/ martes 1 de agosto de 2017

Earl, el rostro de la muerte en la Sierra Norte de Puebla

HUAUCHINANGO, Pue.- A los pobladores de la Sierra Norte lesparece que apenas han pasado horas desde aquél funesto 6 de agostoen el que, durante la noche, corrían sobresaltados a los segundospisos de las casas o a los cerros que se mantuvieron intactos trasla vorágine de “Earl”. Quienes perdieron familiares en aquellaocasión, no se han repuesto, mientras que parientes de cincopersonas tuvieron que resignarse a no darles el último adiós,pues a un año, sus cuerpos siguen desaparecidos.

Ha pasado casi un año desde que los remanentes de la tormentatropical “Earl” se llevaron con sus brazos a 42 niños yadultos.

En su momento, el gobierno del estado entregó comoindemnización 90 mil pesos por cada víctima mortal, sin embargo,el dinero que recibieron los familiares no alcanzó para llenar elvacío que dejaron los que se fueron, ni para quitar ese miedo quesienten cada vez que llueve a cántaros.

Las juntas auxiliares de Xaltepec, en Huauchinango, y deChicahuaxtla, en Tlaola, fueron las más afectadas por las lluviasdel año pasado. Los pobladores enfrentaron pérdida de familiaresy daños materiales pero, pese al temor, continúan en supueblo.

En esos dos municipios, el Servicio Meteorológico Nacional(SMN) pronostica tormentas y aguaceros, durante esta semana y almenos hasta el próximo 6 de agosto.


LA MUERTE “TOCÓ” A LAPUERTA


Luis Fernando Orozco es un joven de 20 años de edad que quedóviudo hace un año, cuando el agua que arrasó con ramas, piedras yviviendas, pasó por la calle Independencia, donde tiene sudomicilio en Xaltepec.

Él perdió a su pareja y a un bebé de poco más de un mes.

En la propiedad en la que habita fueron devastadas treshabitaciones, donde además, murieron sus hermanos menores, de 9 y1.5 años. La fuerza de la corriente o la debilidad de lasconstrucciones aceleraron las muertes, dice.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2016/11/DAMINIFICADOS-EARL-XALTEPEC.jpg

Habitualmente, a un costado del terreno donde vive, se forma unriachuelo cada vez que llueve con fuerza. No se ha hecho nada paraarreglar la situación, por lo que teme que, con una fuerteprecipitación, pueda ocurrir algo similar a lo que pasó con“Earl”. “Nuncaantes había crecido tanto el agua. No sabíamos que la zona dondeestamos es de riesgo; nunca nos dijeron nada hasta que pasó lo dehace un año”, relata. Agrega que su familia no fue invitada auna reubicación en otra parte del municipio de Huauchinango, ymucho menos cuentan con un predio para hacerla posible por sucuenta. Dice que tras la desgracia del 6 deagosto, una semana se repartieron despensas a los damnificados perodespués, la mayoría de ellos fueron olvidados. Como en el caso desu familia, algunos consiguieron apoyo del programa “Un cuartomás” con la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial yUrbano (Sedatu), para evitar el hacinamiento, o construyeron conmadera otras habitaciones.

A un año de perder a su familia, confiesa que le será difícilrehacer su vida luego de que vio morir a la que ya tenía.


RIESGOLATENTE


“Siento que cayóalgo del cielo, además del agua. Me acuerdo que estábamosterminando una fiesta y todos oímos que algo tronó y hastatembló. Nos subimos a una casa de dos pisos pero parecía que seiba a caer y mejor nos fuimos al cerro; con trabajitos, yo mecargué a mi hijo con un chal y me subí”, recuerda una de lasafectadas de Xaltepec, Lorenza ReyesJiménez. Ella y sus familiares festejabanla presentación de su hijo en el templo. Todos corrieron adiferentes rumbos cuando escucharon el desgajamiento del cerro;incluso, durante algunas horas la señora no supo de su esposo perodespués lo encontró.

Uno de sus sobrinos falleció hace unos meses. La entrevistadaasume que el infarto que tuvo fue consecuencia de problemas y delsusto que se vivió el año pasado. “Yo siento que solo se vinierona burlar de nosotros. A algunos les dieron casa pero yo digo que yano es cierto que nos den a todos”, agrega cuando es cuestionadaacerca de una posible reubicación.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/08/Earl-a-un-año-03.jpg

Aunque su esposo ha construido una casa de madera en la partetrasera de donde se encontraba su vivienda anteriormente, laseñora Lorenza sabe que siempre hay riesgo de que otra vez ocurraun desastre natural, pues la zona en la que vive se encuentra entrecerros que podrían desgarrarse con el exceso de agua.

Dice que su gente estaría dispuesta a migrar a otra comunidadpese a los 17 años que han vivido en el mismo sitio, pero ningunaautoridad les ha ofrecido mudarse a otra junta auxiliar o a otromunicipio, de manera permanente.

“La verdad siempre tengo miedo pero no le digo a mis hijosporque uno de ellos ya se estaba enfermando”, describe la mujer,quien habita su nuevo hogar con drenaje inservible, pues elanterior colapsó el año pasado y no ha habido reparaciones.


SEPULTADOS POR UN ALUD DETIERRA


Uno de los casos más emblemáticos de las pérdidas queocasionó “Earl” fue el de una familia en Xaltepec que perdióa ocho de sus integrantes en cuestión de minutos.

Siete niños y una mujer fueron sepultados por un alud detierra. Todos se refugiaron en un segundo piso con la creencia deque no iba a vencerse, pero la corriente tuvo fuerza suficientepara arrastrarlos con ella. “Toda la familia quedó atrapaday logramos sacar a varios pero no todos aguantaron”, relata eltío de los menores fallecidos. Por cadamuerto, el gobierno estatal entregó a los deudos 90 mil pesos y elataúd, aunque el apoyo resultó poco, comparado con las pérdidasy la desesperación vivida al no poderlos desenterrar del lodomezclado con maderas, muebles, piedras y enseres.

El padre de dos víctimas reclama que pese a que transcurrió unaño, las autoridades auxiliares han ignorado la petición de losdeudos para construir un mejor panteón y colocar las lápidasadecuadas para los difuntos. Incluso, es incierto que puedanhacerles un homenaje el próximo 6 de agosto.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2016/08/xaltepec2.jpg

El hombre perdió a dos hijos, uno de 7 años y otro de 2. Élintentó sacarlos con vida de los escombros, con apoyo de lapoblación, pero fue en vano. La hija que le sobrevive, él y suesposa sienten intranquilidad cada vez que la lluvia rebasa losestándares habituales, pero están resignados a arriesgarse, sobretodo porque no les ofrecieron mudarse a otro municipio.

A la distancia, la familia no se recupera de la pérdida de susseres queridos.

“Nosotros vivimos aquí desde chamacos y nunca había pasadonada igual. En 1999 llovió más que esta vez y no pasó nada deeso, ni los cerros sintieron nada; teníamos confianza, lo quepasó fue inesperado”, añade otro de los tíos.


MIGRANTE PIERDE SU CASAANTES DE HABITARLA


El hermano de Isabel Galloso Domínguez fue migrante durante 17años y con el dinero que logró ahorrar construyó una vivienda enla calle Adolfo Ruiz Cortines, de la junta auxiliar de Xaltepec. Elpredio es conexo a una barranca, por donde desembocó el agua eldía de la tragedia.

Hace un año, a punto de ser habitada por el joven, la mitad dela casa fue arrasada por el deslave del río y quedóprácticamente inutilizable.

El afectado, de 33 años, se deprimió por la pérdida y dejóde comer por varios meses. En enero de este año se fue a la Ciudadde México para empezar una nueva vida, pues la situación lotenía perturbado.

“Nos daba mucho miedo porque nada más se levantaba, comía yse volvía a dormir, y otra vez lo mismo. Pasaban los días y lassemanas y así seguía. Mi mamá le decía: mejor vete aemborrachar y él decía que no tenía dinero ni paraemborracharse”, relata la hermana.


LA VIDA SE TORNÓANGUSTIANTE


La señora Xenorina Ibarra Luna es oriunda de la junta auxiliarde Chicahuaxtla, en el municipio de Tlaola. Recuerda que hace unaño, la vida se tornó angustiante, aunque esa zozobra no acabóel 6 de agosto. “Sentí que la ventana ya se quería aventar. Nomás le dijea mi hija: vámonos pa´ arriba (segundo piso de una casa). Hastanos lastimamos; el río estaba duro”, señala en entrevista. Elinmueble resistió y ellas viven paracontarlo. Los edificios escolares y losjardines del pueblo —describe— eran bonitos pero no se pudohacer nada para salvarlos de la debacle ocurrida.

Cuenta que en esa ocasión, los habitantes perdieron al médicode la comunidad y a otras personas. Todos conocían a las personasque fueron arrastradas por la corriente. Todos lamentan laspérdidas.

“Yo me acabé de enflacar; me espantó el agua. Yo estaba biengorda y ahora acabé de enflacar. Me asusté por mi hijo que se loestaba llevando el agua por defender nuestros puercos y unapotranca. Estuvo re feo”, relata al momento en que se recoge elcabello y observa con tristeza la escuela, el río, las casasabandonadas.

La señora comenta que tras el desastre natural, varioshabitantes tuvieron que irse “de arrimados” con familiares,amigos o vecinos, pues sus casas quedaron llenas de lodo en elmejor de los casos, o bien, destruidas debido a la fragilidad de lamadera con la que se construyeron.

Sus 63 años de edad los ha vivido en la misma junta auxiliar.Coincide con otros vecinos en que nunca se había visto unescenario como el de 2016, pero es complicado pensar en un nuevolugar para establecerse, toda vez que allí está todo lo que son:historia, recuerdos, propiedades, familia, aire puro, cerros yagua.

“Yo ya estoy recia, ya tengo 63. Aquí nací y no he ido porfuera”, dice la entrevistada, quien considera que su juntaauxiliar fue olvidada por el exterior, pero aun así, la vidacontinúa.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/08/Earl-a-un-año-01.jpg

HUAUCHINANGO, Pue.- A los pobladores de la Sierra Norte lesparece que apenas han pasado horas desde aquél funesto 6 de agostoen el que, durante la noche, corrían sobresaltados a los segundospisos de las casas o a los cerros que se mantuvieron intactos trasla vorágine de “Earl”. Quienes perdieron familiares en aquellaocasión, no se han repuesto, mientras que parientes de cincopersonas tuvieron que resignarse a no darles el último adiós,pues a un año, sus cuerpos siguen desaparecidos.

Ha pasado casi un año desde que los remanentes de la tormentatropical “Earl” se llevaron con sus brazos a 42 niños yadultos.

En su momento, el gobierno del estado entregó comoindemnización 90 mil pesos por cada víctima mortal, sin embargo,el dinero que recibieron los familiares no alcanzó para llenar elvacío que dejaron los que se fueron, ni para quitar ese miedo quesienten cada vez que llueve a cántaros.

Las juntas auxiliares de Xaltepec, en Huauchinango, y deChicahuaxtla, en Tlaola, fueron las más afectadas por las lluviasdel año pasado. Los pobladores enfrentaron pérdida de familiaresy daños materiales pero, pese al temor, continúan en supueblo.

En esos dos municipios, el Servicio Meteorológico Nacional(SMN) pronostica tormentas y aguaceros, durante esta semana y almenos hasta el próximo 6 de agosto.


LA MUERTE “TOCÓ” A LAPUERTA


Luis Fernando Orozco es un joven de 20 años de edad que quedóviudo hace un año, cuando el agua que arrasó con ramas, piedras yviviendas, pasó por la calle Independencia, donde tiene sudomicilio en Xaltepec.

Él perdió a su pareja y a un bebé de poco más de un mes.

En la propiedad en la que habita fueron devastadas treshabitaciones, donde además, murieron sus hermanos menores, de 9 y1.5 años. La fuerza de la corriente o la debilidad de lasconstrucciones aceleraron las muertes, dice.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2016/11/DAMINIFICADOS-EARL-XALTEPEC.jpg

Habitualmente, a un costado del terreno donde vive, se forma unriachuelo cada vez que llueve con fuerza. No se ha hecho nada paraarreglar la situación, por lo que teme que, con una fuerteprecipitación, pueda ocurrir algo similar a lo que pasó con“Earl”. “Nuncaantes había crecido tanto el agua. No sabíamos que la zona dondeestamos es de riesgo; nunca nos dijeron nada hasta que pasó lo dehace un año”, relata. Agrega que su familia no fue invitada auna reubicación en otra parte del municipio de Huauchinango, ymucho menos cuentan con un predio para hacerla posible por sucuenta. Dice que tras la desgracia del 6 deagosto, una semana se repartieron despensas a los damnificados perodespués, la mayoría de ellos fueron olvidados. Como en el caso desu familia, algunos consiguieron apoyo del programa “Un cuartomás” con la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial yUrbano (Sedatu), para evitar el hacinamiento, o construyeron conmadera otras habitaciones.

A un año de perder a su familia, confiesa que le será difícilrehacer su vida luego de que vio morir a la que ya tenía.


RIESGOLATENTE


“Siento que cayóalgo del cielo, además del agua. Me acuerdo que estábamosterminando una fiesta y todos oímos que algo tronó y hastatembló. Nos subimos a una casa de dos pisos pero parecía que seiba a caer y mejor nos fuimos al cerro; con trabajitos, yo mecargué a mi hijo con un chal y me subí”, recuerda una de lasafectadas de Xaltepec, Lorenza ReyesJiménez. Ella y sus familiares festejabanla presentación de su hijo en el templo. Todos corrieron adiferentes rumbos cuando escucharon el desgajamiento del cerro;incluso, durante algunas horas la señora no supo de su esposo perodespués lo encontró.

Uno de sus sobrinos falleció hace unos meses. La entrevistadaasume que el infarto que tuvo fue consecuencia de problemas y delsusto que se vivió el año pasado. “Yo siento que solo se vinierona burlar de nosotros. A algunos les dieron casa pero yo digo que yano es cierto que nos den a todos”, agrega cuando es cuestionadaacerca de una posible reubicación.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2017/08/Earl-a-un-año-03.jpg

Aunque su esposo ha construido una casa de madera en la partetrasera de donde se encontraba su vivienda anteriormente, laseñora Lorenza sabe que siempre hay riesgo de que otra vez ocurraun desastre natural, pues la zona en la que vive se encuentra entrecerros que podrían desgarrarse con el exceso de agua.

Dice que su gente estaría dispuesta a migrar a otra comunidadpese a los 17 años que han vivido en el mismo sitio, pero ningunaautoridad les ha ofrecido mudarse a otra junta auxiliar o a otromunicipio, de manera permanente.

“La verdad siempre tengo miedo pero no le digo a mis hijosporque uno de ellos ya se estaba enfermando”, describe la mujer,quien habita su nuevo hogar con drenaje inservible, pues elanterior colapsó el año pasado y no ha habido reparaciones.


SEPULTADOS POR UN ALUD DETIERRA


Uno de los casos más emblemáticos de las pérdidas queocasionó “Earl” fue el de una familia en Xaltepec que perdióa ocho de sus integrantes en cuestión de minutos.

Siete niños y una mujer fueron sepultados por un alud detierra. Todos se refugiaron en un segundo piso con la creencia deque no iba a vencerse, pero la corriente tuvo fuerza suficientepara arrastrarlos con ella. “Toda la familia quedó atrapaday logramos sacar a varios pero no todos aguantaron”, relata eltío de los menores fallecidos. Por cadamuerto, el gobierno estatal entregó a los deudos 90 mil pesos y elataúd, aunque el apoyo resultó poco, comparado con las pérdidasy la desesperación vivida al no poderlos desenterrar del lodomezclado con maderas, muebles, piedras y enseres.

El padre de dos víctimas reclama que pese a que transcurrió unaño, las autoridades auxiliares han ignorado la petición de losdeudos para construir un mejor panteón y colocar las lápidasadecuadas para los difuntos. Incluso, es incierto que puedanhacerles un homenaje el próximo 6 de agosto.

https://cdn.oem.com.mx/elsoldepuebla/2016/08/xaltepec2.jpg

El hombre perdió a dos hijos, uno de 7 años y otro de 2. Élintentó sacarlos con vida de los escombros, con apoyo de lapoblación, pero fue en vano. La hija que le sobrevive, él y suesposa sienten intranquilidad cada vez que la lluvia rebasa losestándares habituales, pero están resignados a arriesgarse, sobretodo porque no les ofrecieron mudarse a otro municipio.

A la distancia, la familia no se recupera de la pérdida de susseres queridos.

“Nosotros vivimos aquí desde chamacos y nunca había pasadonada igual. En 1999 llovió más que esta vez y no pasó nada deeso, ni los cerros sintieron nada; teníamos confianza, lo quepasó fue inesperado”, añade otro de los tíos.


MIGRANTE PIERDE SU CASAANTES DE HABITARLA


El hermano de Isabel Galloso Domínguez fue migrante durante 17años y con el dinero que logró ahorrar construyó una vivienda enla calle Adolfo Ruiz Cortines, de la junta auxiliar de Xaltepec. Elpredio es conexo a una barranca, por donde desembocó el agua eldía de la tragedia.

Hace un año, a punto de ser habitada por el joven, la mitad dela casa fue arrasada por el deslave del río y quedóprácticamente inutilizable.

El afectado, de 33 años, se deprimió por la pérdida y dejóde comer por varios meses. En enero de este año se fue a la Ciudadde México para empezar una nueva vida, pues la situación lotenía perturbado.

“Nos daba mucho miedo porque nada más se levantaba, comía yse volvía a dormir, y otra vez lo mismo. Pasaban los días y lassemanas y así seguía. Mi mamá le decía: mejor vete aemborrachar y él decía que no tenía dinero ni paraemborracharse”, relata la hermana.


LA VIDA SE TORNÓANGUSTIANTE


La señora Xenorina Ibarra Luna es oriunda de la junta auxiliarde Chicahuaxtla, en el municipio de Tlaola. Recuerda que hace unaño, la vida se tornó angustiante, aunque esa zozobra no acabóel 6 de agosto. “Sentí que la ventana ya se quería aventar. Nomás le dijea mi hija: vámonos pa´ arriba (segundo piso de una casa). Hastanos lastimamos; el río estaba duro”, señala en entrevista. Elinmueble resistió y ellas viven paracontarlo. Los edificios escolares y losjardines del pueblo —describe— eran bonitos pero no se pudohacer nada para salvarlos de la debacle ocurrida.

Cuenta que en esa ocasión, los habitantes perdieron al médicode la comunidad y a otras personas. Todos conocían a las personasque fueron arrastradas por la corriente. Todos lamentan laspérdidas.

“Yo me acabé de enflacar; me espantó el agua. Yo estaba biengorda y ahora acabé de enflacar. Me asusté por mi hijo que se loestaba llevando el agua por defender nuestros puercos y unapotranca. Estuvo re feo”, relata al momento en que se recoge elcabello y observa con tristeza la escuela, el río, las casasabandonadas.

La señora comenta que tras el desastre natural, varioshabitantes tuvieron que irse “de arrimados” con familiares,amigos o vecinos, pues sus casas quedaron llenas de lodo en elmejor de los casos, o bien, destruidas debido a la fragilidad de lamadera con la que se construyeron.

Sus 63 años de edad los ha vivido en la misma junta auxiliar.Coincide con otros vecinos en que nunca se había visto unescenario como el de 2016, pero es complicado pensar en un nuevolugar para establecerse, toda vez que allí está todo lo que son:historia, recuerdos, propiedades, familia, aire puro, cerros yagua.

“Yo ya estoy recia, ya tengo 63. Aquí nací y no he ido porfuera”, dice la entrevistada, quien considera que su juntaauxiliar fue olvidada por el exterior, pero aun así, la vidacontinúa.

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