En tan sólo dos décadas, de 2002 a 2022, Puebla perdió 66 mil 300 hectáreas de cobertura forestal, o bien, el 6.7 por ciento de toda la superficie vegetativa del estado. Desde hace por lo menos 30 años, académicos y activistas han advertido que la deforestación ha crecido frente a la recuperación arbórea, lo cual supone un riesgo casi inminente para la subsistencia de miles de especies de flora y fauna, así como para la salud de las personas. Aunque la tala ilegal es quizá el motivo más conocido, no es el único que ocasiona la devastación, empero, la intervención humana es siempre el común denominador.
De acuerdo con un análisis realizado por El Sol de Puebla, con base en información satelital proporcionada por el sistema Global Forest Watch (GFW), el bosque primario, que hace referencia a los espacios forestales principales del estado, perdió 2 mil 880 hectáreas de superficie. El bosque húmedo fue el ecosistema más afectado por la deforestación. Este entorno es hogar para miles de especies de flora y fauna, muchas de ellas endémicas.
Francisco Javier Sánchez Ruiz, investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), señala que la pérdida forestal en Puebla se acentuó a partir de 2016. Desde esa fecha y hasta 2022 se perdieron mil 460 hectáreas de bosque primario, lo cual fue idéntico a lo que se aniquiló de 2004 a 2016.
Valentina Campos Cabral, directora del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga S.J. de la Universidad Iberoamericana Puebla, detalla que al desaparecer árboles se incrementan las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, que es uno de los gases de efecto invernadero más relevantes; además se alteran los ciclos hidrológicos y los niveles de temperatura, etcétera.
Precisa que la tala ilegal, los incendios forestales, la propagación de plagas, así como el cambio de uso de suelo no autorizado, la creciente demanda de terrenos para fines inmobiliarios, industriales y agrícolas, son las principales causas de deforestación en Puebla.
“Los humanos han modificado tanto los ciclos ecosistémicos que es muy difícil sacar la mano del humano de todos estos procesos, simplemente por el cambio climático (...) ¿Qué es lo que está causando la deforestación? La expansión de la mancha urbana, pues la expansión de las ciudades ocurre muchas veces a costa de zonas forestales, los bosques están pagando el excedente de nuestras urbes, pero también de zonas de cultivo”, comparte.
Por su parte, la periodista y activista medioambiental, María del Carmen Tajonar Méndez, conocida como Pame Tajonar, quien lleva más de tres décadas involucrada en la defensa de la Reserva Estatal Flor del Bosque, sitio que ella define como “el último pulmón de Puebla”, apunta que no sólo la zona metropolitana de la capital del estado está vulnerable ante la pérdida de bosques, pues en polígonos más grandes, como la Sierra Norte, los daños son desoladores, impactantes y en ocasiones hasta impunes.
Desde su punto de vista, Puebla está en un punto de quiebre difícil de subsanar. No obstante, precisa que, con voluntad política y determinación, puede materializarse un plan de emergencia para aplazar las dramáticas consecuencias que ya empiezan a agudizarse.
“Lejos de ver que por fin se está entendiendo el grado tan dramático y urgente que tenemos de deforestación de nuestro estado, al contrario, los permisos [de tala] se siguen dando (...) Se siguen construyendo fraccionamientos, desarrollos inmobiliarios de muy alta densidad, no hay quien los detenga, no hay una autoridad municipal ni estatal que detenga todo esto (...) Desafortunadamente el tiempo se nos termina”, denuncia Pame Tajonar.
Bosques poblanos, en detrimento
En entrevista con El Sol de Puebla, la profesora Campos Cabral, quien además ostenta un doctorado en Ciencias por el Colegio de Postgraduados Campus Puebla (Colpos-Pue), comparte que, con base en información de GFW, de 2010 a 2020, los municipios más afectados por la deforestación fueron los situados en la Sierra Norte, como Pantepec, Francisco Z. Mena y Venustiano Carranza.
No obstante, los estragos siguen siendo perceptibles en todo el estado, e incluso en todo el país. Según la académica, la desaparición de bosques afecta a la larga a diversos procesos químicos y biológicos del planeta Tierra, fundamentales para mantener la vida.
Precisa que este efecto devastador “modifica el equilibrio natural” del ecosistema, esto sin contar que interfiere negativamente en la infiltración del agua, pues, al perder superficie vegetativa, el suelo pierde funcionalidades propias del ciclo hidrológico.
En consecuencia, la temperatura y la precipitación se alteran drásticamente, al punto de presentarse o asentarse en periodos no previstos o prolongados, por ejemplo. Además, la destrucción vegetativa impacta en el aumento de emisiones de CO2 al ambiente.
Para poner en retrospectiva esta última situación, según datos del GFW, la pérdida arbórea en Puebla durante las últimas dos décadas provocó la expulsión de 31.7 millones de toneladas de CO2, que es un gas que contribuye al calentamiento global.
La doctora Campos Cabral explica que, al talar o matar un árbol, éste expulsa todo el CO2 que acumuló durante mucho tiempo. Asimismo, enfatiza que esta situación se agudiza cuando el ejemplar devastado es incendiado.
Además, se afecta la calidad del aire, se encarece la disponibilidad del agua y se vulnera la protección ante fenómenos hidrometeorológicos. Esto impacta eventualmente en la salud de las personas, así como de la flora y fauna. Agrega que la pérdida de suelo fértil pone en riesgo la seguridad alimentaria para el futuro.
“Estamos perdiendo la regulación de la temperatura, la protección meteorológica; estamos perdiendo incluso la parte estética”, resalta.
Por otro lado, la investigadora sostiene que la deforestación tiene un alto impacto sociocultural y económico, pues refiere que al menos el 60 por ciento de la superficie forestal en la entidad se encuentra en sitios ocupados por pueblos originarios.
Comparte que la recuperación arbórea avanza significativamente más lento que la propia deforestación. Es decir, según el GFW, entre 2002 y 2022 en Puebla se recuperaron 33 mil hectáreas de superficie forestal, cuando la pérdida en ese periodo fue de poco más de 60 mil hectáreas.
Al respecto, la especialista apunta que el municipio que tuvo la mejor recuperación forestal en la última década fue Chignahuapan, aunque también se sumó Ajalpan.
Daños en actividades agrícolas
El académico Sánchez Ruiz, quien ostenta un doctorado en Ingeniería Química por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), enfatiza que, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la entidad poblana se encuentra debajo del 60 por ciento en cuanto a los requerimientos de ejemplares arbóreos por persona.
Según el catedrático, este organismo mundial señala que deben existir por lo menos 10 árboles por individuo, esto sin contar otras fuentes de contaminación, como automóviles.
El profesor comparte que, con base en modelos matemáticos y físicos que realizó la UPAEP con otras universidades de Estados Unidos, se determinó que Puebla iniciará un proceso de consecuencias inminentes en 2026, debido a que la deforestación ha crecido en comparación con la recuperación arbórea.
Aunque dicho procedimiento puede ser aplazado, subraya que la recuperación total de la cobertura forestal de la entidad es un acto muy poco probable, pues asegura que el problema se ha dejado crecer sin que exista una acción contundente para frenarlo.
Advierte que, de no implementar una estrategia de reforestación efectiva, en 2026 se verán cambios climáticos abruptos y el estrés hídrico alcanzará el 60 por ciento en las principales cuencas hídricas. Esta situación ocasionará que la capacidad y calidad del agua sea deficiente, dañando, entre otras cosas, el suministro alimentario del estado. Esta situación provocaría que Puebla se vuelva dependiente de otros lugares.
“Lo que vamos a tener son cambios muy abruptos de temperatura, vamos a comenzar, si de por si ya estamos en estrés hídrico de 10 por ciento, lo vamos a llevar a un 60 por ciento. No vamos a tener la capacidad suficiente para recargar la las zonas de agua, la calidad del aire pasará de ser de mala a muy mala”, asegura.
Aunado a lo anterior, enfatiza que la contaminación del suelo, así como la sobreexplotación de los mantos acuíferos, provocan que la tierra pierda nutrientes importantes, situación que ocasiona la ausencia de superficie vegetativa fértil, por lo que los bosques se quedan sin funcionalidad.
Plagas, enemigo silencioso
Una de las principales causas de la pérdida de árboles en Puebla y otros estados del país es la proliferación de plagas, las cuales regularmente llegan mediante huéspedes, es decir, viajan a través de las personas o ejemplares de flora o fauna ajenos a un ecosistema –conocidos también como especies invasoras–, señala el doctor Sánchez Ruiz.
“Ha sido una falta de capacitación de los gobiernos el no poder acercar a la gente experta para saber si lo que ellos están planteando como reforestación no incluye especies invasoras”, precisa el especialista.
De acuerdo con el catedrático de la UPAEP, en la entidad poblana hay por lo menos 140 mil especies de flora susceptibles a la proliferación de plagas.
El profesor señala que los insectos defoliadores, que son una de las especies más comunes, fueron traídos a los bosques poblanos desde lugares como la India, en Asia, o incluso regiones de Sudamérica. Estos insectos, como los descortezadores, afectan el desarrollo de múltiples especies arbóreas, pues devastan sus nutrientes rápidamente al punto de dejarlos sin vida.
Al respecto, Sánchez Ruiz subraya que, de 2010 a 2020, alrededor de 10 mil hectáreas de bosque en Puebla se esfumaron debido a la presencia de esta plaga.
Por ese motivo, el académico apunta que organismos como la Comisión Nacional Forestal (Conafor) no tienen la capacidad técnica y operativa para emplear mecanismos de exterminio de estos insectos, pues ni siquiera se cuenta con los suficientes especialistas para evaluar las condiciones de los bosques, acusa.
Además, expone que es urgente que dependencias federales y estatales reactiven los sitios de vigilancia fitosanitaria, pues varios ejemplares arbóreos foráneos muchas veces traen consigo insectos de otros lugares, o bien las propias especies no son endémicas de la zona, son introducidas al estado, sin antes haber evaluado los daños.
Enfatiza que la autoridad encargada de realizar las revisiones en los principales accesos carreteros del estado es la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), pues, además de contar con los recursos humanos necesarios, es la encargada de identificar y perseguir delitos ecológicos.
Por otro lado, el investigador comparte que la introducción de especies no endémicas, e incluso exóticas, al suelo poblano, se constituye como una amenaza a los ejemplares que en realidad sí deben estar plantados en el territorio.
Un ejemplo de esta condición, resalta, es la biznaga, que en un inicio era una planta originaria de Puebla, pero que cuando fue reproducida de forma descontrolada y excesiva en otros lugares del país sufrió modificaciones en su conformación genética, volviéndose casi ajena al ecosistema estatal.
Con esto, el doctor Sánchez Ruiz pone sobre la mesa que actividades como la tala ilegal o los incendios no son las únicas causantes de la deforestación. En este caso, sin embargo, pese a que la plaga es generada mediante un proceso natural, se distingue el involucramiento de los seres humanos mediante el traslado de insectos en vehículos o expediciones hacia esos lugares.
Incendios forestales
Ahora bien, el GFW identifica que, de 2002 a 2022, en el estado se perdieron 6 mil 410 hectáreas forestales a consecuencia de los incendios forestales. En ese periodo, el año que registró la afectación más grave fue 2020. En ese entonces se esfumaron 904 hectáreas, lo cual representó el 15 por ciento de la pérdida de cobertura forestal para ese año.
Al respecto, la doctora Campos Cabral detalla que los municipios con mayor incidencia sobre esta problemática en 2022 fueron Xochitlán de Vicente Suárez, Ixtacamaxtitlán, Chignahuapan, Tlachichuca y Coyomeapan, entre otros.
De acuerdo con mediciones de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el 99 por ciento de los incendios forestales son ocasionados por actividades humanas. El uno por ciento restante es causado por fenómenos naturales, como descargas eléctricas y erupciones volcánicas.
‘Mafia inmobiliaria’
La activista poblana Pame Tajonar Méndez ha documentado en las últimas tres décadas la sobreexplotación forestal a manos de la industria inmobiliaria, especialmente en lugares como Flor del Bosque y Lomas de Angelópolis, donde se construyeron diversas viviendas.
Según comenta, las compañías constructoras han sido responsables de la deforestación de muchas áreas verdes, como “el último pulmón de Puebla”, sin que las autoridades municipales y estatales, desde hace 30 años, hayan hecho algo por frenar la devastación.
“Es una mafia inmobiliaria, esa es la palabra. Yo no la había utilizado, hoy contigo es la primera vez que lo hago. Sí, puedo decirte que es lo que está sucediendo, una mafia inmobiliaria, porque no hay quien los detenga”, resalta.
En el caso de Puebla capital, Tajonar Méndez revela que la degradación de este polígono natural comenzó desde que se instauró el Periférico Ecológico.
“Si te fijas ahora hay miles de fraccionamientos detrás del Periférico. No, el Periférico no contuvo para nada el crecimiento, no ordenó para nada, aunque existen los ordenamientos ecológicos del territorio”, comenta.
Desde su perspectiva, esta obra de infraestructura vial, que tuvo como finalidad poner un límite al crecimiento habitacional, terminó incentivando la construcción de complejos residenciales en las periferias, sin importar que terrenos como Flor del Bosque cuenten con categoría de protección.
“Es muy triste, yo no le veo ningún cambio, y te lo puedo decir a ciencia cierta, después de más de 27 años haciendo periodismo ambiental te puedo asegurar que, lejos de ir mejorando e incrementando nuestras áreas verdes, en Puebla cada vez estamos peor, esa es la realidad”, sostiene.
Aunado a lo anterior, la también egresada de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) comenta que otra actividad económica, la minería, el fracking y la tala clandestina, se han posicionado como las principales amenazas para los bosques del estado.
Ante ese contexto, la periodista comenta que una de las acciones que se requieren urgentemente ante la no aplicación de muchas normas en la materia es instaurar nuevos lineamientos para sancionar la tala y retiro de árboles. Desde su perspectiva, lo ideal sería que esta propuesta sea materializada mediante un decreto estatal.
“Mientras las autoridades no lo detengan, pero, me refiero a detener de tajo, a decir casi casi como decreto, ‘en Puebla no se puede talar un solo árbol’. Mientras esto no suceda, la tala clandestina, la tala inmobiliaria va a continuar, porque la gente está acostumbrada a que no les pasa nada”, sugiere.
Por ese motivo, comparte que, luego de sufrir afectaciones a su salud, principalmente mental, ocasionados por la presunta hostilidad gubernamental, salió de Puebla por un tiempo. Recientemente volvió al estado, con el objetivo de mantener su ruta en el activismo, sin embargo, se encontró con que la preservación forestal en Puebla es, según refiere, deficiente.
Necesario robustecer lineamientos
Para la doctora Campos Cabral, México, y en particular Puebla, cuenta con un importante marco jurídico “de avanzada”, que garantiza la protección de bosques y superficies vegetativas. No obstante, lo que muchas veces hace ineficiente la ley es su exigua aplicación.
Un ejemplo de ello es precisamente la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, la cual, en su artículo 122 Bis establece que es ilegal la modificación del uso de suelo de un predio que, pese a su destrucción por incendios u otros actos, ha sido forestal.
La académica refiere que por mucho tiempo varias personas burlaron la ley en la materia, ocasionando desperfectos y daños ecológicos únicamente para que un sitio pudiera ser utilizado para otra finalidad, usualmente para un objetivo lucrativo, tanto para fines industriales como agrícolas.
“Esto lo provoca [muchas veces] la necesidad de espacio para el cultivo de alimentos, y en algunos casos, pero creo que es en menor porcentaje, el emprendimiento de otro tipo de actividades, como la minería”, defiende.
No obstante, en 2022 el estatuto ya mencionado se reformó para adicionar el artículo 122 Bis, en el cual no sólo se prohíbe el uso de cambio de suelo, sino que se obliga a los propietarios de las tierras dañadas por algún siniestro a emprender acciones de reparación.
En dicho precepto se establece lo siguiente: “Los terrenos forestales seguirán considerándose como tales, aunque pierdan su cubierta forestal por acciones ilícitas, plagas, enfermedades, incendios, deslaves, huracanes, o cualquier otra causa. Los propietarios y poseedores emprenderán acciones para la restauración de dicha cubierta”.
El problema es que las instituciones a cargo de la ejecución de estas normas, subraya la catedrática, en ocasiones ni siquiera cuentan con los recursos necesarios para hacerlo. No sólo las dificultades económicas, sino que también la escasez de personal especializado, hacen que el cumplimiento de la ley se vuelva una tarea difícilmente realizable.
Sin tiempo que perder
El doctor Sánchez Ruiz señala que los próximos meses y años serán cruciales para implementar estrategias de reforestación masiva en diversas regiones del estado. Asegura que este tipo de políticas públicas deben planearse con el involucramiento de especialistas e incluso activistas.
Al cuestionarlo sobre la reforestación a gran escala que puso en marcha el gobierno estatal hace algunas semanas, el académico asegura que la idea de plantar más árboles en Puebla es buena. No obstante, advierte que dicha estrategia debe implementarse con responsabilidad; además de que el Estado debe compartir con eficacia y transparencia los resultados de la misma.
Además, comparte que la plantación de árboles debe tener una visión geográfica muy específica, pues debe hacerse en sitios que propicien la correcta evolución de estos ejemplares. Como ejemplo, el profesor indica que algunos sitios con beneficios únicos en términos vegetativos son la región del Izta-Popo, Huejotzingo y Xicotepec de Juárez. Sin embargo, indica que no son los únicos lugares en los que se puede propiciar esta actividad.
Otro punto importante en esta estrategia es que los árboles que se planten sean endémicos de la región, pues la colocación de ejemplares exóticos o provenientes de otros lugares pueden poner en riesgo la recuperación forestal de Puebla.
Finalmente, la activista Pame Tajonar comparte que una de las pocas esperanzas que, según ella, le quedan a la defensa de los bosques poblanos, es precisamente el involucramiento de las personas jóvenes. Comenta que en los últimos años ha sido testigo de la lucha emprendida por este grupo poblacional para defender causas relacionadas a la preservación ambiental. Por ello, enfatiza que en este caso, para frenar la deforestación, se requiere, además de las obligaciones gubernamentales, una participación activa de la sociedad.