Andrea de Jesús Martínez, de familia de artesanos y originaria de la comunidad indígena de San Miguel Cosahuatla, del municipio de Huatlatlauca, cursa el primer semestre de criminología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y para conseguir recursos para financiar sus estudios, en redes sociales puso a la venta bolsos de plástico y rafia, que ella misma elabora.
La joven de 18 años de edad y la más pequeña de los cinco hermanos, comentó en entrevista para El Sol de Puebla, que sus padres y ella son artesanos con lo cual han logrado salir adelante.
“Desde que iba a la primaria recuerdo que me enseñaron a tejer, pero a mí me costaba maniobrar el carrizo para hacer el chiquigüite, y sólo tejía los bolsos de plástico y rafia, lo cual continúo haciendo hasta la fecha”, contó.
San Miguel Cosahuatla es una localidad con menos de 400 habitantes, la mayoría aún habla el náhuatl y su principal actividad económica es la venta de artesanías como el chiquigüite de carrizo, y distintos productos tejidos de plástico y rafia, entre tortilleros, bolsos y petates.
Actualmente el plástico está sustituyendo a los productos naturales, como la palma y el carrizo, esto debido a la demanda de los clientes, además de que hay mayor facilidad para adquirir el material para tejer, aunque éste sea más caro y les resulte menor ganancia.
Al igual que la familia de Andrea de Jesús, los vecinos de esta comunidad, acuden al tianguis de la cabecera municipal, a realizar sus compras, donde también venden sus artesanías a los acaparadores, pues salir a comercializar a otros municipios les restaría ganancias.
De acuerdo con Andrea de Jesús, la ganancia en la venta por cada bolso es de aproximadamente 50 pesos y durante todo el día llega a realizar hasta tres piezas.
Aunque las clases iniciaron en línea y continúa en su comunidad, por las tardes se conecta a sus clases y por la mañana hace sus tareas, por lo que tiene poco tiempo para tejer.
“Ya es muy poco lo que tejo porque le dedico más tiempo a mis estudios, aunque estando en casa aún ayudo en ratos a mis padres, sobre todo cuando tienen algún pedido”, contó.
Los padres de la joven universitaria, de 72 y 78 años, son quienes se dedican al cien por ciento a la elaboración de las artesanías para mantenerse y apoyar a su hija para que continúe sus estudios.
EL OBJETIVO, AYUDAR A SU PADRES
Andrea de Jesús explicó que en la región hay muy pocas oportunidades para estudiar alguna licenciatura o carrera de nivel superior y para quienes no tienen los recursos suficientes es casi imposible.
“Desde que estaba en el bachiller, las opciones que tenía más cercanas o a mi alcance, sólo era estudiar en la universidad del Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES), ubicada en la cabecera municipal, irme al Tecnológico de Tepexi o Tecamachalco, pero ninguna con la carrera que yo quería”, comentó.
Y es que dijo que ya se había interesado por criminología, por ello sus familiares la motivaron a presentar el examen en la BUAP, y le dijeron que si no pasaba retomaría las primeras opciones, pero afortunadamente logró ser aceptada en la máxima casa de estudios.
En la entrevista, declaró que su mayor ilusión es terminar la carrera para poder aplicar sus conocimientos en su región, debido a que ha sabido de muchos casos de extrema violencia.
Recordó uno de los casos que más le impacto, fue cuando supo de la amenaza a un taxista que conocía, por parte de otros taxistas de un municipio vecino con los que había rivalidad, y tiempo después fue encontrado, embolsado y con un mensaje de advertencia.
“Poder aplicar mis conocimientos en la región y también ayudar a mis padres, es el reto que me he propuesto”, finalizó.
La joven dijo sentirse orgullosa, de haber aprendido a hacer artesanías hablar el náhuatl y de ser de una comunidad indígena.