La falta de plazas docentes en Puebla para escuelas de nivel básico, aunado a la urgente necesidad de conseguir una fuente de ingresos, orilla a diversos maestros a ejercer su profesión en el sector privado, en donde se enfrentan a la misma carga de trabajo que en el ámbito público, pero a cambio de un salario más bajo y, en muchos casos, también menores o nulas prestaciones laborales.
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La disparidad de salarios es la diferencia más visible entre ambos sectores. Un maestro de grupo de primaria en la entidad, con plaza de adscripción estatal en la Secretaría de Educación Pública (SEP), recibe un salario mensual mínimo de 10 mil 390 pesos y máximo de 39 mil 797 pesos, de acuerdo con la Ley de Egresos del Estado de Puebla para el ejercicio fiscal 2024.
En tanto, el salario de un docente del mismo nivel en instituciones privadas ronda en los cuatro mil pesos al mes, con base en testimonios de trabajadores de este sector.
A decir del académico de la Escuela Libre de Derecho del Estado de Puebla, Vicente Avendaño Fernández, en el sector educativo hay injusticias marcadas difíciles de cambiar, pues la preparación profesional y la vocación por la docencia resultan insuficientes para acceder a buenas condiciones laborales.
“Es muy difícil que cambie la situación como en muchos otros problemas estructurales del país. La educación se ha vuelto un negocio con abundantes ofertas laborales muy lamentables (…) sería deseable que todos los trabajadores cuenten con las prestaciones de ley, pero los factores reales es que tienen que aceptar esas condiciones porque no hay de otra”, afirma.
Escuelas privadas ofrecen bajos salarios Karla Hernández, docente de nivel secundaria en Tehuacán, narra que al egresar de la carrera en Educación en 2020 fue difícil encontrar su primer empleo como maestra.
Tras varios intentos para conseguir una plaza en la SEP, y al ser un año con bajas vacantes laborales por la ola de Covid-19, accedió a trabajar en una escuela particular.
Por la pandemia las clases que impartía eran en línea, con un horario de ocho de la mañana a una de la tarde con un salario de mil 500 pesos quincenales. En su caso, el colegio no cubría los gastos por el equipo, el internet o demás herramientas que ella necesitara para impartir sus clases.
Ahora, tres años después, cuenta con una plaza docente en la SEP, y asegura que la diferencia en las condiciones laborales es abismal, empezando por el salario, el cual pasó de dicha cantidad a nueve mil pesos quincenales.
“Yo estuve tres meses en la escuela particular porque me dieron mi plaza rápido, pero conozco varias compañeras que se quedaron ahí más de un ciclo porque no había trabajo”, acepta.
Sector privado exige mismos requisitos Rodrigo, quien ejerció la docencia en una escuela particular del mismo municipio, comparte que ese sector resulta atractivo para los recién egresados por su rápida contratación y, aunque podría parecer que con ello es menos exigente, es todo lo contrario.
Él impartió clases presenciales de Arte durante casi un año. Para contratarlo le solicitaron que tuviera la carrera terminada y su Cédula Profesional y que, además de dar clases de su área, apoyara a otras impartiendo Tecnología o afines.
A cambio, su salario era de 200 pesos por día y acudía tres veces a la semana, es decir, por seis días de trabajo a la quincena, con un horario de siete de la mañana a dos de la tarde, su salario era de mil 200 pesos.
Yo acepté el trabajo porque el horario me permitía tener otro trabajo de medio tiempo por las tardes o buscar otra fuente de ingresos donde me pagaran por horas (…) pero compañeros que tenían clases todos los días recibían máximo dos mil pesos por quincena, una cantidad que no alcanza para cubrir las necesidades de una sola persona agrega.
Esta realidad no está lejos de la situación en la capital poblana. Una oferta de trabajo para un educador de nivel básico en una institución de Bosques de San Sebastián, consultada por este diario, ofrece un salario de dos mil pesos quincenales con un horario de siete horas al día, sin ninguna prestación.
Rotación y malas condiciones de trabajo Tania Martínez, docente de nivel primaria, trabajó cuatro años en una escuela particular. Comparte que, pese a que estas instituciones deben brindar las prestaciones de ley al ser empleadores, en realidad están lejos de cumplir con dicha obligación.
La rotación laboral es lo que más observó en la escuela donde laboró, pues no contaba con seguro médico, vacaciones pagadas, bonos por antigüedad o al menos la posibilidad de acceder a un crédito hipotecario. Mal pagados y sin prestaciones, los maestros deciden partir pronto en busca de mejores condiciones en otro lado o en otra actividad.
Martínez observó a diversos compañeros buscar otro empleo, aunque no estuviera relacionado con su profesión, antes que exigir a la institución que brindara mejores condiciones de trabajo, pues el intento sería en vano.
“Yo aguanté cuatro años por la necesidad que tenía, pero tenía compañeros que aguantaban 15 días o una semana, porque ni siquiera los pagos eran en tiempo y forma, eso de alguna forma desmotiva a los maestros”, afirma la entrevistada.
Realidad difícil de cambiar
Ante esta situación, lo ideal sería regular las condiciones de trabajo de los docentes en escuelas particulares para disminuir la brecha con el sector público, pero la realidad es que este panorama es difícil de cambiar, opina Avendaño Fernández.
Quien esté inconforme con su trabajo o sea despedido de un colegio particular es difícil que demande, y no por falta de voluntad, sino porque este acto puede traerle más desventajas que beneficios.
“Por ejemplo, si alguien es despedido puede demandar en un centro de conciliación, (pero) la realidad es que eso es pelearse con el patrón, y puede ser que reciba alguna liquidación, pero, aunque es ilegal (hacerlo), hay un registro de quienes han demandado y eso puede dificultar su contratación en otros trabajos más adelante”, detalla.
Legalmente sí hay recursos a los que los docentes de escuelas particulares pueden recurrir si ven afectadas sus condiciones laborales, pero aun con ello el escenario para el futuro en el sector educativo es complejo.
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Conocedores del problema, las maestras y los maestros egresados de las escuelas normales salen con expectativas de ingreso al sector público, pero frente a la imposibilidad de acceder a este, optan primero por el privado.