A los 17 años Elia Rivera Villegas, mejor conocida como Ely, emprendió un pequeño negocio que nació en un “localito” ubicado frente al mercado de la Acocota y que, años más tarde, se convertiría en toda una empresa de ocho sucursales en las que ha logrado cautivar el paladar de sus clientes con su mayor especialidad: las carnitas.
Doña Ely comparte su historia de éxito de principio a fin con una tierna sonrisa, misma que le hizo ganar sus primeros clientes y que poco a poco la vieron crecer en el negocio.
Esto no fue de un día para otro, de hecho, recuerda que su negocio surgió gracias a la mano bondadosa de una persona que le regaló un cazo y un quemador los cuales tuvo que ir a recoger en una carreta.
Antes de que iniciara la aventura que la convertiría en empresaria tuvo que vivir muchas necesidades. “Yo vine de un pueblito a los 12 años, específicamente de un rancho que se llama San José del Retiro (Oyameles, Tlatlauqitepec) y luego me vine a Puebla a estudiar en la primaria José María Morelos Pavón… nos fue mal y después nos fuimos a Santa Bárbara porque no nos alcanzaba el dinero para comer ni para pagar rentas”.
Después de estudiar la secundaria, su padre decidió inscribirla al Instituto Normal México, pero no siempre había dinero para pagar la colegiatura y para el uniforme completo.
Había unos cuadernos de dibujo los cuales tenían una hoja de cartulina y una de papel china, esa hojita era la que agarraba mi mamá para hacer mis blusas porque no había dinero para la blusa; yo no sé cómo le hacía para pagar los 30 pesos para colegiatura
Consciente de las necesidades, pensó en abrir un negocio, no tenía el recurso, pero sí el ímpetu para lograrlo.
Tenía 17 años y todos los días pasaba por el mercado la Acocota. Enfrente había un local y todos los días pasaba a preguntar que en cuánto lo rentabarecuerda con una sonrisa.
Yo le decía rénteme su local, rénteme su local, pero yo no tenía dinero. Un día de tantos que pasé me dice el señor: como has venido muchas veces te lo voy a rentar, pero si en 15 días no me pagas te lo quito y te vassin dudarlo Ely aceptó.
Consiguió dinero para ir al rastro y comprar la sangre con la que prepararía la moronga. Ahí encontró la mano bondadosa que le daría las herramientas para iniciar su negocio.
En el rastro, un señor que jamás había visto en la vida me preguntó que qué iba a hacer, le dije que a vender, entonces me dijo que me regalaba un cazo y un quemador, entonces pensé, ¡puedo hacer carnitas! y así inició la aventura de Carnitas Ely.
Un sábado 5 mayo de 1965 doña Ely abrió su local y su venta fue de 650 pesos. Había días buenos y malos, pero nunca desistió.
Se casó y los hijos llegaron, pero eso no fue impedimento para continuar con el negocio. De hecho, recuerda que ser madre y trabajadora no era fácil, pero siempre tuvo en mente tener un negocio propio y luchó hasta lograrlo.
Cuando tenía a mis hijos chiquitos los tenía en una caja de cartón junto a mí, siempre junto a mí. A veces una señora me ayudaba a llevarlos a la escuela porque siempre quise que progresaran, porque así lo hice con mis hermanos, luego con los hijos y ahora con los nietos.
Ser mujer, dice, no debe ser impedimento de nada pues “uno mismo debe enfrentar lo que venga”, por eso consideras que hay mucho que celebrar “debemos celebrar que la mujer pude sobresalir y puede lograr todo lo que se proponga con cariño y empeño. Todos tenemos la oportunidad de crecer en lo que uno quiera, solo no se desesperen, todo llega en su momento”, finalizó.
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