/ domingo 28 de enero de 2024

Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”, busca igualdad de género en Tlaola

Sus integrantes se han enfrentado a las costumbres machistas, violencia institucional, así como a los usos y costumbres

En un cuarto lleno de mujeres adultas de Tlaola, la moderadora pregunta: ¿quién sabe cuáles son sus derechos? Sorprendentemente, la mayoría levanta la mano y al pedir que una de ellas diga cuáles son, responde: atender a mi marido, no faltarle al respeto, cuidar a mis hijos, cocinar, pero en ningún momento habla de la vida libre de violencia o de los derechos sexuales y reproductivos.

Que las mujeres ejerzan menos sus derechos que los hombres no es una novedad, pero es un fenómeno social todavía más arraigado en las comunidades indígenas de Puebla. De acuerdo con las especialistas, las mujeres tienden a expresarse con menos frecuencia que los hombres, mantienen un contacto más limitado con las autoridades y enfrentan dificultades en el acceso a la educación, pese a que ellas registran mayores problemáticas sociales.

Ante este contexto, y con el objetivo de que las mujeres nahuas tengan un espacio seguro para enfrentar cualquier tipo de violencia, se creó la Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”, A.C., un grupo que busca la igualdad de género y empoderar a las niñas y mujeres de Tlaola. Sus integrantes se han enfrentado a las costumbres machistas, a la violencia institucional, así como a los usos y costumbres.

Sin embargo, la lucha por reivindicar el sexo femenino en las comunidades sigue en pie, ya que el 65 por ciento de las mujeres en este municipio han sufrido algún tipo de violencia, pese a que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNP) sólo tiene 2 carpetas de investigación desde su año histórico (2015) por feminicidios y 267 por el delito de violencia familiar.

Sus integrantes se han enfrentado a las costumbres machistas, violencia institucional, así como a los usos y costumbres. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Para las integrantes de esta asociación, el bajo número de carpetas de investigación no significa que las mujeres la estén pasando bien, sino que es resultado de la discriminación que viven cuando buscan acceder a los sistemas de justicia. En este material, El Sol de Puebla compartirá el trabajo que hace la Casa, con el fin de crear una sociedad libre de violencia, donde las mujeres de todas las edades tengan la garantía de vivir en plenitud.

Origen de la Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”

Tlaola es un municipio alejado de la capital poblana, a 3 horas y media de distancia en automóvil. Está ubicado en la Sierra Norte del estado y cuenta con 20 mil 433 habitantes, de los cuales, 48.2 por ciento son hombres y 51.8 por ciento mujeres. El 60 por ciento de su población habla una lengua indígena, siendo el náhuatl la principal, le sigue el totonaco.

Sólo 3.96 por ciento de sus habitantes cuentan con Internet en sus casas y la mayoría de los hombres se dedican a trabajos relacionados con las actividades agrícolas, siendo el chile el principal producto. Las mujeres, por su parte, son amas de casa, ayudantes en comercios o trabajadoras domésticas.

Las mujeres laboralmente ocupadas “crecieron” en los últimos años, pues para el 2020 no llegaban al 30 por ciento y para el segundo trimestre del 2023 la cifra fue del 41.2 por ciento. Y justo la palabra “crecer” es con la que comenzaremos para contar la historia de la Casa de la Mujer, ya que “Yoltika” significa “creciendo” en náhuatl.

Rubí Nolasco Cruz es la fundadora de esta casa, es una mujer indígena que desde niña se ha interesado por los movimientos sociales y que alza la voz ante las injusticias. Fue en el 2003 cuando se organizó con varias mujeres de Tlaola para hablar de derechos con sus madres, ya que identificaron que los desconocían. Les explicaron cuáles eran los básicos: educación, salud, desarrollo, trabajo, participación política, una vida libre de violencia y derechos sexuales, así como reproductivos.

Ese año salió un programa federal dirigido a los pueblos indígenas y ellas decidieron capacitarse para poder dar talleres. “Comenzamos a ir a las comunidades, empezamos a hablar de los derechos sexuales de las mujeres, de los derechos en los pueblos indígenas y ellas mismas empezaron a reconocer que eran sujetas de derecho y que había leyes que las protegían, fue así que se dieron cuenta que sufrían violencia y poco a poco las dieron a conocer; incluso creció el interés por hacer denuncias”, detalló.

Las mujeres laboralmente ocupadas “crecieron” en los últimos años. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Rubí y su equipo siguieron dando estas pláticas, pero cuando las mujeres empezaron a solicitar acompañamiento para realizar sus denuncias, no se dieron abasto de personal ni económico para atenderlas. Fue hasta el 2012 cuando se lanzó la convocatoria nacional para crear Casas de la Mujer Indígena en el país. Entonces leyeron las reglas de operación y cumplieron con todos los requisitos para aplicar.

“Hicimos un diagnóstico porque nos pidieron antecedentes de que la comunidad tenía necesidades de este tipo y fue cuando comprobamos que la violencia estaba presente, hablamos de que el 65 por ciento de las mujeres reconocieron vivir violencia y fue la primera vez que escuchamos el término de feminicidio. Salieron los primeros casos, pero no fueron catalogados así, fueron muertes pasionales, muertes por venganza, el resultado fue un homicidio, no como la máxima expresión de odio hacia las mujeres”, resaltó.

Su sorpresa fue que ganaron la convocatoria y desde el 2013 comenzaron operaciones bajo el nombre de Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”. Inclusive, pudieron edificar un espacio ubicado en el centro de Tlaola para recibir a beneficiarias y brindarles apoyo psicológico, jurídico y hasta emocional. Todo totalmente gratuito.

Rubí compartió que les dio mucho orgullo ganar la convocatoria, pero también miedo, ya que era un gran reto frente a su comunidad indígena, la cual, hasta el día de hoy, se rige por muchos usos y costumbres. Esta mujer ha sido víctima de violencia comunitaria debido a que, por su trabajo, hubo un tiempo que recibió mensajes de odio a través de redes sociales y por un momento pensó en “tirar la toalla”.

“Las mujeres no sabían que vivían violencia y había un estigma muy grande en cuanto a su sexualidad; eran temas que no se abordaban en las comunidades y no fuimos bien vistas desde el principio. Las mujeres que rompemos paradigmas y esta figura de lo que es una mujer tradicional no es bien visto aquí, pero seguimos capacitándonos para darles calidad y calidez”, agregó.

En el 2023 cumplieron 10 años de creación, pero no ha sido nada fácil, ya que en el 2020 el gobierno federal anunció un recorte de más del 50 por ciento a la Red Nacional de Casas de la Mujer Indígena (Cami), y aunque la sociedad ha crecido y está más informada, siguen calificando a las integrantes como “alborotadoras”.

Las mujeres de Tlaola y municipios cercanos se las siguen arreglando para ir a los talleres, aunque no tengan permiso de sus parejas. Los primeros años eran muy pocas participantes, pero hoy en día llenan los cupos. Esto ha generado que otras fundaciones las respalden y lleven hasta Tlaola varios servicios. Por ejemplo, paquetes ginecológicos a bajos costos que no superan los 70 pesos.

“Nos da mucha alegría cuando nos dicen: ¿cuándo van a venir o cuándo hablaremos de cierto tema?, eso quiere decir que poco a poquito hemos permeado en las comunidades y hoy en día más mujeres saben de sus derechos e identifican esas violencias que se habían normalizado”, externó.

Las mujeres de Tlaola y municipios cercanos se las siguen arreglando para ir a los talleres, aunque no tengan permiso de sus parejas. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

En la actualidad la Casa beneficia directamente a 800 mujeres y niñas e indirectamente a otras mil, quienes reciben pláticas y asesorías para tener una mejor calidad de vida.

¿Cómo es la ruta de atención que ofrecen en la Casa?

La Casa tiene varias áreas, pero una de las principales es la que atiende a las mujeres que son víctima de algún tipo de violencia. La ruta de atención consiste en escucharlas, darles asesoría, acompañamiento en las diferentes estancias de impartición de justicia (en caso de que quieran denunciar), en los servicios de salud o donde corresponda el caso.

También, darle seguimiento, brindar capacitación a los familiares de la víctima (si ellos acceden) para construir un plan de vida, invitación a tomar talleres de derechos, prevención de la violencia y plan de vida de las mujeres para comenzar un proceso de empoderamiento y concluyen con el exhorto para los procesos de sanar la violencia en su vida.

Para lograr esto hay un equipo en el que se encuentra Bertha Escobedo, coordinadora del Área Especializada; Iris Shaday Castro, pasante en psicología, y las promotoras Yari Sebastián y Florinda de la Cruz.

“Siempre tratamos de que este sea un espacio 100 por ciento seguro para ellas, no las presionamos. Hasta que ellas se sienten cómodas y seguras es cuando cuentan su historia y dan más información. Entendemos sus contextos, muchas de ellas no pueden venir por temas económicos, por miedo. Siempre estamos informándonos y ellas están frente a personas capacitadas en el tema”, compartieron.

Del 100 por ciento de las mujeres que atendieron en el año 2023, el 95 por ciento fueron por violencia familiar. No obstante, las mujeres de Tlaola no saben que están viviendo este tipo de violencia hasta después de que acuden a los talleres o de que platican con las especialistas.

“Nos dicen: ‘es que mi marido me tomó a la fuerza’, y les preguntamos ‘qué es tomarte a la fuerza’ y ellas van explicando que fue tener relaciones sexuales de manera obligada, pero al ser su esposo, creen que no es un delito. Hay mujeres que nos dicen que las obligaron a ingerir bebidas alcohólicas y luego tuvieron relaciones, así que les explicamos que eso no está bien y que hay posibilidad de denunciar”, comentaron.

La Casa cuenta con dos traductoras de náhuatl, que pueden estar presentes (si la víctima lo decide) al dialogar con la psicóloga o brindan acompañamiento al denunciar, ya que en los ministerios públicos no cuentan con intérpretes. Para “Yoltika”, el proceso para que una mujer decida denunciar es muy complicado y cuando por fin toma la decisión se enfrenta a un reto más grande, ya que en las instituciones públicas sufren discriminación, revictimización y racismo.

“La falta de acceso de las mujeres indígenas a la justicia se debe a diversas causas fundamentales, como la discriminación múltiple, la violencia estructural y la pobreza. Estas mujeres se encuentran en una situación desproporcionada en el sistema de justicia penal, y muchas veces por ello deciden abandonar su denuncia”, lamentaron.

La Casa cuenta con dos traductoras de náhuatl. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Si bien las mujeres ya se están capacitando para saber de sus derechos y ejercerlos, para las integrantes de esta Casa es fundamental que las autoridades también lo hagan, ya que revictimizan y no aplican la perspectiva de género en los casos.

Las cuatro mujeres de esta área especializada no están exentas de los señalamientos del pueblo por su activismo, pues hay rumores de que “son brujas” y que cuando construyeron la casa edificaron un sótano para encerrar a los hombres que maltrataban a las mujeres. También “argüenderas”, debido a que las mujeres cambian sus actitudes porque ya conocen sus derechos y los hombres se molestan al ver el empoderamiento.

“Vienen de hombres machistas y violentos. Por trabajar estos temas en la comunidad no siempre somos bien vistas y una que otra vez nos da miedo, porque nos ubican, saben dónde vivimos y nos dicen de todo (…) una situación que se vivió es que empezaron a correr a los tortilleros, porque sus esposas ya no querían hacerle tortillas a mano, entonces cualquier cambio que ven en sus esposas y no les gusta, nos culpan a nosotras”, revelaron.

Las niñas tienen muchos sueños, pero el machismo las frena

Otra extensión que conforma la Casa es la que tiene que ver con el trabajo de campo, que es el área comunitaria. Las mujeres acuden a las comunidades alejadas para dar talleres a las niñas, niños, mujeres jóvenes y mujeres adultas indígenas. Los temas que abordan son: nuestros derechos, derechos sexuales, sueños y aspiraciones, nuevas masculinidades.

Itatí Luna Cruz es la coordinadora comunitaria y Juana Domínguez es la promotora, ellas han identificado que las niñas indígenas tienen muchos anhelos, sueñan en convertirse en médicas, astronautas, políticas, pero por las creencias de que las mujeres deben de quedarse en labores domésticas y por el machismo, sus aspiraciones se ven derrumbadas.

“Nosotras vamos a decirles que esos sueños se pueden cumplir, les contamos historias de mujeres indígenas que lograron hacer muchas cosas (…) hay sueños muy bonitos y ya es más frecuente que las niñas entiendan que todos deben de cooperar en las tareas de las casas, incluyendo a sus hermanos hombres, y que no es una tarea exclusiva de ellas”, indicaron.

En los talleres han identificado menores de edad que han sufrido abuso sexual y esto lo pudieron observar a través de los dibujos que hacen. Cuando reconocen este tipo de agresiones deben de ser cuidadosas y marcar un plan previo para ayudar a la niña, ya que ellas no son autoridades y previamente debe de haber una denuncia.

Otro punto que han identificado es la exclusión en las oportunidades laborales. Este problema se encuentra estrechamente vinculado a la discriminación de género, y afecta especialmente a niñas y mujeres indígenas. Esta realidad socava sus derechos y limita sus oportunidades.

Ante este contexto y con la meta de lograr un desarrollo sostenible, la Casa permite que jóvenes indígenas de Tlaola hagan sus prácticas profesionales o que ingresen, se capaciten y se vuelvan promotoras. Tal es el caso de Flora Sánchez Galindo y Liliana Morgado Crisanto, dos chicas que no sabían de la autonomía de las mujeres, la participación en la vida pública y de las políticas de género, pero hoy en día trabajan para crear una sociedad más inclusiva.

“Pasábamos por aquí, veíamos la Casa, pero nunca creímos que íbamos a trabajar en este lugar. Muchas mujeres de la comunidad tienen sueños de trabajar en algo grande, pero la discriminación y violencia basadas en el género llevan a que los padres, por temor a que sus hijas sufran agresiones, opten por retirarlas de la escuela o simplemente no las dejan. Fuimos afortunadas”, expresaron.

Registraron 10 casos de trata de personas con fines de explotación laboral

Además de las problemáticas anteriores, en la Casa identificaron 10 casos en donde las mujeres adultas fueron víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral, es decir, que a través de engaños fueron llevadas a casas particulares para hacer trabajos del hogar con muy bajos salarios. Sin embargo, no quisieron denunciar.

Para la directora de la Casa, las mujeres y niñas enfrentan una mayor susceptibilidad a la trata con fines de explotación laboral. Entre estos factores se incluyen el limitado acceso a la educación, pobreza, falta de oportunidades y la existencia de normas desiguales, roles y expectativas de género que perpetúan la normalización de la violencia.

“En el tema de trata de personas con fines de explotación laboral llevamos 10 casos durante los 10 años de existencia de la casa. No se denunciaron, sólo se hicieron visibles y también algo que hemos visto que es muy común, es que viene gente de otros estados a llevarse a personas, pegan carteles, ofrecen muchas prestaciones, pero cuando llegan allá, están en pésimas condiciones y regresan sin nada. Pero volvemos a la cultura machista, ya que, si esto le llega a pasar a un hombre, no lo cuenta por pena y porque la sociedad les ha impuesto que ellos deben de triunfar y no viven violencia”, subrayó.

En caso de sufrir cualquier tipo de violencia, pueden comunicarse con estas mujeres indígenas que realizan acciones de información, difusión, sensibilización, formación y vinculación institucional para la prevención y atención de la violencia de género. El número es: 764 764 7141.

¿Cómo obtienen recursos?

Como se mencionó anteriormente, esta Casa se creó a partir de recursos federales destinados por el Programa de Derechos Indígenas. (Trámite INPI-00-007-A). Son 35 en todo el país y su última reunión nacional fue el 5 de agosto de 2023, en donde las Casas de la Mujer Indígena y Afromexicana (CAMIAS) se reunieron con el coordinador de Derechos Indígenas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), Hugo Aguilar Ortiz.

Hermenegilda Nixcugtla Miguel es la encargada del área administrativa de la Casa en Tlaola y explicó que ella se dedica a gestionar recursos. Hasta la fecha elaboran proyectos anuales para poder operar de marzo a diciembre, ya que los primeros meses del año no tienen recursos y deben de organizarse para trabajar sin dinero durante ese periodo.

Esta Casa se creó a partir de recursos federales destinados por el Programa de Derechos Indígenas. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

“Estos meses estamos sólo como voluntarias y de marzo a diciembre tenemos recursos de nuestro plan operativo. Lo planeamos de acuerdo a nuestras actividades y lo principal es llevar un orden muy puntual para que alcance el recurso que nos facilita el gobierno federal. Ellos autorizan el dinero de cada año y nosotras debemos de comprobar todo”, indicó.

Aceptó que, en muchos años, el recurso es insuficiente para atender a todas las mujeres que llegan y por ello han buscado alianzas con otras fundaciones, para que ellos, de forma gratuita, brinden otros servicios: “No podemos decirles que no tenemos dinero; entonces tenemos que buscar solución y darle el acompañamiento a nuestro alcance y cumplir con la función por la que nacimos”.

El año pasado participaron en una convocatoria internacional para poder recibir más recursos, pero hasta el momento no les han dado los resultados. Al preguntarle si pueden recibir donaciones, respondió que no, ya que no están dadas de alta en ese proceso, sólo pueden inscribirse a proyectos.

Quien se interese en conocer el trabajo de la Casa de la Mujer Indígena Yoltika A.C, puede encontrarlas en la calle Corregidora, en el centro de Tlaola. Fue una coincidencia que la Casa se edificara en esta calle, “La Corregidora”, pues hace referencia a Josefa Ortiz de Domínguez, una de las mujeres fuertes de la historia de México.

La labor de este grupo refleja que en los municipios de Puebla existen mujeres valientes, que quieren que se cumplan los derechos que tienen todas las indígenas y campesinas. Son el reflejo de historias de resistencia, de resiliencia y que han luchado con el fin de defender sus ideales.

En un cuarto lleno de mujeres adultas de Tlaola, la moderadora pregunta: ¿quién sabe cuáles son sus derechos? Sorprendentemente, la mayoría levanta la mano y al pedir que una de ellas diga cuáles son, responde: atender a mi marido, no faltarle al respeto, cuidar a mis hijos, cocinar, pero en ningún momento habla de la vida libre de violencia o de los derechos sexuales y reproductivos.

Que las mujeres ejerzan menos sus derechos que los hombres no es una novedad, pero es un fenómeno social todavía más arraigado en las comunidades indígenas de Puebla. De acuerdo con las especialistas, las mujeres tienden a expresarse con menos frecuencia que los hombres, mantienen un contacto más limitado con las autoridades y enfrentan dificultades en el acceso a la educación, pese a que ellas registran mayores problemáticas sociales.

Ante este contexto, y con el objetivo de que las mujeres nahuas tengan un espacio seguro para enfrentar cualquier tipo de violencia, se creó la Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”, A.C., un grupo que busca la igualdad de género y empoderar a las niñas y mujeres de Tlaola. Sus integrantes se han enfrentado a las costumbres machistas, a la violencia institucional, así como a los usos y costumbres.

Sin embargo, la lucha por reivindicar el sexo femenino en las comunidades sigue en pie, ya que el 65 por ciento de las mujeres en este municipio han sufrido algún tipo de violencia, pese a que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNP) sólo tiene 2 carpetas de investigación desde su año histórico (2015) por feminicidios y 267 por el delito de violencia familiar.

Sus integrantes se han enfrentado a las costumbres machistas, violencia institucional, así como a los usos y costumbres. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Para las integrantes de esta asociación, el bajo número de carpetas de investigación no significa que las mujeres la estén pasando bien, sino que es resultado de la discriminación que viven cuando buscan acceder a los sistemas de justicia. En este material, El Sol de Puebla compartirá el trabajo que hace la Casa, con el fin de crear una sociedad libre de violencia, donde las mujeres de todas las edades tengan la garantía de vivir en plenitud.

Origen de la Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”

Tlaola es un municipio alejado de la capital poblana, a 3 horas y media de distancia en automóvil. Está ubicado en la Sierra Norte del estado y cuenta con 20 mil 433 habitantes, de los cuales, 48.2 por ciento son hombres y 51.8 por ciento mujeres. El 60 por ciento de su población habla una lengua indígena, siendo el náhuatl la principal, le sigue el totonaco.

Sólo 3.96 por ciento de sus habitantes cuentan con Internet en sus casas y la mayoría de los hombres se dedican a trabajos relacionados con las actividades agrícolas, siendo el chile el principal producto. Las mujeres, por su parte, son amas de casa, ayudantes en comercios o trabajadoras domésticas.

Las mujeres laboralmente ocupadas “crecieron” en los últimos años, pues para el 2020 no llegaban al 30 por ciento y para el segundo trimestre del 2023 la cifra fue del 41.2 por ciento. Y justo la palabra “crecer” es con la que comenzaremos para contar la historia de la Casa de la Mujer, ya que “Yoltika” significa “creciendo” en náhuatl.

Rubí Nolasco Cruz es la fundadora de esta casa, es una mujer indígena que desde niña se ha interesado por los movimientos sociales y que alza la voz ante las injusticias. Fue en el 2003 cuando se organizó con varias mujeres de Tlaola para hablar de derechos con sus madres, ya que identificaron que los desconocían. Les explicaron cuáles eran los básicos: educación, salud, desarrollo, trabajo, participación política, una vida libre de violencia y derechos sexuales, así como reproductivos.

Ese año salió un programa federal dirigido a los pueblos indígenas y ellas decidieron capacitarse para poder dar talleres. “Comenzamos a ir a las comunidades, empezamos a hablar de los derechos sexuales de las mujeres, de los derechos en los pueblos indígenas y ellas mismas empezaron a reconocer que eran sujetas de derecho y que había leyes que las protegían, fue así que se dieron cuenta que sufrían violencia y poco a poco las dieron a conocer; incluso creció el interés por hacer denuncias”, detalló.

Las mujeres laboralmente ocupadas “crecieron” en los últimos años. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Rubí y su equipo siguieron dando estas pláticas, pero cuando las mujeres empezaron a solicitar acompañamiento para realizar sus denuncias, no se dieron abasto de personal ni económico para atenderlas. Fue hasta el 2012 cuando se lanzó la convocatoria nacional para crear Casas de la Mujer Indígena en el país. Entonces leyeron las reglas de operación y cumplieron con todos los requisitos para aplicar.

“Hicimos un diagnóstico porque nos pidieron antecedentes de que la comunidad tenía necesidades de este tipo y fue cuando comprobamos que la violencia estaba presente, hablamos de que el 65 por ciento de las mujeres reconocieron vivir violencia y fue la primera vez que escuchamos el término de feminicidio. Salieron los primeros casos, pero no fueron catalogados así, fueron muertes pasionales, muertes por venganza, el resultado fue un homicidio, no como la máxima expresión de odio hacia las mujeres”, resaltó.

Su sorpresa fue que ganaron la convocatoria y desde el 2013 comenzaron operaciones bajo el nombre de Casa de la Mujer Indígena “Yoltika”. Inclusive, pudieron edificar un espacio ubicado en el centro de Tlaola para recibir a beneficiarias y brindarles apoyo psicológico, jurídico y hasta emocional. Todo totalmente gratuito.

Rubí compartió que les dio mucho orgullo ganar la convocatoria, pero también miedo, ya que era un gran reto frente a su comunidad indígena, la cual, hasta el día de hoy, se rige por muchos usos y costumbres. Esta mujer ha sido víctima de violencia comunitaria debido a que, por su trabajo, hubo un tiempo que recibió mensajes de odio a través de redes sociales y por un momento pensó en “tirar la toalla”.

“Las mujeres no sabían que vivían violencia y había un estigma muy grande en cuanto a su sexualidad; eran temas que no se abordaban en las comunidades y no fuimos bien vistas desde el principio. Las mujeres que rompemos paradigmas y esta figura de lo que es una mujer tradicional no es bien visto aquí, pero seguimos capacitándonos para darles calidad y calidez”, agregó.

En el 2023 cumplieron 10 años de creación, pero no ha sido nada fácil, ya que en el 2020 el gobierno federal anunció un recorte de más del 50 por ciento a la Red Nacional de Casas de la Mujer Indígena (Cami), y aunque la sociedad ha crecido y está más informada, siguen calificando a las integrantes como “alborotadoras”.

Las mujeres de Tlaola y municipios cercanos se las siguen arreglando para ir a los talleres, aunque no tengan permiso de sus parejas. Los primeros años eran muy pocas participantes, pero hoy en día llenan los cupos. Esto ha generado que otras fundaciones las respalden y lleven hasta Tlaola varios servicios. Por ejemplo, paquetes ginecológicos a bajos costos que no superan los 70 pesos.

“Nos da mucha alegría cuando nos dicen: ¿cuándo van a venir o cuándo hablaremos de cierto tema?, eso quiere decir que poco a poquito hemos permeado en las comunidades y hoy en día más mujeres saben de sus derechos e identifican esas violencias que se habían normalizado”, externó.

Las mujeres de Tlaola y municipios cercanos se las siguen arreglando para ir a los talleres, aunque no tengan permiso de sus parejas. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

En la actualidad la Casa beneficia directamente a 800 mujeres y niñas e indirectamente a otras mil, quienes reciben pláticas y asesorías para tener una mejor calidad de vida.

¿Cómo es la ruta de atención que ofrecen en la Casa?

La Casa tiene varias áreas, pero una de las principales es la que atiende a las mujeres que son víctima de algún tipo de violencia. La ruta de atención consiste en escucharlas, darles asesoría, acompañamiento en las diferentes estancias de impartición de justicia (en caso de que quieran denunciar), en los servicios de salud o donde corresponda el caso.

También, darle seguimiento, brindar capacitación a los familiares de la víctima (si ellos acceden) para construir un plan de vida, invitación a tomar talleres de derechos, prevención de la violencia y plan de vida de las mujeres para comenzar un proceso de empoderamiento y concluyen con el exhorto para los procesos de sanar la violencia en su vida.

Para lograr esto hay un equipo en el que se encuentra Bertha Escobedo, coordinadora del Área Especializada; Iris Shaday Castro, pasante en psicología, y las promotoras Yari Sebastián y Florinda de la Cruz.

“Siempre tratamos de que este sea un espacio 100 por ciento seguro para ellas, no las presionamos. Hasta que ellas se sienten cómodas y seguras es cuando cuentan su historia y dan más información. Entendemos sus contextos, muchas de ellas no pueden venir por temas económicos, por miedo. Siempre estamos informándonos y ellas están frente a personas capacitadas en el tema”, compartieron.

Del 100 por ciento de las mujeres que atendieron en el año 2023, el 95 por ciento fueron por violencia familiar. No obstante, las mujeres de Tlaola no saben que están viviendo este tipo de violencia hasta después de que acuden a los talleres o de que platican con las especialistas.

“Nos dicen: ‘es que mi marido me tomó a la fuerza’, y les preguntamos ‘qué es tomarte a la fuerza’ y ellas van explicando que fue tener relaciones sexuales de manera obligada, pero al ser su esposo, creen que no es un delito. Hay mujeres que nos dicen que las obligaron a ingerir bebidas alcohólicas y luego tuvieron relaciones, así que les explicamos que eso no está bien y que hay posibilidad de denunciar”, comentaron.

La Casa cuenta con dos traductoras de náhuatl, que pueden estar presentes (si la víctima lo decide) al dialogar con la psicóloga o brindan acompañamiento al denunciar, ya que en los ministerios públicos no cuentan con intérpretes. Para “Yoltika”, el proceso para que una mujer decida denunciar es muy complicado y cuando por fin toma la decisión se enfrenta a un reto más grande, ya que en las instituciones públicas sufren discriminación, revictimización y racismo.

“La falta de acceso de las mujeres indígenas a la justicia se debe a diversas causas fundamentales, como la discriminación múltiple, la violencia estructural y la pobreza. Estas mujeres se encuentran en una situación desproporcionada en el sistema de justicia penal, y muchas veces por ello deciden abandonar su denuncia”, lamentaron.

La Casa cuenta con dos traductoras de náhuatl. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Si bien las mujeres ya se están capacitando para saber de sus derechos y ejercerlos, para las integrantes de esta Casa es fundamental que las autoridades también lo hagan, ya que revictimizan y no aplican la perspectiva de género en los casos.

Las cuatro mujeres de esta área especializada no están exentas de los señalamientos del pueblo por su activismo, pues hay rumores de que “son brujas” y que cuando construyeron la casa edificaron un sótano para encerrar a los hombres que maltrataban a las mujeres. También “argüenderas”, debido a que las mujeres cambian sus actitudes porque ya conocen sus derechos y los hombres se molestan al ver el empoderamiento.

“Vienen de hombres machistas y violentos. Por trabajar estos temas en la comunidad no siempre somos bien vistas y una que otra vez nos da miedo, porque nos ubican, saben dónde vivimos y nos dicen de todo (…) una situación que se vivió es que empezaron a correr a los tortilleros, porque sus esposas ya no querían hacerle tortillas a mano, entonces cualquier cambio que ven en sus esposas y no les gusta, nos culpan a nosotras”, revelaron.

Las niñas tienen muchos sueños, pero el machismo las frena

Otra extensión que conforma la Casa es la que tiene que ver con el trabajo de campo, que es el área comunitaria. Las mujeres acuden a las comunidades alejadas para dar talleres a las niñas, niños, mujeres jóvenes y mujeres adultas indígenas. Los temas que abordan son: nuestros derechos, derechos sexuales, sueños y aspiraciones, nuevas masculinidades.

Itatí Luna Cruz es la coordinadora comunitaria y Juana Domínguez es la promotora, ellas han identificado que las niñas indígenas tienen muchos anhelos, sueñan en convertirse en médicas, astronautas, políticas, pero por las creencias de que las mujeres deben de quedarse en labores domésticas y por el machismo, sus aspiraciones se ven derrumbadas.

“Nosotras vamos a decirles que esos sueños se pueden cumplir, les contamos historias de mujeres indígenas que lograron hacer muchas cosas (…) hay sueños muy bonitos y ya es más frecuente que las niñas entiendan que todos deben de cooperar en las tareas de las casas, incluyendo a sus hermanos hombres, y que no es una tarea exclusiva de ellas”, indicaron.

En los talleres han identificado menores de edad que han sufrido abuso sexual y esto lo pudieron observar a través de los dibujos que hacen. Cuando reconocen este tipo de agresiones deben de ser cuidadosas y marcar un plan previo para ayudar a la niña, ya que ellas no son autoridades y previamente debe de haber una denuncia.

Otro punto que han identificado es la exclusión en las oportunidades laborales. Este problema se encuentra estrechamente vinculado a la discriminación de género, y afecta especialmente a niñas y mujeres indígenas. Esta realidad socava sus derechos y limita sus oportunidades.

Ante este contexto y con la meta de lograr un desarrollo sostenible, la Casa permite que jóvenes indígenas de Tlaola hagan sus prácticas profesionales o que ingresen, se capaciten y se vuelvan promotoras. Tal es el caso de Flora Sánchez Galindo y Liliana Morgado Crisanto, dos chicas que no sabían de la autonomía de las mujeres, la participación en la vida pública y de las políticas de género, pero hoy en día trabajan para crear una sociedad más inclusiva.

“Pasábamos por aquí, veíamos la Casa, pero nunca creímos que íbamos a trabajar en este lugar. Muchas mujeres de la comunidad tienen sueños de trabajar en algo grande, pero la discriminación y violencia basadas en el género llevan a que los padres, por temor a que sus hijas sufran agresiones, opten por retirarlas de la escuela o simplemente no las dejan. Fuimos afortunadas”, expresaron.

Registraron 10 casos de trata de personas con fines de explotación laboral

Además de las problemáticas anteriores, en la Casa identificaron 10 casos en donde las mujeres adultas fueron víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral, es decir, que a través de engaños fueron llevadas a casas particulares para hacer trabajos del hogar con muy bajos salarios. Sin embargo, no quisieron denunciar.

Para la directora de la Casa, las mujeres y niñas enfrentan una mayor susceptibilidad a la trata con fines de explotación laboral. Entre estos factores se incluyen el limitado acceso a la educación, pobreza, falta de oportunidades y la existencia de normas desiguales, roles y expectativas de género que perpetúan la normalización de la violencia.

“En el tema de trata de personas con fines de explotación laboral llevamos 10 casos durante los 10 años de existencia de la casa. No se denunciaron, sólo se hicieron visibles y también algo que hemos visto que es muy común, es que viene gente de otros estados a llevarse a personas, pegan carteles, ofrecen muchas prestaciones, pero cuando llegan allá, están en pésimas condiciones y regresan sin nada. Pero volvemos a la cultura machista, ya que, si esto le llega a pasar a un hombre, no lo cuenta por pena y porque la sociedad les ha impuesto que ellos deben de triunfar y no viven violencia”, subrayó.

En caso de sufrir cualquier tipo de violencia, pueden comunicarse con estas mujeres indígenas que realizan acciones de información, difusión, sensibilización, formación y vinculación institucional para la prevención y atención de la violencia de género. El número es: 764 764 7141.

¿Cómo obtienen recursos?

Como se mencionó anteriormente, esta Casa se creó a partir de recursos federales destinados por el Programa de Derechos Indígenas. (Trámite INPI-00-007-A). Son 35 en todo el país y su última reunión nacional fue el 5 de agosto de 2023, en donde las Casas de la Mujer Indígena y Afromexicana (CAMIAS) se reunieron con el coordinador de Derechos Indígenas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), Hugo Aguilar Ortiz.

Hermenegilda Nixcugtla Miguel es la encargada del área administrativa de la Casa en Tlaola y explicó que ella se dedica a gestionar recursos. Hasta la fecha elaboran proyectos anuales para poder operar de marzo a diciembre, ya que los primeros meses del año no tienen recursos y deben de organizarse para trabajar sin dinero durante ese periodo.

Esta Casa se creó a partir de recursos federales destinados por el Programa de Derechos Indígenas. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

“Estos meses estamos sólo como voluntarias y de marzo a diciembre tenemos recursos de nuestro plan operativo. Lo planeamos de acuerdo a nuestras actividades y lo principal es llevar un orden muy puntual para que alcance el recurso que nos facilita el gobierno federal. Ellos autorizan el dinero de cada año y nosotras debemos de comprobar todo”, indicó.

Aceptó que, en muchos años, el recurso es insuficiente para atender a todas las mujeres que llegan y por ello han buscado alianzas con otras fundaciones, para que ellos, de forma gratuita, brinden otros servicios: “No podemos decirles que no tenemos dinero; entonces tenemos que buscar solución y darle el acompañamiento a nuestro alcance y cumplir con la función por la que nacimos”.

El año pasado participaron en una convocatoria internacional para poder recibir más recursos, pero hasta el momento no les han dado los resultados. Al preguntarle si pueden recibir donaciones, respondió que no, ya que no están dadas de alta en ese proceso, sólo pueden inscribirse a proyectos.

Quien se interese en conocer el trabajo de la Casa de la Mujer Indígena Yoltika A.C, puede encontrarlas en la calle Corregidora, en el centro de Tlaola. Fue una coincidencia que la Casa se edificara en esta calle, “La Corregidora”, pues hace referencia a Josefa Ortiz de Domínguez, una de las mujeres fuertes de la historia de México.

La labor de este grupo refleja que en los municipios de Puebla existen mujeres valientes, que quieren que se cumplan los derechos que tienen todas las indígenas y campesinas. Son el reflejo de historias de resistencia, de resiliencia y que han luchado con el fin de defender sus ideales.

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