Tehuacán, Pue. – Desde hace 33 años, el festejo de la Revolución Mexicana en esta ciudad dejó de ser un día de celebración para convertirse en un momento de reflexión y tristeza. Cada año se recuerda una de las tragedias más impactantes en la historia local: en 1991, la máquina marcada con el número 9130 se descarriló a más de 180 kilómetros por hora en una de las zonas más transitadas de la ciudad, causando la muerte de decenas de personas.
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Un día como hoy, 20 de noviembre de 1992, el desfile deportivo y militar fue diferente. Los contingentes de estudiantes y dependencias gubernamentales desfilaron en silencio; no hubo música ni aplausos, solo el paso solemne de jóvenes portando un moño negro en el brazo, en honor a quienes perdieron la vida en el trágico suceso conocido como “el trenazo de Tehuacán”.
El estruendo ocasionado por los cientos de toneladas de acero sorprendió a gran parte de la ciudad. Una enorme columna de polvo era visible a kilómetros de distancia, mientras trabajadores y padres de familia que acudían a recoger a sus hijos en la zona escolar fueron testigos de la tragedia. Aunque nunca se proporcionó una cifra exacta de víctimas, se habló de más de 30 fallecidos.
Las autoridades locales informaron inicialmente que todo estaba bajo control, pero con el paso de las horas la magnitud del desastre se hizo evidente. El anfiteatro de la ciudad comenzó a llenarse; extremidades eran recogidas y se intentaba completar los cuerpos para entregarlos a los familiares. Esa misma noche, se anunció que el desfile del 20 de noviembre sería suspendido en Tehuacán.
Desde entonces, este hecho vive en la memoria de los tehuacaneros. Imágenes de la tragedia, hoy compartidas en redes sociales, muestran cómo la comunidad se unió para trabajar durante días en el retiro de los restos del tren, con la esperanza de encontrar sobrevivientes entre los escombros.
El pasado martes por la mañana, las autoridades municipales se reunieron en la Avenida Héroe de Nacozari y José Garci Crespo, lugar donde hace 33 años, a las 12:30 horas, el tren terminó fuera de las vías, esparciendo cientos de toneladas de sorgo y cemento. Los vagones quedaron dispersos por todos lados, aplastando vehículos y casas. En este trágico accidente, hombres, mujeres y niños perdieron la vida.
Un minuto de silencio y una ofrenda floral colocada en un pequeño monumento construido en el lugar formaron parte del homenaje. Han pasado 33 años desde el suceso, pero la tristeza sigue latente. Los familiares de las víctimas aún acuden a este lugar para recordar y lamentar la tragedia que marcó a Tehuacán para siempre.