En los años ochenta Rodolfo Rojas inició una idea: fabricar calzado. Años más tarde su hijo Fernando arribó a Puebla para materializar la idea de su padre de elaborar y vender calzado en la ciudad, sin embargo, el mercado de esta ciudad no estaba interesado en comprar calzado para caballero.
Este tropiezo hizo que buscara una alternativa y la encontró creando calzado para damas, las zapatillas de tacón de aguja, de pirinola y otros modelos, tuvieron tan buena aceptación que se convirtió en su principal mercado.
Fernando Rojas pertenece a la segunda generación de este taller familiar que ha innovado y ampliado la gama de productos para seguir vigentes en el mercado, actualmente también manejan su propia línea de ropa, así como artículos de marroquinería (gorras, bolsos, llaveros y otros artículos elaborados con piel), y está orgulloso de este oficio aprendido desde temprana edad, al igual que su padre, sus hermanos y otros familiares.
Fabricar un zapato inicia con el diseño, la selección del material, diseñar, cortar, el pespunte o armado, el hormado y el terminado. Un artesano conoce y sabe realizar todo el proceso para elaborar el producto, a diferencia de quienes trabajan en una factoría y se especializan solo en un proceso, pero además el artesano “entrega amor en lo que hace”, refiere Fernando Rojas.
“Armar un zapato es como un rompecabezas, cada modelo tiene su diferencia, no hay una constancia, cada modelo tiene su forma de proceso para armarlo”, cuenta José Rojas, uno de los artesanos del taller, mientras le va dando forma a un zapato.
Asimismo, asegura que el tiempo para elaborar un zapato va de una hora y media hasta tres horas, dependiendo de la complejidad del armado, además de que depende de la línea de calzado que sea (tenis, botas o zapatillas), y también de la opción que el cliente tiene de personalizar su calzado, combinando telas, colores y diseños.
El taller de Calzado Rojas con más de treinta años de existencia, continúa vigente entre otras cosas por su capacidad de adaptarse a los cambios, desde aprender nuevas técnicas, debido a la introducción de pegamentos que sustituyeron el uso del engrudo y posteriormente aprender a trabajar los materiales sintéticos en lugar de la piel, hasta buscar mercado con la venta en línea a través de sus diferentes redes sociales cuando llegó la pandemia del Sars-cov-2 y obligó el cierre de los comercios, de los cuales solo una veintena pudo reabrir tras la emergencia sanitaria.