa común, porque se preocupan de hacer el espacio más cómodo (...) Todas las áreas están disponibles para poder laborar, porque a veces también es cansado estar todo el tiempo en la oficina, entonces, sin ningún problema nos podemos salir y todo está acondicionado para que puedas colocar tus dispositivos”, señala.

Aunado a ello, reconoce que hay dos cosas fundamentales en su ramo: la atención al cliente y el servicio de papelería. Para su fortuna, ambos se incluyen en la suscripción que la compañía paga al cowork y ello le facilita sus actividades. Además, las comodidades como aire acondicionado y la terraza hacen más llevadera su rutina y fomentan la creatividad.

Son varios retos los que el Coworking debe superar, aunque cada vez más personas deciden optar por este modelo de trabajo. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Un espacio diferente

Como parte de la innovación que requieren los recintos de trabajo colaborativo, la diversidad es una pieza clave en su funcionamiento. No todos estos espacios ameritan el uso de muchas oficinas o diversos escritorios. Así lo demuestra Sala Bruja, un espacio seguro de cowork situado en el Barrio de Santiago, que se vale principalmente de la creatividad y la colectividad.

Aimee Carrasco dirige este lugar. Todo surgió en 2020, cuando varias personas se quedaron desempleadas o sin la oportunidad de ir a la escuela de forma presencial. Junto a sus amigas y compañeras fundó el proyecto que entrelaza sus intereses profesionales y la voluntad por crear un espacio seguro y libre.

Al paso del tiempo, el lugar terminó siendo apropiado por la comunidad. El sitio consta de un cuarto en el que se impone un elevado techo. El tema principal es el color blanco y a un costado descansan materiales usados por talleristas: tambores, sonajas y algunas vestimentas. Del otro, un estante lleno de productos artesanales y orgánicos, todo ello bajo el velo de un magnánimo y colorido mural que hace alusión a las mujeres en resistencia en todo el mundo.

El elemento más representativo de Sala Bruja es una mesa de madera. Este mueble representa la unidad, el respeto y el cariño, pues sobre él se han gestado grandes proyectos y liberado inventivas mentes.

Con la firme convicción de ser un espacio seguro libre de discriminación y discursos de odio, el recinto abre sus puertas a cualquiera que lo encuentre útil. Aquí no sólo acuden trabajadores, pues muchos estudiantes, sobre todo universitarios, lo visitan para complementar la comunidad. Si bien, su público mayoritario son mujeres jóvenes y adultas, los adolescentes, infancias y personas adultas mayores suelen visitarlo de vez en cuando.

En tamaño es más pequeño que otros lugares similares en Puebla, pues sus usuarios mensuales son 20, sin embargo, todos ellos se mantienen leales, especialmente gracias a las actividades adicionales que ahí se realizan: desde talleres sobre danza, pintura, así como técnicas de producción y hasta resguardo de hortalizas.

Respecto a los costos, las tarifas son variadas, pues pueden comprarse paquetes diarios o periódicos. Todo depende de las necesidades de cada quien. Lo distinto es que aquí se emplea el trueque, es decir, si alguien no tiene las capacidades económicas para solventar su estancia en Sala Bruja, puede dar objetos o alimentos a cambio.

Para determinar la equivalencia entre el dinero y las donaciones, implementaron un tabulador en el que se establecen diversos productos como luces, cables, productos de papelería, inclusive alimentos enlatados o ya cocinados.

Una de las clientas del coworking en Puebla es Itzel Patricia Arroyo, estudiante de Publicidad en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y originaria de Guerrero.

En su caso, gusta de trabajar en sus tareas escolares acompañada de una buena taza de café caliente y la apantallante vista al mural. La colaboración con otras personas le resultó fructífera para su proceso de aprendizaje.

“Me siento más relajada, pues el mural, o sea, como que la vista también hace que todo se sienta un poco más alegre, no como (...) si estuvieras solamente en la gravitación de tu habitación, que son las cuatro paredes y ya. Aquí todo está más colorido y eso me ayudó”, detalla.

Cowork es un lujo

La especialista en cuestiones laborales, Alma Paz, mejor conocida como ‘La de RH’, que orienta a cientos de usuarios en redes sociales, sostiene en entrevista con este diario que el esquema de coworking es sólo una opción que generalmente paga el trabajador, pues muchos de ellos realmente laboran vía remota, pero buscan un espacio más cómodo y funcional para sus actividades.

“Sí es una alternativa y debería ser visto nada más como tal. O sea, cuando eres alguien que trabaja en varios sitios, como un nómada digital o trabajador de home-office, me parecen lugares muy amables y muy prácticos”, resalta.

Por ello, aunque el patrón debe pagar al empleado por los servicios de luz e internet que ocupa al estar en casa, no está obligado a costear lugares de cowork, al menos no con base a la Ley Federal del Trabajo. Igualmente, no se le puede exigir a una empresa que labora de forma presencial que incluya a sus empleados en sitios privados compartidos.

“Deben ofrecerte un espacio en el que puedas trabajar y listo. No importa cómo o dónde realmente, siempre y cuando tengas las condiciones de seguridad físicas y para laborar, realmente no hay problema”, recalca.

Por último, Alma Paz hace hincapié sobre un punto más: la seguridad. Refiere que aunque hacer cowork representa diversos beneficios, todavía hay perplejidad sobre la protección informática, pues al usar redes de internet compartidas existe riesgo de infiltración.

“En el asunto de seguridad, el estar compartiendo redes con otro tipo de personas (...) puede representar un tipo de riesgo de seguridad”, remata.

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