Las afectaciones a la salud que provoca la contaminación del Río Atoyac se estiman hasta en 10 millones de dólares (200 millones de pesos) al año, si se toma en cuenta que su situación ha provocado desde infecciones diarreicas hasta cáncer entre las personas que viven cerca del afluente, advierte un análisis sobre los costos del deterioro de la cuenca realizado por la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
El estudio “Cuánto cuesta el deterioro del Atoyac” se basa en la revisión de 358 investigaciones sobre la contaminación del afluente, realizada por integrantes del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente (IIMA) Xavier Gorostiaga S.J. durante los últimos tres años, en los cuales se han identificado al menos 10 materiales con estimaciones de los costos que representa la contaminación.
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María Eugenia Ibarrarán Viniegra, miembro del IIMA, explica que la afectación a las actividades económicas puede ir desde 2 mil dólares (40 mil pesos) hasta 16 millones de dólares (320 millones de pesos). Los saneamientos del agua llegarían a costar más de 5 mil dólares (100 mil pesos) al mes y las afectaciones a la biodiversidad se estiman en dos millones de dólares.
Partiendo de estas cifras, los integrantes del IIMA realizaron un conversatorio con especialistas en el ámbito inmobiliario, industrial y de la salud, en el que se ofreció un panorama más amplio de los problemas económicos que representan para Puebla la contaminación del río.
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DESCARGAS DOMÉSTICAS, LAS MÁS CONTAMINANTES
Michael Andrew Paulhus, socio de un fondo de inversión centrado en infraestructura relacionada con el agua, destaca que, en los últimos dos años, a partir del comienzo de la pandemia de la Covid - 19, se ha observado un incremento en las descargas residuales domésticas al Atoyac, debido a que las autoridades municipales han disminuido la vigilancia para evitar la contaminación.
Subraya que, de acuerdo con un diagnóstico realizado para un plan de rescate del Atoyac, en Puebla hay un total de 16 mil 506 fuentes de contaminación, de las cuales 8 mil 640 son del sector de servicios, 3 mil 639 de industrias manufactureras, 3 mil 301 de comercio al por menor, 853 de comercio al por mayor y 73 de minería. En su conjunto representan el 15 por ciento de las descargas al río.
Con lo anterior, enfatiza que las grandes empresas internacionales no son el problema en la contaminación del afluente, ya que están sometidas a evaluaciones que les realizan las marcas o clientes a los que trabajan y deben cumplir con ciertas certificaciones en materia de gestión hídrica, cuestión que no ocurre con las descargas domésticas.
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“Yo le pregunto a una empresa ‘¿a qué le tienes más miedo?, ¿a una inspección del gobierno o a una de Levis?’, te va a decir que a la de Levis porque si no cumple no vende su producto”, dice al tiempo de señalar que el problema del desecho de contaminantes es más grave a nivel de medianas o pequeñas empresas, que no pasan por este tipo de certificaciones internacionales.
Agrega que la industria internacional ha hecho inversiones importantes para cumplir con las normas en materia de cuidado al medio ambiente y aun así se verá afectada si siguen existiendo niveles de contaminación altos en los ríos, ya que se le obligará a invertir cada vez más en el tratamiento y disposición de los recursos hídricos.
Añade que, en el caso de las empresas del sector alimenticio, se dificultará cada vez más la exportación de productos cultivados en las regiones donde se riega con el agua del Atoyac porque no se cumplirán los estándares de higiene establecidos por el extranjero.
“Exportar brócoli de la región, porque hay mucha producción de brócoli en esa zona, es difícil, porque entra otro sistema de salud y de revisión”, ejemplifica.
FALTA APLICAR LA LEY Y REGULAR CRECIMIENTO URBANO
Lorena Cabrera, coordinadora de la especialidad en Gestión Integral de Riesgos de la IBERO, expone que las autoridades municipales y el gobierno del estado deben retomar su capacidad de gestión hídrica y sus atribuciones en materia de ordenamiento territorial y desarrollo urbano, ya que el sector de la construcción ha crecido atendiendo a intereses mercantiles y dejando de lado su huella ecológica.
“Cada vez hay menos control y regulación en donde está ocurriendo esta reestructuración urbana y entonces tanto colonias como fraccionamientos están indebidamente planeados y rebasan las atribuciones de municipios, de estado, de los ayuntamientos y el desarrollo urbano está mercantilizado totalmente”, abunda.
Indica que la actividad habitacional provoca hasta el 70 por ciento de las descargas de agua negra a los ríos, de tal forma que, aunque los residuos de la industria son más contaminantes, estos se realizan en menor cantidad.
Cabrera enfatiza que el problema de fondo no es la falta de regulación, ya que ahora hay múltiples normativas para el crecimiento urbano, sino la falta de vigilancia. Muchas de ellas no se ejecutan y como prueba de ello están varios proyectos residenciales en donde no se incluyen o concluyen plantas tratadoras de agua residual o que se han edificado en zonas cercanas al Atoyac, a pesar de que se inundan.
“Los promotores (de vivienda) se van a municipios más chiquitos, entonces tenemos casos como Ocoyucan, Huejotzingo o Cuautlancingo en donde es posible dar la vuelta a las cosas, y si de repente un fraccionamiento requiere tener una planta de tratamiento, no la implementan, si el drenaje sanitario no es suficiente, no lo completan, si no es posible tener cisterna, le dan la vuelta”, acusa.
ATENDER EL PROBLEMA DE ORIGEN
Robert Masón, experto en biología, opina que las autoridades deberían dejar de centrar sus esfuerzos en atender a los pacientes que están enfermando a causa de la contaminación en el río e ir al problema de fondo, que es la mala calidad del agua.
Explica que los costos de la contaminación del Atoyac son cada vez mayores a lo que podría representar la implementación de un exitoso proyecto de saneamiento, motivo por el que la estrategia debería ir encaminada a que los recursos económicos se destinen a esto último.
“El tipo de contaminación masiva que está a la altura de la cuenca del Alto Atoyac complica mucho esos esfuerzos, rebasando por mucho el nivel de contaminación que se puede llegar a controlar con los ecosistemas naturales y sus procesos”, apunta.
Para concluir, señala que el daño a los ecosistemas provocado por la contaminación es invaluable, de tal manera que antes de que el problema siga afectando a los demás recursos naturales, es necesario poner en marcha una solución que lo ataque desde la raíz.