/ sábado 7 de octubre de 2023

Burros eran indispensables para el desarrollo del comercio en la zona centro de Puebla

Los burros eran utilizados para abastecer a los tianguis de Acatzingo, Tepeaca y la región hasta finales de la década de los 70

Si bien utilizar animales para el traslado de mercancías podría verse como un acto de crueldad animal, hasta hace 50 años los equinos, específicamente los burros, eran el único medio para transportar toda clase de productos y recorrer grandes distancias con fines comerciales en la zona centro del estado poblano, sin embargo, la aparición de las bicicletas y los automóviles lograron relegarlos.

En el marco del Día Internacional de los Animales, el historiador y profesor Gabriel Aguilar Aguilar explicó que el burro fue una pieza fundamental para abastecer a los tianguis de Acatzingo, Tepeaca y la región hasta finales de la década de los 70, donde estas “bestias de carga” cumplían la función de transportar mercancía.

“En los burros se transportaba agua, leche, pulque, pollos, leña, forraje, frutas, verduras, carne, granos, dulces, nieve, pan, entre otros productos que se comercializan en los tianguis, porque no había bicicletas y menos camionetas en las zonas rurales”, indicó el cronista.

Asimismo, contó que no todas las familias tenían un burro, pues tenerlo era un privilegio de unos cuantos: “En la zona de Los Reyes de Juárez, de donde soy originario, recuerdo que quien tenía un burro era porque tenía mayores posibilidades económicas y para cubrir las necesidades de transporte, la gente los pedía prestados”.

Los polleros, los burros madereros y el pan de burro

Narró que en la década de los 60, los pueblos de la zona centro del estado, eran recorridos por polleros, -pero no de los que se imaginan-, advierte con una sonrisa.

“Eran comerciantes de Tehuacán y Tlacotepec que recorrían los pueblos con sus burros y compraban los pollos a las amas de casa, gritaban pollos, pollos y las personas salían a vender su animal. Cada burro tenía un canasto de un metro de alto en cada lado, ahí echaban los pollos amarrados de las patas, y posteriormente los vendían por mayoreo en los tianguis de Acatzingo y Tepeaca”, dijo.

Asimismo, relató que en ese entonces también había burros madereros, que eran los que transportaban madera para los carpinteros, “La madera la traían del Palmar en burros, dos tablas de 2 metros y medio en cada lado, así era como llegaba la materia prima”.

Reseñó que el famoso pan de burro originario de San José Miahuatlán, Puebla, antiguamente era transportado en burro, hecho del que deriva su nombre, se trata de un pan de dulce o de sal de forma redondeada que dura fresco varios días.

Recordó que en Acatzingo y Tepeaca había mesones, que eran sitios donde la gente podía amarrar su burro y pernotar, ya que eran grandes distancias las que recorrían para llegar a los tianguis a vender sus productos.

Los salteadores

Otro dato a destacar es que también había asaltantes en esa época y eran conocidos como salteadores, “Eran personas que robaban a los viajeros, en ocasiones se llevaban los burros con todo y mercancía, hubo un caso muy sonado en el municipio de Los Reyes de Juárez, donde un famoso ladrón le robo a la hija de un presidente municipal y el pueblo estuvo a punto de lincharlo, pero llegó su mamá y suplico que no lo mataran, finalmente, le perdonaron la vida”, contó el profesor.

Los burros viejos eran comidos por los zopilotes

El historiador Gabriel Aguilar mencionó que a pesar de la utilidad de estos nobles animales utilizados como bestias de carga, cuando llegaban a una edad avanzada y ya no les servían a sus dueños, eran abandonados en los llanos sin comida y sin agua, por lo que morían y posteriormente eran devorados por los zopilotes.

“Era una práctica muy común, esto lo hacían para evitar matarlos a palos o si morían en casa de todas maneras los llevaban a los llanos para ser devorados por los zopilotes y así terminaba la vida de un burro después de varios años de servicio”, comentó.

Los burros están en peligro de extinción

Sobre el tema, la médico veterinario zootecnista, Cecilia Jiménez Contreras refirió que desafortunadamente, los burros están en peligro de extinción en México, debido a que la gente de las zonas rurales cada vez los utiliza menos, aunado a que los que quedan los mantienen trabajando en malas condiciones.

Informó que la vida de un burro depende de su cuidado, pues aquellos que son procurados llegan a vivir hasta 40 años, pero si son maltratados viven sólo la mitad. Agregó que el precio de estos animales en el mercado ronda entre los 5 mil y 7 mil pesos dependiendo la edad.

Además, comentó que desgraciadamente en México al burro se le ha catalogado como un animal tonto, pero en realidad son animales muy inteligentes, fuertes y, con una memoria impresionante que les permite recordar cada una de sus tareas.

Comentó que atendiendo esta problemática han surgido organizaciones civiles como Cuacolandía, que es un santuario de equinos rescatados de maltrato y abandono financiado a través de donativos, ubicado en el municipio de Atlixco, Puebla, cuya fundadora es Elena Larrea.

Cabe mencionar que fue un estudio presentado por la Agencia Investigación y Desarrollo el que arrojó que mientras en 1991 la población de burros en México era de 1.5 millones, en la actualidad la cifra es de sólo 300 mil ejemplares, posicionando entre las principales causas de este fenómeno la modernización de las labores agrícolas, la explotación que sufren y el desinterés en su conservación.

Pero otros de los motivos de esta alerta en la existencia de estas especies es la comercialización a nivel mundial de la piel de burro, que en China es utilizada para elaborar “ejiao”, que es una exótica gelatina que se dice que cuenta con efectos benéficos para la salud, lo que está poniendo en riesgo a algunas razas.

Si bien utilizar animales para el traslado de mercancías podría verse como un acto de crueldad animal, hasta hace 50 años los equinos, específicamente los burros, eran el único medio para transportar toda clase de productos y recorrer grandes distancias con fines comerciales en la zona centro del estado poblano, sin embargo, la aparición de las bicicletas y los automóviles lograron relegarlos.

En el marco del Día Internacional de los Animales, el historiador y profesor Gabriel Aguilar Aguilar explicó que el burro fue una pieza fundamental para abastecer a los tianguis de Acatzingo, Tepeaca y la región hasta finales de la década de los 70, donde estas “bestias de carga” cumplían la función de transportar mercancía.

“En los burros se transportaba agua, leche, pulque, pollos, leña, forraje, frutas, verduras, carne, granos, dulces, nieve, pan, entre otros productos que se comercializan en los tianguis, porque no había bicicletas y menos camionetas en las zonas rurales”, indicó el cronista.

Asimismo, contó que no todas las familias tenían un burro, pues tenerlo era un privilegio de unos cuantos: “En la zona de Los Reyes de Juárez, de donde soy originario, recuerdo que quien tenía un burro era porque tenía mayores posibilidades económicas y para cubrir las necesidades de transporte, la gente los pedía prestados”.

Los polleros, los burros madereros y el pan de burro

Narró que en la década de los 60, los pueblos de la zona centro del estado, eran recorridos por polleros, -pero no de los que se imaginan-, advierte con una sonrisa.

“Eran comerciantes de Tehuacán y Tlacotepec que recorrían los pueblos con sus burros y compraban los pollos a las amas de casa, gritaban pollos, pollos y las personas salían a vender su animal. Cada burro tenía un canasto de un metro de alto en cada lado, ahí echaban los pollos amarrados de las patas, y posteriormente los vendían por mayoreo en los tianguis de Acatzingo y Tepeaca”, dijo.

Asimismo, relató que en ese entonces también había burros madereros, que eran los que transportaban madera para los carpinteros, “La madera la traían del Palmar en burros, dos tablas de 2 metros y medio en cada lado, así era como llegaba la materia prima”.

Reseñó que el famoso pan de burro originario de San José Miahuatlán, Puebla, antiguamente era transportado en burro, hecho del que deriva su nombre, se trata de un pan de dulce o de sal de forma redondeada que dura fresco varios días.

Recordó que en Acatzingo y Tepeaca había mesones, que eran sitios donde la gente podía amarrar su burro y pernotar, ya que eran grandes distancias las que recorrían para llegar a los tianguis a vender sus productos.

Los salteadores

Otro dato a destacar es que también había asaltantes en esa época y eran conocidos como salteadores, “Eran personas que robaban a los viajeros, en ocasiones se llevaban los burros con todo y mercancía, hubo un caso muy sonado en el municipio de Los Reyes de Juárez, donde un famoso ladrón le robo a la hija de un presidente municipal y el pueblo estuvo a punto de lincharlo, pero llegó su mamá y suplico que no lo mataran, finalmente, le perdonaron la vida”, contó el profesor.

Los burros viejos eran comidos por los zopilotes

El historiador Gabriel Aguilar mencionó que a pesar de la utilidad de estos nobles animales utilizados como bestias de carga, cuando llegaban a una edad avanzada y ya no les servían a sus dueños, eran abandonados en los llanos sin comida y sin agua, por lo que morían y posteriormente eran devorados por los zopilotes.

“Era una práctica muy común, esto lo hacían para evitar matarlos a palos o si morían en casa de todas maneras los llevaban a los llanos para ser devorados por los zopilotes y así terminaba la vida de un burro después de varios años de servicio”, comentó.

Los burros están en peligro de extinción

Sobre el tema, la médico veterinario zootecnista, Cecilia Jiménez Contreras refirió que desafortunadamente, los burros están en peligro de extinción en México, debido a que la gente de las zonas rurales cada vez los utiliza menos, aunado a que los que quedan los mantienen trabajando en malas condiciones.

Informó que la vida de un burro depende de su cuidado, pues aquellos que son procurados llegan a vivir hasta 40 años, pero si son maltratados viven sólo la mitad. Agregó que el precio de estos animales en el mercado ronda entre los 5 mil y 7 mil pesos dependiendo la edad.

Además, comentó que desgraciadamente en México al burro se le ha catalogado como un animal tonto, pero en realidad son animales muy inteligentes, fuertes y, con una memoria impresionante que les permite recordar cada una de sus tareas.

Comentó que atendiendo esta problemática han surgido organizaciones civiles como Cuacolandía, que es un santuario de equinos rescatados de maltrato y abandono financiado a través de donativos, ubicado en el municipio de Atlixco, Puebla, cuya fundadora es Elena Larrea.

Cabe mencionar que fue un estudio presentado por la Agencia Investigación y Desarrollo el que arrojó que mientras en 1991 la población de burros en México era de 1.5 millones, en la actualidad la cifra es de sólo 300 mil ejemplares, posicionando entre las principales causas de este fenómeno la modernización de las labores agrícolas, la explotación que sufren y el desinterés en su conservación.

Pero otros de los motivos de esta alerta en la existencia de estas especies es la comercialización a nivel mundial de la piel de burro, que en China es utilizada para elaborar “ejiao”, que es una exótica gelatina que se dice que cuenta con efectos benéficos para la salud, lo que está poniendo en riesgo a algunas razas.

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