Desde hace mínimo tres años, la montaña de basura acumulada en el relleno sanitario intermunicipal tiene la altura de un edificio de 10 pisos. De hecho, la cantidad de desechos enviada a ese lote rumbo al Popocatépetl está por llegar al “Penthouse” –la parte más alta- y con eso cerrar el “changarro”, aseguró de manera irónica Enrique Estrada Zecua, responsable de ese sitio.
Y esa saturación, agregó, mantiene a las autoridades locales en dos dilemas: por un lado, hacer más conciencia entre los atlixquenses para hacer una separación correcta, desde casa, de los costales o bolsas depositadas en los camiones recolectores los cuales circulan en todo el municipio.
Y es por una razón: el monte de 28 metros de alto de basura es un imperio compartido entre el plástico y uno de sus derivados más usados: el pet de las botellas. En esa membrana, dos de cada tres espacios son para ellos: “Sin las botellas, el edificio sería de apenas seis o máximo siete pisos”.
Y dos: el compactamiento de las cientos de toneladas depositadas diariamente debe ser, por la apretada situación, casi quirúrgico. “De esa manera ofrecemos un respiro al relleno y estiramiento a sus pulmones y seguir sobreviviendo”. Quizá ya no en terapia intensiva, aunque sí en la zona de urgencias.
TRAS LOMITA
El camino hacia el relleno es mitad carretera y mitad terracería. Adelante de la Junta Auxiliar de La Magdalena Axocopan y rumbo a San Pedro Benito Juárez, tras lomita, aparecen en un mismo plano dos montañas imponentes: el Popocatépetl y el basurero.
A diferencia de años anteriores, quizá unos seis, el olor penetrante a desechos no es altamente insoportable. “Es por el tipo de compactación”, reveló Estrada.
Otro de los mitos son las jaurías de perros salvajes en la zona. Abajo, maltrechos, hambrientos y hasta con roña, únicamente aparecen ocho de ellos. “Son radioactivos” porque toman los lixiviados, el sudor de la basura, como agua y sobreviven a pesar del cobalto. Allá arriba, en la cúspide del edificio de cosas olvidadas y tiradas por las familias, están los amos: una camada de 14 caninos sentados y espiando a los visitantes.
En el relleno trabajan, además del responsable, una decena de personas más. “Estar aquí no es un castigo laboral. Y el mito de pasar dos o tres días con vómitos, problemas gastrointestinales y enfermedades de ese tipo no existe. Te acostumbras”, dijo el entrevistado durante una visita a ese sitio empolvado por los vientos fuertes.
Cuestionado sobre las rarezas encontradas en la zona, rescató una serie de anécdotas: “últimamente llegaron personas a buscar su celular perdido entre la basura. Vienen y piden permiso para subir y hacen el intento en vano. Y otros de plano quedan desilusionados al descubrir la montaña”.
DE CUATRO
Cada hora llegan cuatro toneladas nuevas de basura al relleno. Es decir, un total de 115 cada día. De esa cifra 15 son de municipios cercanos como Tianguismanalco, Cohuecan y Ocoyucan y el resto, cien, son de Atlixco. La carga disminuyó porque sitios como Huaquechula y Tepeojuma mandan cargamentos a Izúcar de Matamoros.
Estrada explicó así las condiciones: “por norma, el límite de altura para poner un alto a este sitio es de 30 metros. Y ya estamos en los 28. Comparativamente es un edificio de 10 pisos en una membrana de cuatro hectáreas y media”, admitió. Sobre la duración de éste, indicó “gracias al tipo de compactación acomodan y comprimen la basura a fin de garantizar un año y medio más de servicio”.
Calculó finalmente: “desde la apertura del relleno, hace casi 15 años, ya recibió 900 mil toneladas de basura. Por ejemplo, 36 mil toneladas en 2019 y 38 mil toneladas en 2018”. Y para el 2020 la esperanza de tener menos es la educación de los atlixquenses y sus ganas de aprender a separar desechos, esto con la ayuda de un proceso adecuado de recolección, transportación y confinamiento de las autoridades locales.