El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indica que la esperanza de vida en Puebla es de 75 años y, a nivel nacional, es de 75.2 años. Don José Prisciliano Muñoz desafía esa cifra, pues tiene 99 años de edad y el próximo 4 de enero de 2019 llegará a los cien años, cifra que reza la famosa canción vernácula mexicana.
A manera de homenaje en vida, su familia ha contactado este medio para hacer una semblanza de un ciudadano que se ha mantenido ecuánime y sano, aun habiendo carecido de una vida con comodidades.
En el sillón de su hogar y teniendo como fondo un cuadro en el que se encuentra con su difunta esposa Josefina González, el hombre relata algunos extractos de su vida. Habla con orgullo en popoloca, su lengua originaria.
“Don Prisci” nació en 1919, año en el que fue asesinado el caudillo Emiliano Zapata, uno de los símbolos de la Revolución Mexicana. Igual que Zapata, el entrevistado vio su primera luz en un hogar humilde, donde en ocasiones solo había frijoles y tortillas con ajo para aguantar el día.
Aunque él nació en un país que había ganado una batalla al gobierno imperialista –e incluso, su padre era gendarme cuando los hermanos Serdán participaron en el inicio de la Revolución Mexicana-, a su familia no le salpicaron ventajas, puesto que tuvo que dejar la escuela en quinto grado de primaria para ayudar económicamente.
Nacido en la junta auxiliar de Nativitas Cuautempan, en el municipio de Coyotepec, don Prisciliano tuvo su primer acercamiento con la capital poblana desde los primeros años de vida. Aunque por diversas razones volvía a su lugar de origen, decidió emprender la migración completa cuando joven, debido a que en la Mixteca poblana no encontraba posibilidades laborales.
Fue el décimo de 11 hermanos. Ya solo viven 4 de ellos.
En la charla, el entrevistado y quien esto escribe, tuvieron algunos tropiezos debido a que don Prisciliano tiene algunos problemas para escuchar. No obstante, sus recuerdos son muy frescos cuando relata que tras tener que dejar la escuela, se dedicó al campo, junto con su familia.
“La pobreza siempre estuvo con nosotros”, confiesa sin alguna traba. Tras mudarse a Puebla fue portero en casa de un hombre español, quien le dejó vivir en su hogar del Centro Histórico. Luego, se empleó por 20 años en la tienda Centro General, como mozo, trabajo que le permitió su jubilación.
A él le tocó habitar una ciudad en la que había pocos pobladores. Los límites de la misma eran los barrios de Analco y La Luz, El Carmen y Santiago. Vivir en zonas como La Libertad o La Gloria –donde reside actualmente-, resultaban poco factibles debido a la falta de servicios. Abundaban las milpas.
Lámparas de petróleo para el alumbrado público y un tranvía para trasladarse, son algunos recuerdos que tiene el aun nonagenario, de la Puebla de antaño.
Durante su juventud, él y sus contemporáneos hablaban con respeto a sus padres y pedían permiso, incluso para contraer matrimonio con tal o cual persona. Cuando había una negativa, no quedaba otra opción que huir con la pareja para, posteriormente, regresar a pedir perdón y desposarse.
Don “Prisci”, que quedó viudo en 1998, relata que al no obtener el permiso de sus suegros para contraer matrimonio con doña Josefina, recurrió a huir con ella. Tuvieron 8 hijos y uno de ellos falleció.
Hoy se ve sano y en paz. El entrevistado, que entre sus recuerdos tiene haber jugado basquetbol mejor que Michael Jordan, todavía barre su cuadra, camina por su casa, lee la biblia, charla con sus nietos y bisnietos, de los que tiene 13 y 19, respectivamente.
Su tiempo de vida le permitió ver la transición tecnológica. No obstante, le es indiferente tener un celular en la mano. Dice que a la juventud le falta para vivir con algo que él le ha acompañado, que es la fe.
El próximo enero tendrá una celebración por su centenario en su comunidad natal.