Tumbas cubiertas de flor de cempasúchil, veladoras y algunos de los alimentos que más gustaban a los difuntos fue parte del escenario que se apreció durante la noche y madrugada de ayer en panteones de este municipio, pues familiares pasaron las horas conviviendo con las almas de los fallecidos a pesar de la intensa lluvia.
Se dice que la tarde de 1 de noviembre y hasta pasado el mediodía del día 2, las almas de los difuntos tienen permiso de viajar al mundo de los vivos y, en Tlacotepec, les hacen compañía en las fosas en las que descansan sus restos, por lo que para las familias es como visitarlos en sus casas.
La lluvia que permeó durante toda la noche y parte de la madrugada ahuyentó a algunas familias que siguen al pie de la letra la tradición y, en lugar de acompañar a los difuntos hasta el amanecer –como se acostumbra-, solo estuvieron durante algunas horas.
A pesar de que trataron de cumplir con la tradición, el espectáculo en los panteones Municipal y de los barrios no fue para nada parecido a otros años, toda vez que solo algunas tumbas estaban cubiertas con flores y veladoras, pero, además las familias estaban resguardadas debajo de casas de campaña improvisadas con lonas y fueron las que más tiempo permanecieron con sus difuntos.
Doña Lucrecia se sentó durante horas a los pies de la tumba de su hijo Juan, quien falleció hace alrededor de cinco años en Nueva York. La intención fue que no estuviera solo durante la noche de Fieles Difuntos por lo que forró el espacio con flores y junto con sus otros hijos llevó un poco de café: así, pasó las horas recordándolo y contándole algunas anécdotas.
“Es una tradición desde mis abuelitos, ellos tenían esa costumbre, yo era una niña y se tenía la costumbre de que teníamos que venir a un panteón, la costumbre era que teníamos que venir en burro o caminando pero era la cosa de venir a acompañar a nuestros difuntos”, expresó doña Lucrecia, cubierta con un jorongo y rebozo para soportar el intenso frío provocado por la lluvia que acompañó la celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos.
Luis Ortega y su familia hicieron honores durante unas tres horas a su suegra Adelina Aguilar, por lo que llevaron tamales, pan y café para convivir con ella. Juana, su hija Silvia y otros integrantes de la familia, estuvieron con su papá bajo la lluvia, protegidos con una lona y varias capas de ropa.
A pesar de su corta edad, Silvia, se mostró interesada en convivir con su familia y preservar las tradiciones, pues aseguró que todavía se sorprende al ver el cementerio tan colorido y lleno de calor, sabiendo que los difuntos vienen de visita con sus familiares y es una reunión única que ocurre cada año.
Leónides Reyes Garzón, con su familia, convivieron y compartieron unos alimentos con sus padres Pablo Reyes Melchor y Lidia Garzón Mendoza, quienes están enterrados en el mismo sitio. Lo mismo hizo Alicia Merino Hernández al pasar unas horas más con su esposo, Honorio Ruiz Pérez, mismo que falleció hace algunos años.
La familia de José Enrique Jaime López Gutiérrez, fue una de las más grandes y animosas, que junto a la tumba de sus padres Joel López Jiménez e Irene Gutiérrez Lezama compartieron pan, café y hasta chalupas así como un poco de música.
El ánimo de las familias no decayó, a pesar de las condiciones del clima permanecieron durante varios minutos con difuntos y entre cada tregua que daba la lluvia decidían regresar a sus hogares para continuar ahí con la fiesta, donde también colocaron sus ofrendas con tamales, pan y diferentes guisos.
LA INSEGURIDAD
La inseguridad, dijeron otras voces, también ha afectado la tradición, pues la gente está temerosa de que la asalten o le quiten sus vehículos por acudir a los panteones a la medianoche.
La tranquilidad que vivían hace algunos años ya no es la misma, hasta hace una década era muy fácil caminar por las calles del municipio con tranquilidad, sin embargo, los eventos delictivos se han incrementado, por lo que algunas ocasiones prefieren no deambular por las noches y mucho menos solos.
Lee más: