La vida de don Carlos García Pro siempre fue detrás de unvolante. Manejó desde unidades militares, autobuses de traslado depasajeros hasta vehículos de transporte de combustible y un taxi,lo que le brindó diferentes experiencias tanto agradables comotristes y dolorosas.
Tiene 80 años de edad, aunque practicar cachibol en la Casa delAbue al parecer lo mantiene joven. Su infancia fue dura por losproblemas familiares a los que se enfrentó, especialmente con supadre, por lo que pronto tuvo que abandonar el nido.
De los 12 a los 17 años de edad tuvo diferentes trabajos tantoen la Ciudad de México como en el estado de Veracruz, unas vecessolo, y otras acompañado por uno de sus hermanos, pero siempreencontró personas que lo ayudaron a sobrevivir.
Justo al cumplir los 17 años de edad entró a las filas delEjército Mexicano al 12 Regimiento de Caballería Motorizada dondeaprendió a manejar motocicleta y diferentes unidades con las quecuenta esta institución.
Por la emoción con la que platicó a El Sol de Puebla suexperiencia al estar dentro del Ejército Mexicano fue posibleapreciar que fueron los mejores momentos de su vida, pues ademásde las experiencias, físicamente, tuvo cambios favorables, todavez que aumentó de peso y se volvió alto y atractivo.
Así lo demuestran algunas fotografías en las que fue posibleapreciar la felicidad que todos los años que estuvo dentro de lainstitución le brindaron, pues fue durante las mismas fechas,además, que conoció el amor, se casó y nació su primerhijo.
Pero, como todo en la vida, su tiempo dentro del EjércitoMexicano se terminó. Una decisión tomada a toda prisa ante undescontento cambió su rumbo, pues en un par de ocasionesparticipó en una convocatoria para ocupar un cargo de sargentotanquista y, el tráfico de influencias, favoreció a otraspersonas.
Con molestia, un día se dirigió a sus superiores y pidió quela participación fuera transparente o que no emitieranconvocatorias y ante una respuesta que no le agradó, solicitó subaja del Ejército Mexicano que días después le fue cumplida puesde la noche a la mañana le impidieron el paso a las instalacionesmilitares.
Ya cumplidos los 30 años de edad se tuvo que enfrentar a labúsqueda de un nuevo trabajo, pero con incertidumbre, porque nosabía hacer otra cosa más que todo lo aprendido en el EjércitoMexicano.
Tuvo algunos empleos temporales hasta que le recomendaronrealizar una solicitud de trabajo en Estrella Roja, para eltransporte de pasajeros, donde fue aceptado y pasó otros 26 añosde su vida. Durante todo ese tiempo, su familia también creció,pues llegó a tener con su esposa un total de seis hijos.
Como operador de estos autobuses las experiencias fueron muchas,las más trágicas fueron los accidentes de tránsito por lo quepasó en carreteras y en ciudad. El que más recuerda es un paseoescolar donde varias unidades viajaron llenos de niños de Puebla ala Ciudad de México y al regreso, en la carretera, hubo incidenteque provocó muchas lesiones a los menores.
Después de 26 años y por azares del destino tuvo que renunciara la empresa y comenzó a manejar un tráiler, durante 15 años, enuna empresa de transporte de combustible hasta que sufrió uninfarto y su médico le prohibió realizar esta labor detrás delvolante.
Pero, todavía tenía responsabilidades por lo que tuvo laoportunidad de regresar a Estrella Roja, pero ya no como operadorde autobuses sino como administrador, donde ayudó a cambiar muchascosas dentro de la empresa como los sistemas de comunicación conlos choferes, entre otras cosas.
De 1989 a 1999 estuvo, otra vez dentro de la empresa, y habiendocumplido los 62 años de edad se sintió orgulloso por losresultados dentro de la forma, pero conforme pasó el tiempodecidió convertirse en su propio jefe y compró un taxi quemanejó durante otro tiempo ya cuando sus hijos eran mayores ytuvieron sus responsabilidades, aunque nunca los abandonó puessiempre que estos llegan con algún problema está dispuesto aayudarlos.
La vida le jugó una mala pasada cuando su esposa enfermó yfalleció lo cual provocó a don Carlos una depresión de variosaños, haciendo frente a los problemas familiares, hasta que llegóa la Casa del Abue donde recuperó su vitalidad y conociónuevamente el amor.
A pesar de que sus hijos rechazaron la idea, al principio, deque don Carlos rehiciera su vida con otra mujer, la pareja tomó ladecisión de casarse y formar una nueva familia.
Ahora, son su esposa y el cachibol, lo que le han dado una nuevaoportunidad de disfrutar de la vida y recordar su pasado, a ratosentre lágrimas, pero la mayoría de las veces con una brillantesonrisa que contagia a quienes se acercan a él.