Además de ser una práctica ilegal, que puede causar sanciones económicas y administrativas para los responsables, el desecho directo de cascajo y escombros de construcciones en ríos y arroyos nacionales, como ocurre en algunos puntos del Río Atoyac, agudiza la erosión del suelo y aumenta las posibilidades de infiltrar al subsuelo materiales dañinos para la salud humana, como el arsénico, que puede causar enfermedades cancerígenas.
Ante el reciente caso donde se evidenció que una barranca cercana al cauce principal del Atoyac está siendo rellenado con escombros, esto al sur de la ciudad de Puebla, a un costado de la Universidad Politécnica Metropolitana de Puebla, supuestamente para cimentar viviendas, de acuerdo con vecinos del lugar, el doctor en Ingeniería Química por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), Francisco Javier Sánchez Ruiz, advirtió sobre los riesgos que representa desechar cascajo directamente a ríos y arroyos.
Según el especialista, quien además de ser catedrático en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), verter desechos pétreos a los afluentes daña las aguas subterráneas. También contraviene la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA).
El académico explica que el cascajo facilita el arrastre de metales y sustancias como el óxido de calcio, lo cual puede tener varias consecuencias. Por ejemplo, al aumentar la presencia de este componente, se favorece la liberación de metales pesados al agua, que deriva en la contaminación hídrica y en la proliferación de materia química capaz de desarrollar enfermedades en la población. También altera el pH del líquido que corre por el afluente, vulnerando así la supervivencia de la flora y fauna acuática.
Sánchez Ruiz subraya que la liberación furtiva de escombros a los ríos, como el Atoyac, apresura la erosión del suelo, esto debido a que el río ya presenta de por sí niveles altos de polución.
“Uno de los factores más apremiantes de este tipo de materiales, o de residuos que quedan de la construcción, es básicamente la erosión de la tierra”, indica.
El investigador comparte que el cascajo agudiza la degradación del agua y suelo. En su forma física íntegra, el escombro ocasiona la acumulación de basura y otros elementos sólidos de mayor tamaño, como polímeros y plásticos; mientras que, en su degradación, se liberan arcillas que deterioran con mayor facilidad las capas externas de tierra que protegen el subsuelo.
Esta situación no es menor, remarca el catedrático de la UPAEP, pues significa que se favorece el desprendimiento del suelo, y eventualmente se penetran los mantos acuíferos, que se alteran con el agua contaminada.
“Se ha observado que muchas de estas arcillas están arrastrando cierta cantidad de metales pesados, entre ellos el arsénico y cromo, y obviamente estas sustancias están provocando ciertas enfermedades en zonas aledañas al Río Atoyac; también está provocando la formación de cierta cantidad de materiales plásticos o de polímeros que se degradan, y estos polímeros pueden ser respirados mediante la erosión (...) y pueden ser movidos por el viento, generando, también, contaminación atmosférica”, añade el investigador.
Para el caso particular de la subcuenca del Alto Atoyac, la erosión del suelo es especialmente grave por la importante presencia de agentes dañinos en el agua, especialmente los metales pesados, como el arsénico, cromo y cadmio.
Padecimientos en niños y adultos
De acuerdo con una investigación realizada por Numa Pompilio Castro González, doctora en Ciencias de la Producción y de Salud Animal, por la Universidad de Córdoba; Francisco Calderón Sánchez, ingeniero Agrónomo Zootecnista por la Universidad Autónoma de Chapingo; y Guillermo Jesuita Pérez Marroquín, maestro en Ciencias en Irrigación por el Instituto Tecnológico de Torreón, los metales pesados en la subcuenca del Alto Atoyac aumentan el riesgo de padecer enfermedades en la población.
En dicho análisis se indicó que la contaminación del suelo agrícola en esta zona agudiza cuadros de salud, principalmente por la ingesta de las sustancias y el contacto con las mismas.
Se indicó que los adultos enfrentan mayor riesgo de padecer enfermedades no cancerígenas que los niños, debido al alto tiempo de exposición a dichos contaminantes. No obstante, todos los sectores de la población son igualmente vulnerables ante padecimientos cancerígenos.
Además, se mencionó que existe evidencia de que los metales pesados presentes en la subcuenca del Alto Atoyac, como los ya mencionados, pueden causar daños cardiovasculares, hepáticos, renales, dérmicos e inmunológicos en la gente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 25 por ciento de todas las enfermedades que afectan a la humanidad se originan por la contaminación del agua, suelo y aire.
Ante ese contexto, Sánchez Ruiz, académico de la UPAEP, sostiene que los escombros no sólo se vierten en los ríos para desecharlos, sino que muchas veces se utilizan para preparar terrenos para edificar algún tipo de construcción.
El problema es que el cascajo no es precisamente un material estable. Además, altera el flujo del agua e introduce materiales dañinos en la zona.
Pese a ello, la utilización de este material para rellenar sitios de construcción es común en México y Puebla, remarca el académico. Por ese motivo, explica que muchas edificaciones suelen presentar cuarteaduras e imperfecciones.
Finalmente, Sánchez Ruiz remarca que el desecho irregular de cascajo es una práctica ilegal, que incluso se reconoce en la LGEEPA. El especialista afirma que, aunque no existe una sanción específica para este tipo de actos, el estatuto da facultades a la autoridad para clausurar proyectos e incluso interponer sanciones administrativas y penales.