Rosalinda Villa debe salir de su casa ubicada en Cuautlancingo al menos con una hora de anticipación para llegar a tiempo a su trabajo, a 10 kilómetros de su hogar, en la ciudad de Puebla. Esto no ocurre así porque viaje en transporte público, sino porque debe enfrentarse al tráfico ocasionado por personas en vehículos que, al igual que ella, parten del mismo municipio a su centro de trabajo por las mañanas.
Cuautlancingo no solo se convirtió en un municipio difícil de habitar debido al incesante crecimiento inmobiliario, sino que, además, este mismo fenómeno acentuó las carencias de movilidad, obligando a los nuevos residentes y a los habitantes originarios a considerar al automóvil como el único medio eficaz de transporte.
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Esto no se debe a un capricho, narra Rosalinda, quien es residente de uno de los varios fraccionamientos de la zona. Si no viaja en coche no podría ir y regresar de su casa al trabajo y viceversa, ya que el horario de las rutas de transporte que la dejan cerca, ni siquiera enfrente de su fraccionamiento, son limitadas.
“Si no subes al último autobús que sale del Paseo Bravo a Cuautlancingo a las nueve de la noche, ya no hay forma de regresar”, advierte.
En tanto, por la alta demanda de movilidad, encontrar un espacio (no un asiento) en el transporte público por las mañanas es un reto casi imposible y desgastante. Aunado al peligro que supone utilizar estas rutas donde frecuentemente los usuarios son víctimas de robos.
Mucho menos se puede pensar en tomar un taxi de aplicación, ya que los costos por el nivel de tráfico en las mañanas y por el horario en las noches superan los 180 pesos por viaje, en una estimación positiva.
Esta situación se replica, con mayor énfasis, en aquellos que todavía hacen uso del transporte público, pues cada vez son más quienes opinan que, sin un vehículo propio, es casi imposible trasladarse de un lugar a otro de forma segura y eficiente. Ni en este escenario es posible imaginar utilizar otros medios como la bicicleta para cubrir la necesidad de movilidad.
Sin tomar cartas en el asunto
Los residentes y los habitantes originarios testigos de los cambios negativos que ha tenido el territorio, pero ninguno logra involucrarse. En el día los fraccionamientos lucen vacíos, por las noches abarrotados de vehículos, ya que sus residentes pasan casi todo el día fuera de casa por el trabajo o escuela, o simplemente porque no hay algo que logre hacerlos sentir en comunidad, coinciden arrendatarios entrevistados por esta casa editorial.
La mayoría de estos inquilinos reside, pero no habita. Pocos usan el transporte público por la inseguridad que representan los constantes robos en estas unidades y, en consecuencia, son contadas las personas que salen de casa caminando, pues la mayoría se traslada de un lugar a otro en vehículos particulares, asegura Milton Cabrera, quien reside en uno de estos complejos con su esposa.
Tampoco consideran el uso de transporte público por una segunda razón: este solo está disponible hasta cierto horario, mucho menos tomar taxis diariamente ya que esta opción les restaría al menos mil 500 pesos a la semana, opina Tania Ortiz, quien de igual forma reside en un fraccionamiento desde hace un par de años.
En tanto, los habitantes originarios observan por fuera el crecimiento de fraccionamientos y los cientos de anuncios inmobiliarios colocados en las calles para que cada vez más personas lleguen a uno de los municipios con mayor carencia de servicios.
El cambio para los habitantes
“Ya no puedes atravesar como antes”, narra Maribel, habitante de esta demarcación, quien lamenta que caminar tampoco es una opción viable de movilidad. Donde antes era posible pasar por las tierras de cultivos, ahora simula atravesar por una ciudad fantasma, afirma. No hay banquetas en ciertas áreas, en otras hay terrenos baldíos y, en la mayoría, te encuentras con puertas, rejas y altos muros que protegen a los nuevos inquilinos, con quienes, tal vez, no logres conversar alguna vez.
A partir de las seis de la mañana es cuando los habitantes se reúnen en un mismo punto, no por decisión propia, sino porque, si estos entran a trabajar a las ocho o nueve de la mañana, deben salir muy temprano a la parada del transporte público para encontrar un lugar en el camión que lo acerque a su destino, sino tendrán que esperar al menos media hora más para que pase la siguiente ruta, y luchar nuevamente por caber entre la multitud, agrega Patricia Barrera, quien habita este municipio desde hace 15 años.
“Como ahora ya todos los de los fraccionamientos usan coche, las rutas están dejando de entrar hasta el fondo de las calles y nos toca caminar como 15 minutos, a eso réstele otra hora y media que debemos salir antes para dejar a los niños a la escuela porque si no es así no llegan, y ni hablar de meterlos por aquí, porque ya somos muchos, ya todas las escuelas del municipio están llenas”, comparte Patricia González, quien usa este medio de transporte para llevar a sus hijos a la escuela.
Comparten carencias
Sin saberlo, los habitantes y los residentes atraviesan por las mismas carencias en el municipio: la falta de rutas de transporte público, de seguridad, entre otros. Vanesa Romero, quien vive en un fraccionamiento y usa el transporte público, regularmente es testigo de robos en estas unidades, situación que se ha vuelto común y que la ha orillado a mantener el pensamiento: “si me pasa algo, debo entregar todo, lo importante es mi seguridad”.
Aunque parezca absurdo, debe bajarse metros antes de la parada más cercana a su casa ya que hay un tramo considerado peligroso, en el que es mejor irse caminando que seguir arriba del camión.
La falta de rutas de transporte ha generado la proliferación de rutas colectivas o taxis piratas, las cuales, pese a su inseguridad, resultaron ser la solución de movilidad para cuando no hay un vehículo disponible y tienen que llegar rápido de un lado a otro, agrega Amando López, habitante del Barrio Nuevo León.
Con estas visibles carencias, ¿Qué hace atractivo a Cuautlancingo para que nuevos residentes lleguen? La oferta inmobiliaria es tan alta que, si cuentas con un vehículo propio, puedes hacer a un lado el tráfico para pagar un precio más cómodo de vivienda, ya que en zonas más cercanas a la capital poblana el costo es mayor por espacios más reducidos, comparte Ángel Hernández, uno de los nuevos arrendatarios de la zona.
“Llegué aquí porque con el mismo precio de renta que pago aquí solo me ofrecían departamentos cerca de donde trabajo en la ciudad de Puebla, a veces es preferible sacrificar otras cosas por la comodidad”, finaliza.