El coronavirus se juntó con un problema que lleva en Huaquechula casi cuatro años, que es la construcción inconclusa de las casas por el sismo del 2017, esta situación ha hecho que las familias no puedan cumplir con la sana distancia durante esta contingencia sanitaria y existen casos en donde hay más de seis personas viviendo en un solo techo, cuando el inmueble está destinado para el uso de cuatro personas.
La Soledad Morelos es una comunidad ubicada en Huaquechula, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la comunidad tiene un rezago social medio, es decir, que todavía hay faltantes en educación, acceso a los servicios de salud, servicios básicos de calidad y espacios en la vivienda.
En un recorrido realizado por este medio, se pudo comprobar que siguen familias afectadas por el sismo del 19 de septiembre del 2017 y esta situación ha hecho que vivan la contingencia sanitaria en hacinamiento, en suma, escasea el trabajo y no cuentan con los recursos suficientes para adquirir productos de la canasta básica y productos de sanidad como cubrebocas, así como gel antibacterial.
Inés Lozada compartió que el día del sismo todas sus paredes se abrieron, y las autoridades le dijeron que tenían que derrumbar su casa ya que corría peligro al regresar a vivir ahí, pero le pidieron que no se preocupara, ya que le iban a entregar en coordinación con fundaciones una “nueva casita”, que iba a tener dos cuartos y un baño, mientras le daban un recurso para reconstruir su vivienda.
Aseguró que le faltó recurso para levantar su anterior casa, pero este dinero nunca llegó. Hoy en día viven siete personas en la casa que entregó el gobierno y algunas organizaciones meses después del sismo; en un cuarto duermen ella, su esposo y su hija, en el sillón duerme su otro hijo y el otro cuarto lo ocupa su tercer hijo, su esposa y su niña, todos comparten un solo baño y la mesa en donde comen, está a sólo dos pasos del único sillón que está en la sala. No temen vivir todos juntos durante la pandemia, pero le tienen más miedo a la falta de empleo, ya que todos son campesinos y durante estos últimos meses, no hay trabajo.
“Llevaba viviendo ahí toda mi vida, desde que nací, como 50 años hasta que se cayó por el temblor, todo se abrió y pues lo tumbaron, al principio no quería que la tiraran porque ahí me críe, pero nos llegó la orden y me dijeron que me iban a dar recurso para levantarla, pero eso no pasó y ahora estamos en esta casita”, compartió.
En la misma situación se encuentra Feliciana Rojas, quien aseguró que le faltaron 35 mil pesos para que pudiera levantar su vivienda luego del sismo, pero como le dieron una “de las casitas” que regalaron, no se quejó, ya que sólo necesitaba un espacio para su hijo y ella. No obstante, ante la situación de la contingencia, considera que necesita vivir en un lugar más amplio, ya que uno de los cuartos no tiene luz y cuando llueve se filtra mucho el agua, por lo que tiene que compartir una misma habitación con su niño de 14 años y es imposible guardar la sana distancia.
Estaba ahorrando para construir su nueva casa o bien, arreglar todos los desperfectos que registró su nueva casita, pero desde hace dos meses le dieron las gracias en su trabajo por la pandemia y no sabe si la vana a volver a contratar.
“Cuando llueve todo gotea y los dos dormimos en el mismo cuarto, una vez vino un arquitecto y me contestó que lo iba a venir a mirar, cosa que nunca sucedió (…) antes del sismo mi casa era de adobe, pero todo se cayó, era más amplia y teníamos nuestro propio espacio”, dijo.
A Guadalupe Flores también “le quedaron a deber” dinero para reconstruir su casa original y mientras esto ocurría, le regalaron una casa que cuenta con tres habitaciones, una la ocupan para cocina, un baño y una pequeña sala. No obstante, en su antigua casa solían vivir todos los integrantes de esta familia y hoy en día en este pequeño espacio tienen que ajustarse cinco adultos y cuatro menores de edad.
Antes en este espacio solían vivir todos los hijos de Guadalupe y su suegra, pero después del sismo sus hijos mayores optaron por buscar otro lugar y su suegra falleció por complicaciones de una operación. En un cuarto duermen ella, su esposo y su hijo y en la otra habitación descansa su cuñada y su esposo.
Aunque su hija y sus tres nietos ya se habían independizado, hace dos meses falleció su yerno en un accidente y tuvieron que regresarse a vivir otra vez en este lugar. Al ver que no había espacio suficiente, volvieron a ocupar un espacio que registró daños estructurales, en últimos días le han metido cemento y esperan que no se caiga. Las autoridades les mencionaron que era peligroso vivir ahí, pero no hay otra alternativa para “no estar todos encimados ahora con la enfermedad”.
La señora Juana Reyes también perdió su casa en el temblor y hoy en día vive con dos de sus hijos que ya están casados y tienen 3 y un hijo, respectivamente; esta vivienda en la que habitan, no fue parte de la donación por los afectados del 19-S. No obstante, desde que se anunció la contingencia sanitaria, ya no quiere darles molestias a sus familiares, pero como no le dieron todos los recursos que en su momento le prometieron, a su casa aún le falta el techo.
“Con el dinero que me dieron sólo pude levantar las paredes, pero no hay piso, baño y lo más importante techo, yo sólo pido que me apoyen para tapar mi casa del techo y que ya no vivamos todos amontonados, sólo eso. Quiero que nos acomodemos porque ahorita con lo del coronavirus no hay trabajo, no hay dinero y no tenemos como levantar esta casa”, comentó.
El caso de Rosalinda Rogelio es diferente, sus familiares con los que vivía perdieron su casa en el temblor y a ella no la han podido registrar en ningún programa que otorga el gobierno debido a que nunca ha tenido escrituras de una casa. Esta situación se le hace injusta debido a que varias personas de la comunidad, tienen hasta dos casas de este tipo y obtuvieron dinero para reconstruir, pero a ella le han tenido que prestar “cuartitos” para tener un techo en donde descansar.
Ella duerme en el mismo espacio con su mamá que es ciega, su esposo y su niña. No hay sala, ni comedor, comparten el mismo baño y aunque quisieran guardar la sana distancia, es imposible.
Todos los entrevistados piden ayuda para poder reconstruir sus casas o bien, apoyo de despensas para poder hacerle frente al Covid-19.