Garantizar el pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos para las personas con discapacidad sigue siendo un pendiente en nuestro país, debido a la gran cantidad de tabúes y discriminación que rodea a este sector de la población, coinciden personas que pertenecen al mismo y especialistas consultados por este diario.
En el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, conmemorado el pasado 3 de diciembre, los entrevistados exponen que el principal problema sigue siendo el estigma social que existe en torno a la discapacidad, ya que muchas personas tienden a considerar que quienes poseen alguna limitante física o mental no tienen deseos sexuales.
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A lo anterior, indican, se suma el hecho de que los servicios de salud todavía no son lo suficientemente inclusivos para que el sector pueda acceder a los servicios que tienen que ver con la sexualidad y la reproducción, mientras que la información u orientación al respecto no está suficientemente a su alcance, lo que puede generar problemas como abusos sexuales o violencia.
La sociedad debe dejar de vernos como niños
Pedro Coraza tiene ceguera y es padre de cuatro hijos, aunque no le ha resultado fácil que la sociedad y su propia familia política acepten que puede ejercer dicho rol. Incluso, su discapacidad fue la causa de que su primera relación de pareja no funcionara, ya que la madre de sus primeros tres hijos terminó por considerar que no podría tener una familia con él.
En entrevista con El Sol de Puebla, admite que la sexualidad para las personas con discapacidad no es fácil, ya que la misma familia suele pensar que siempre se van a mantener como niños, necesitarán de ayuda para valerse por sí mismos y, por lo tanto, no pueden tener relaciones o deseos sexuales, pero no es así.
“A veces los familiares te quieren tener como un niño eterno, protegiéndote o te quieren cuidar de todo, no entienden que una limitación física o mental no te hace exento de tener sentimientos, es una cuestión de instinto”, dice.
Cuenta que la familia de su primera pareja nunca lo aceptó por su discapacidad y al final ella optó por dejar la relación y quedarse a cargo de los tres hijos que procrearon, mientras que la madre de su cuarto hijo sí ha podido sobreponerse a los estigmas e incluso tienen planes para casarse.
“Tener hijos es uno de los más grandes tabúes a los que nos enfrentamos, mi esposa es una persona convencional y todo mundo estaba atento a los ojos de mi hijo cuando nació, que si había nacido bien o tenía algún problema, pero afortunadamente la mayoría de las limitaciones físicas o mentales no son hereditarias, o las que sí, se previenen”, narra.
Para garantizar derechos falta concretar autonomía
Para que las personas con discapacidad logren ejercer plenamente sus derechos sexuales y reproductivos primero se les debe concebir como seres humanos autónomos, capaces de tomar decisiones y expresar sentimientos, opina Rodolfo Cruz Vadillo, catedrático de la facultad de Educación de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y especialista en temas de discapacidad.
Considera que todavía no se ha logrado resolver el debate en torno a los derechos de dicho sector, ya que hay quienes consideran que quienes tienen discapacidad no deberían casarse o tener hijos, dado que su condición tiende a asociarse a enfermedad o dificultades de salud que se pueden heredar a nuevas generaciones.
“Está cuestionándose si es válido que siga existiendo la discapacidad, porque es el modelo desde el que se ve, el de la enfermedad”, indica.
El especialista apunta que el tabú que existe en torno a la sexualidad motivó que hubiera personas con discapacidad a las que se les realizaron intervenciones quirúrgicas para evitar, en el caso de las mujeres, embarazos no deseados, dado que son blanco de abusos sexuales debido a la falta de información que reciben sobre el tema.
Expresa que se debe considerar que quienes, además de tener esta condición, están inmersos en situaciones de pobreza, son más propensos a ser víctimas de abusos y a quedar supeditados a algún familiar durante toda su vida, sin capacidad de decisión.
“El gran problema es que llega mucho menos información porque no tienen acceso a servicios de salud de primera mano. Las familias de las personas, sobre todo en condiciones de pobreza, no tienen servicios de salud y por eso ellos son prácticamente inexistentes”, expone.
Vadillo señala que es indispensable que, legalmente, las personas con discapacidad tengan capacidad de decisión y la suficiente autonomía, ya que en México todavía hay familias que recurren a los juicios de interdicción, mediante los cuales se establece que la persona no es legalmente responsable de sus actos y es considerada permanentemente como menor de edad, sin capacidad de decisión sobre su vida.
Afirma que cuando haya un cambio social pleno en torno a la discapacidad y las familias apoyen a las personas a alcanzar su autonomía y desarrollo, habrá mejores condiciones para que logren el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.
La salud sexual no es inclusiva en México
Dulce Zavala padece osteogénesis imperfecta, una enfermedad congénita que también es conocida como huesos de cristal, debido a que quienes la presentan tienen riesgo a tener fracturas porque las deficiencias de producción de colágeno en el cuerpo impiden el fortalecimiento del sistema óseo.
Comparte con esta casa editorial que aunque no se ha enfrentado a discriminación en los servicios de salud, sí ha conocido a mujeres con alguna otra discapacidad que no reciben la atención en materia de sexualidad y reproducción o tienen problemas para recibirla.
“A las mujeres es más fácil que se nos violenten nuestros derechos a diferencia de los hombres con discapacidad. Si vamos, por ejemplo, a los centros de salud a pedir servicios como el papanicolaou, vemos que para mujeres con discapacidad motriz es imposible subirse a las camas donde hacen los estudios”, comenta.
Agrega que si se trata de métodos anticonceptivos o de planificación familiar, se debe reflexionar que los folletos disponibles en los servicios de salud no cuentan con sistema braille para que puedan ser consultados por personas con ceguera, mientras que los propios preservativos, pastillas o demás métodos tampoco tienen presentaciones comerciales que sean inclusivas con el sector.
A lo anterior, considera, se suma el hecho de que los trabajadores del sector salud necesitan capacitación para poder garantizar el ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos a las personas con discapacidad. “Todo servidor público o profesional debería tener un lenguaje y trato incluyente, la discriminación no solo es la segregación, viene desde cómo manipulamos una silla de ruedas”, explica.
Dulce opina que el problema de fondo es la falta de profesionales de la salud, ya que actualmente resulta complicado encontrar a especialistas en el sector público y por ende es más complejo que haya personal capacitado para comunicarse, por ejemplo con lenguaje de señas, para atender a un paciente sordomudo.
Falta respeto a la autonomía y orientación sexual
Las personas con discapacidad también tienen derecho a definir su orientación sexual, es decir, podrían determinarse como parte de la comunidad LGTBIQ si así lo desean y se les tendría que respetar, sin embargo, difícilmente encontramos el ejercicio de este derecho entre la comunidad, apunta Brahim Zamora Salazar, integrante del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr).
Para el activista, las personas con alguna discapacidad están lejos de alcanzar el ejercicio pleno de sus derechos sexuales y reproductivos porque ya de por si les resulta complicado acceder a ellos asumiéndose como parte del sector heterosexual.
“Los derechos sexuales y reproductivos van más allá del coito, es una cobertura de necesidades específica que tiene que ver con acceso a los servicios de salud reproductiva, tener información necesaria y adecuada, que es muy importante, sobre este tema”, indica.
Señala que en el caso del observatorio no ha habido algún caso atendido de violación a los derechos de integrantes del sector con discapacidad, sin embargo, considera que esto se debe, en buena medida, a que a muchos se les ha negado la información relacionada con este tema.
¿Cómo alcanzar la inclusión?
Pedro y Dulce, ambos con discapacidad, consideran que el primer y gran paso debe ser dado por la sociedad, para que se reconozca que quienes tienen alguna limitante no son “inocentes” o “niños” durante toda la vida, sino que tienen necesidades sexuales y afectivas al igual que el resto de la población.
“Yo creo que es darnos esa oportunidad de convivencia, en mi caso, con mi actual familia política ya son siete años de relación y aunque al principio dudaban de mis capacidades creo que ahora se dan cuenta que puedo ser papá y esposo, que tengo otras habilidades y puedo valerme por mí mismo”, comenta Pedro.
Brahim Zamora, integrante del Odesyr, agrega que las personas con discapacidad son quienes deben organizarse y sentar las bases para conseguir el cambio social que requieren, dado que son ellos quienes “tienen el pulso” de la discriminación u obstáculos a los que se enfrentan al ejercer su sexualidad.
No obstante, añade que se necesitan cambios en los sistemas de salud, educación e impartición de justicia, para garantizar que verdaderamente exista inclusión al momento de ofrecer atención médica, orientación sexual e incluso durante los procesos de atención a denuncias de delitos sexuales en los que se ven involucradas personas con alguna limitante física o mental.
Finalmente, Vadillo expresa que, aunque el tema “está en pañales” en nuestro país, el principal reto a vencer es cómo generar la verdadera autonomía de las personas con discapacidad, para que tengan condiciones de desarrollo no solo en el ámbito educativo o laboral, sino en el ámbito personal y afectivo.
En Puebla, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 15.5 por ciento de la población, es decir un millón 16 mil 832 personas, presentaba algún tipo de discapacidad, ya sea de forma moderada o severa.
El mismo documento refleja que la discapacidad se presenta con mayor frecuencia en mujeres, ya que para ese momento 546 mil 17 padecían algún tipo, en comparación con los 470 mil 814 hombres. Otro dato importante es que las diferentes modalidades de la discapacidad aumentan conforme a la edad, siendo el sector de las personas mayores de 85 años quienes mayormente las presentan, con un 83.4 por ciento de la incidencia, seguidos del grupo de 45 a 49 años, con el 18.8 por ciento.
Respecto a las discapacidades, 427 mil 503 indicaron que no podían ver, 330 mil 150 tenían algún problema de tipo motriz, 157 mil 950 padecían sordera, 45 mil 871 no podían hablar o comunicarse y 142 mil 978 refirieron tener dificultades para concentrarse.