Drogadicción infantil en Puebla: se inician con marihuana y se las ofrecen en la escuela

Varios adolescentes que deciden drogarse a corta edad dieron a conocer que crecieron en un hogar sin amor, se educaron con padres violentos o fueron víctimas de abuso físico o sexual.

Alba Espejel | El Sol de Puebla

  · lunes 29 de mayo de 2023

Francisco tiene 16 años y su drogadicción comenzó cuando ingresó a la secundaria. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Francisco, Luis y Samuel son tres jóvenes con varias similitudes. Son risueños, les gusta hacer amigos, pero su gran coincidencia es que todos fueron niños drogadictos. Antes de los 13 años empezaron a consumir sustancias nocivas para su salud y aunque no han cumplido la mayoría de edad ya pensaron en suicidarse más de una vez.

Actualmente están en proceso de rehabilitación y son parte de los más de 62 mil menores de edad que son drogadictos en Puebla y que colocaron a la entidad en el segundo lugar nacional por registrar más niños y adolescentes en esta condición.

Para una especialista en psicología y sociología, la drogadicción infantil tiene que ver con la ausencia parental y la inestabilidad social. A la larga, estos menores pueden tener desajustes neuroquímicos en el cerebro, alteraciones en sus cambios de humor o hasta problemas cardiovasculares.

En los centros de rehabilitación consideran que la edad de inicio en la drogadicción es cada vez más baja, aproximadamente entre los 9 y 13 años de edad. La marihuana es la primera droga que consumen y las escuelas el primer lugar de acercamiento a estos productos.

La drogadicción infantil se desarrolla por ambiente caótico en el hogar, violencia familiar, desintegración familiar y abuso de alcohol o drogas en los padres. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

¿Qué cambios causa el consumo de drogas en los adolescentes?

Samuel G. es un adolescente de 16 años que a primera vista parece tímido, pero una vez que tiene confianza es un libro abierto y no duda en contar su vida. Nació en el año 2007 y comenzó en las drogas “por curiosidad” y “por malas amistades”.

Sus amigos lo invitaban a fiestas en donde le ofrecían alcohol y cigarros, él aceptó y con el paso del tiempo quiso “algo más fuerte”. La primera droga que consumió fue la marihuana, le gustaba el olor y las formas que podía ver luego de fumarla.

“Disfrutaba del ambiente, me sentía seguro, me llamaba mucho la atención ese círculo social. En mi colonia ya había muchos adolescentes que se drogaban y cuando la consumían lideraban el lugar, como que se sentían seguros y provocaban miedo a la gente. Fue así que yo comencé”, relató.

Posteriormente se dio cuenta que la marihuana ya no era suficiente y comenzó a ingerir pastillas y cocaína. Dejó de llegar a su casa para dormir, tuvo una mala relación con su familia, principalmente con su madre, pues tenía que trabajar y pasaba poco tiempo en la casa.

Después de tantas discusiones se fue de su hogar y terminó viviendo en la calle, pero lo encontraron dos de sus “amigos” y lo invitaron a trabajar en una tortillería. Como tenían que cargar muchos kilos, de nueva cuenta se drogó para poder aguantar las pesadas jornadas laborales.

“Creció el consumo, al principio sólo era un porro, pero terminé fumándome cuatro porros por día, más la cocaína si podía. Lo que ganaba de las tortillas era para drogarme y terminé durmiendo en una colchoneta en la calle, olía mal, mi aspecto físico estaba mal, parecía indigente”, recordó.

Samuel comenzó en las drogas "por curiosidad” y “por malas amistades”. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Para la época navideña tuvo una visión, se imaginó a su familia comiendo el 24 de diciembre y su lugar estaba vacío. Esta alucinación lo hizo reflexionar, pero después pensó en quitarse la vida tres veces, pues no sabía cómo dejar las drogas y cómo pedirles perdón a sus seres queridos.

Con el tiempo se armó de valor, regresó a su hogar, le ofreció disculpas a su madre y ella lo apoyó para rehabilitarse. Lleva dos años en Drogadictos Anónimos A.C, grupo ubicado en Momoxpan, Puebla, del que hablaremos más adelante.

“Mi mamá en su desesperación de no encontrar ayuda para mí me llevó a muchos lugares, me llevó con psicólogos, a iglesias para que hablaran conmigo los padres, pero nunca le tomé importancia. Ella ya no sabía qué hacer conmigo, hasta que una amiga le dijo de un grupo de ayuda, que me iba a divertir, que había niños como yo, pero yo no quise creerle, me dio miedo, hasta que toqué fondo y acepté la ayuda”, compartió.

Samuel lleva dos años sin drogarse y espera así continuar en su vida. Actualmente está estudiando el bachillerato y su sueño es convertirse en médico veterinario.

Escuelas, el primer lugar donde les ofrecen drogas

Luis S. es otro joven que tiene 17 años y que comenzó a drogarse a los 13. En la escuela, uno de sus compañeros le ofreció marihuana y le dijo que al consumirla iba a tener más amigos, que ya no iba a sentirse avergonzado por nada y que ya no le iban a importar sus problemas familiares, pues sus padres recientemente se habían separado.

“Empecé con tantito, me vendió una tapita de marihuana y me comencé a drogar. Me gustaba mucho el efecto, la sensación de olvidarme de todo, de sentirme más tranquilo, pero después también comencé a beber alcohol y luego a ingerir cristal. Me sentía bien en ese círculo social, hasta que me expulsaron de la escuela porque me descubrieron drogándome en los salones”, comentó.

Lo cambiaron de secundaria, pero en la nueva institución le ofrecieron inhalar “las monas”, que son una mezcla de líquidos para destapar los caños. Como su madre no estaba todo el día por el trabajo, su hogar se volvió en un espacio seguro para drogarse.

“Culpaba a mi madre de mi drogadicción, me metía más cosas, hasta que otra vez me expulsaron y conocí los cuadros de LSD e ingerí clonazepam. Todo cambió un 24 de diciembre, estaba tan mal que mi idea era darme un pasón y morirme, me tomé 15 pastillas con la idea de matarme, pero me encontró mi mamá y me dijo que ella me iba a ayudar a salir de esto”, expuso.

Luis S comenzó a drogarse a los 13. En la escuela, uno de sus compañeros le ofreció marihuana y le dijo que al consumirla iba a tener más amigos. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Antes de tomarse las pastillas le pidió a Dios que se lo llevara o le diera una señal para continuar en esta vida y cuando su madre lo salvó entendió que esa era la señal que tanto necesitaba. Fue así que ingresó a Drogadictos Anónimos A.C. Aunque los primeros meses fueron los más difíciles, hoy tiene el sueño de estudiar tres carreras: gastronomía, psicología y medicina.

Francisco G también tiene 16 años y su drogadicción comenzó cuando ingresó a la secundaria. Él no era un niño sociable y quería ser más popular en su escuela, por lo que en la misma institución pidió el contacto de la persona que vendía marihuana para ser más desinhibido. Sin embargo, luego de la marihuana comenzó a ingerir cristal, cocaína y tachas.

En su opinión, la drogadicción se hizo más fuerte por la facilidad en la que pudo adquirir estos productos, además que los vendedores le daban “créditos”, para que no pagara al momento. “La cocaína sí era algo caro, pero las pastillas eran baratas. Lo que yo hacía era manipular a mi familia para que me diera dinero y si no me lo daban robaba dentro de mi casa o por fuera”.

A “Pancho”, como le dicen sus familiares y amigos, también lo llevaron con varios médicos, pero nada ayudó. Al contrario, comenzó una gran depresión en su vida al grado de que comenzó a desear la muerte.

“Yo ya estaba buscando la sobredosis para matarme, pero mi familia intervino, buscó un lugar para darme ayuda y así llegué a Drogadictos Anónimos. Al principio la ansiedad de querer drogarme fue mucha, sentí que me quitaron libertad, pero al ver que la relación con mi familia mejoró y que había muchos jóvenes como yo, todo mejoró. Llevo un año sin drogarme y así quiero seguir”, concluyó.

¿A qué edad empiezan a consumir drogas?

Alcibíades de Ruíz, coordinador en Puebla de Drogadictos Anónimos A.C., dio a conocer que este grupo lleva trabajando por más de 20 años en la entidad y que actualmente beneficia a 70 personas en dos centros. Veinte de esas personas son menores de edad.

Sus servicios van dirigidos a hombres y adolescentes que de modo voluntario solicitan ayuda para dejar de drogarse y su rehabilitación la llevan a través de un conjunto de terapias basadas en el programa espiritual conocido como Los Doce Pasos.

Los únicos requisitos que se solicitan para ingresar es llegar acompañado de un familiar, aceptar de modo voluntario el albergue (mínimo tres meses), compromiso a integrarse y colaborar en todas las terapias que se le brindan. No tiene costo, la organización sobrevive por donativos.

Aquí no sólo trabajan para mejorar el aspecto físico de las personas que acuden, sino también trabajan su parte emocional y espiritual, pues consideran que la drogadicción tiene relación directa con ellas y terminan afectadas con el consumo.

El coordinador explicó que, al ayudar a menores de edad en su rehabilitación, se percató de que en los últimos años los jóvenes empiezan a ingerir estas sustancias a menor edad y que la marihuana es el primer paso para adentrarse en el mundo de la drogadicción. La edad de inicio está entre los 9 y 13 años.

También les preocupa que está creciendo el número de casos en donde los jóvenes hacen referencia de que su primer acercamiento a las drogas fue dentro de las instituciones educativas en las que solían estudiar.

Alcibíades de Ruíz, coordinador en Puebla de Drogadictos Anónimos A.C. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

“El poder conseguir las drogas se ha vuelto muy fácil, en escuelas, parques, iglesias, en todos lados está circulando, y la forma para conseguir dinero pues es fácil. (Al ser un consumidor) el joven denigra su dignidad, delinquiendo, cometiendo actos muy equivocados y cuando se enfrenta a la consecuencia emocional necesita volver a consumir para poder enfrentarlo. Es de verdad un infierno en vida”, manifestó.

En su opinión, esta situación debe de llamar la atención de las autoridades, tanto la edad de consumo como la dinámica estudiantil, y exhortó a los gobiernos a vigilar la situación al interior de las escuelas, ya que, en su opinión, la drogadicción destruye el tejido social y también deriva en la incidencia delictiva.

Puebla, segundo estado con más casos de menores de edad con adicciones

Ante este contexto, El Sol de Puebla hizo una revisión en los datos abiertos del gobierno federal, puntualmente en los Centros de Atención Primaria en Adicciones (CAPA), que son unidades que brindan servicios gratuitos, dirigidos a prevenir y atender el uso y abuso de sustancias adictivas. En Puebla hay 11 lugares de este tipo.

Hasta la última actualización, en el año 2019, había registro de 62 mil 805 personas que solicitaron apoyo y fueron atendidas en estos lugares por haber registrado algún tipo de adicción. De esta cifra, 32 mil 411 fueron mujeres de 12 a 17 años y el resto hombres del mismo rango de edad.

El informe señaló que el Estado de México se colocó en primer lugar nacional con menores de 18 años atendidos con problemas de adicciones, con 104 mil 536 casos, luego Puebla y en tercera posición nacional fue Querétaro, con 54 mil 405 personas. En contraste, las entidades con más baja intervención fueron Baja California Sur, con 3 mil 385 personas; Aguascalientes, con un total de 3 mil 220, y finalmente, Nayarit con 3 mil 59.

Estos lugares trabajan bajo la Norma Oficial NOM-028-SSA2-2009 para la Prevención, Tratamiento y Control de las Adicciones.

Ausencia parental o exposición parental a sustancias nocivas, algunas causas de la drogadicción infantil

Dulce María Pérez Torres, psicóloga y socióloga de la Facultad de Psicología de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), cree que hay varios motivos por los cuales los jóvenes deciden drogarse a corta edad, por ejemplo, puede ser una parte biológica y una parte social.

En la parte biológica es la genética, es decir, la exposición prenatal al alcohol u otras drogas que los padres consumieron antes, cuando el niño estaba en el vientre materno. Mientras que la parte social tiene que ver con un ambiente caótico en el hogar, violencia familiar, desintegración familiar y abuso de alcohol o drogas en los padres.

Los jóvenes reciben terapias basadas en el programa espiritual conocido como Los Doce Pasos. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla


A lo anterior se suma el ambiente escolar, la influencia de sus compañeros, la actitud social de la comunidad en la que vive y hasta la pobreza. “El niño siempre puede estar escuchando que en la casa no hay dinero y que nunca llegan los reyes magos, que él no puede tener esto o aquello y lo estresan, esto puede ser un condicionante en la parte social”, señaló.

La especialista indicó que varios adolescentes que deciden drogarse a corta edad dieron a conocer que crecieron en un hogar sin amor, se educaron con padres violentos o fueron víctimas de abuso físico o sexual. “El niño por callarse y por sentirse culpable de esta situación cae en las drogas, no sabe a quién contárselo”, expuso.

Pérez Torres considera que con el paso de los años estos niños y adolescentes corren el riesgo de presentar problemas emocionales graves, como la ansiedad y la depresión. También enfermedades cardíacas y hasta desajustes neuroquímicos en el cerebro que darán como resultado pérdida de memoria, problemas en el habla y pérdida de movilidad.

Para concluir, sugirió a las autoridades crear políticas públicas para prevenir la drogadicción, ya que, si los niños no están en sus hogares, el segundo lugar en donde pasan más tiempo es la escuela. Sugirió poner más vigilancia en estos sitios y brindarles apoyo psicológico a los menores dentro de las instituciones.

“Se deben de impulsar en las escuelas y en las políticas públicas factores de protección. Esto tiene que ver con la buena comunicación, padres afectivamente cercanos y si no se puede, trabajar en lo escolar, trabajar en la prevención, que identifiquen si un niño baja su rendimiento, si cambia su estado de ánimo e investigar qué ocurre, para descartar (el consumo de) drogas”, finalizó.