“No sabemos si era católico... o si tenía alguna preferencia política, pero algo queda claro para nosotros: el agua bendita de cada año ayuda a no dejar de ser ejidatarios, a conservar nuestras tierras; pero sobre todo Emiliano quedó convertido, desde su llegada, en la razón para ser hijos del campo”, razonó en voz alta Carmelo, el viejo trabajador del campo oriundo de la colonia Revolución.
Es 10 de abril y es un siglo de distancia del asesinato del caudillo, y también es hora de recordar la figura de quien ofrece justificación y sustento a los miembros del todavía ejido más grande de este municipio. Y el ritual es a su manera.
EL AGUA
Son las 9:15 de la mañana y en los alrededores del pequeño parque de la colonia Revolución existe mucho movimiento. Niños y maestros de primaria, algunos colados padres de familia, ejidatarios y hasta un corto puñado de militantes de Morena hacen un remolino en torno al busto más venerado de Zapata.
Los cohetones, el repicar de las campanas, la música de banda y tambora, así como el olor a mixiotes rojos de cerdo y vaca anuncian fiesta y resignación.
“Fiesta porque celebramos nuestro orgullo campesino en un mundo y en un municipio voraz y cazador de nuestras tierras; y resignación porque a un siglo de su muerte, su propósito está como esa figura: enterrado”, asumió Fidel, otro arador de los surcos.
Antes del evento cívico anual delante de la figura dorada de Zapata, es fundamental cumplir con el ritual: bajar el cuadro del caudillo del sur, que mide un metro de altura, de la oficina principal del comisariado para llevarla a “escuchar misa y recibir la bendición del sacerdote”.
La fotografía en sepia es la de un Zapata de pie, imponente, radiante, de mirada seca y fría. “Fue un regalo a nuestra gente del bisnieto de Emiliano. Un obsequio como ninguno. De hecho, existen pocos retratos basados en una fotografía original como este”, cuentan. Y terminan cuidándolo como a sus tierras.
Antes de misa, como ocurre con el protocolo católico de los niños de la primera comunión, o de las novias, debe esperar afuera de la iglesia, frente a la entrada principal, hasta la llegada del sacerdote.
“Vamos a iniciar la eucaristía por este personaje. Y por ustedes, sus fieles seguidores, con el objetivo de mantener al campo en mejores condiciones”, soltó un parco sacerdote.
El resto es historia: la marcha hacia el busto, la tambora, los discursos, los anhelos, las flores y los sueños de un mejor campesinado… aunque así lleven un siglo, cumplidos este martes.