/ viernes 2 de noviembre de 2018

Gastan hasta 80 mil para recibir a sus muertos en Huaquechula

Ánimas son guiadas por copal, incienso y cempasúchil

En este lugar donde sus tradiciones del Día de Muertos son patrimonio cultural de la humanidad los pobladores son contundentes: “para morirse.... una vez. Para recibirlos el primer año como marca la tradición ancestral el 1 de noviembre... una sola vez. Los 80 mil pesos gastados en tenerlos con nosotros de nuevo... Muchas veces, sí, muchas veces con trabajo es posible recuperarlos”.

Así es como Socorro Castro Chiquito justificó esa inversión reciente de la familia para cumplir con su esposo quien murió de un paro cardiaco en marzo pasado.

El de ellos es uno de los 32 altares colocados este año en los alrededores de la cabecera y los cuales desde 1997 alcanzan una categoría de excelencia, relevancia y admiración mundial.

Huaquechula, municipio ubicado a 45 kilómetros de la capital poblana, salió ya de “terapia intensiva” tras los daños colaterales del sismo del pasado 19 de septiembre.

Pero las ánimas, la energía y la presencia de quienes dejaron este mundo y regresan en esta época únicamente saben de llegar a casa guiados por el copal, el incienso, la línea de pétalos de cempasúchil y sobre todo por la cara de felicidad de quienes los reciben con los brazos y las puertas abiertas.

LA OFRENDA

Socorro Castro Chiquito describió la ofrenda levantada en un enorme cuarto comenzó a instalarse la semana pasada y la terminaron en tres días. “El altar está dedicado a mi esposo fallecido este año”.

Foto: Iván Venegas

En Huaquechula existen muchas personas dedicadas a construir altares. “Y con nosotros trabajó alguien de apellido Reyes. El costo para formarla fue de 4 mil pesos, y eso porque son amigos de la familia. En realidad cobran un poco más”, dijo. Y descubrimos la cifra: entre 15 y 20 mil pesos.

El pago por ese edificio blanco de tres pisos hecho de tela y madera no es lo único: “sumados los gastos de comida y todo son entre 75 y 80 mil pesos en total”.

Los responsables de construir las ofrendas en Huaquechula tienen hasta tres diferentes modelos. “De hecho únicamente piden todo el material y ya. Mi esposo hacía también ese tipo de trabajo basado en los dibujos de su abuelo. Es como un oficio heredado entre ciertas familias”, aceptó.

Los modelos de las ofrendas nuevas para cada casa están relacionados con el número de fallecidos en el transcurso del año. “Algunas son edificadas al centro para tener dos vistas o dos caras por la pérdida de igual número de personas. Aunque en ciertos casos es para ofrecer a los visitantes la oportunidad de dar vuelta. Pero es más cara económicamente y para surtir los niveles”.

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De hecho la diferencia entre hacer una ofrenda pegada a la pared y una separada es de entre 5 y 7 mil pesos más, confirmaron algunas de las familias responsables de instalar una.

COSTUMBRE

El recibir así a los muertos en Huaquechula es una costumbre para mantenerse, citó la mujer. “Nuestros antepasados mostraron y marcaron el camino: si alguien muere durante el año tendrá un altar nuevo. Una sola vez y ya. El resto de los años una ofrenda no muy espectacular”.

El 7 de marzo de este 2018 su esposo perdió la vida de un paro cardiaco en la Ciudad de México. Pero decidieron traerlo a su tierra: Huaquechula. “Gustaba de todo: mole, pipián, chile macho, chicharrón de barriga, hojaldras y desde luego una copa. Y todo eso está ahí”.

Los altares nuevos pueden develarse, como marca la tradición, el 1 de noviembre hasta las 2 de la tarde. “Es cuando las ánimas llegan. Pero la recomendación es hacerlo bajo el criterio de cada familia, sobre todo porque la gente comienza a llegar antes”.

La señal para darle la bienvenida a los muertos aquí son las campanas, pero el anterior y este año no hay por una razón: el sismo del pasado 19 de septiembre acabó con la mitad del majestuoso antiguo Convento franciscano.

Pero están los cuetones. “Y en el momento de sonar es tiempo de salir a encontrarlas con música, incienso, un padre nuestro y flores de cempasúchil”.

La ofrenda en primer lugar es para el muerto y los familiares, reconoció la entrevistada. “Y desde luego uno de los dones de Huaquechula es la capacidad de compartir con el resto de la gente este momento de alegría por tener en casa a los nuestros nuevamente”.

Ellos, los invitados, deben traer veladoras, ceras, flores o solidarizarse con algo de dinero. “Pero tampoco pasa nada en caso de llegar con las manos vacías”. El menú: mole, tamales, mixiotes con arroz y salsa y algunas cervezas calientes.

YA LLEGARON

Cuestionada si la familia percibe alguna vibra especial después de las 2 de la tarde del primero de noviembre, la mujer soltó un respiro profundo. Ojos mojados de lágrimas: “Es como una ilusión. Ciertamente no podré ver a mi esposo, pero voy a encontrarlo en un punto de mi mente y corazón para decirle bienvenido y ofrecemos esto en tu honor”.

-¿Cómo sabe ya está aquí después de las 2 de la tarde?

-Por la foto. Mis hijas y yo detectamos algo curioso: su foto en el altar. En esa misma imagen la semana pasada estaba enojado. Pero al llegar a Huaquechula y tras notarse la presencia de la familia sonrió. Igual y es una idea o ilusión mía. Pero eso cree toda la gente y puede reflejarse en una mejor armonía de los nuestros. Hay felicidad, pues.

La ofrenda tiene tres niveles. Digamos es la tradicional de una sola vista. El primero es para colocar el gusto gastronómico, el segundo, donde aparece el reflejo de la foto del fallecido, es el paso espiritual del limbo al tercer nivel considerado el cielo.

De fondo y apenas perceptible la voz de Javier Solís, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante. “Era su música favorita”, insistió. “El propósito aquí es seguir la tradición de manera pobre o de cualquier otra. Como podamos”, citó finalmente.

Mientras la melancólica voz de Javier Solís: “Yo soy un pecador... pero a ella... pero a ella... no la dejes sufrir"

En este lugar donde sus tradiciones del Día de Muertos son patrimonio cultural de la humanidad los pobladores son contundentes: “para morirse.... una vez. Para recibirlos el primer año como marca la tradición ancestral el 1 de noviembre... una sola vez. Los 80 mil pesos gastados en tenerlos con nosotros de nuevo... Muchas veces, sí, muchas veces con trabajo es posible recuperarlos”.

Así es como Socorro Castro Chiquito justificó esa inversión reciente de la familia para cumplir con su esposo quien murió de un paro cardiaco en marzo pasado.

El de ellos es uno de los 32 altares colocados este año en los alrededores de la cabecera y los cuales desde 1997 alcanzan una categoría de excelencia, relevancia y admiración mundial.

Huaquechula, municipio ubicado a 45 kilómetros de la capital poblana, salió ya de “terapia intensiva” tras los daños colaterales del sismo del pasado 19 de septiembre.

Pero las ánimas, la energía y la presencia de quienes dejaron este mundo y regresan en esta época únicamente saben de llegar a casa guiados por el copal, el incienso, la línea de pétalos de cempasúchil y sobre todo por la cara de felicidad de quienes los reciben con los brazos y las puertas abiertas.

LA OFRENDA

Socorro Castro Chiquito describió la ofrenda levantada en un enorme cuarto comenzó a instalarse la semana pasada y la terminaron en tres días. “El altar está dedicado a mi esposo fallecido este año”.

Foto: Iván Venegas

En Huaquechula existen muchas personas dedicadas a construir altares. “Y con nosotros trabajó alguien de apellido Reyes. El costo para formarla fue de 4 mil pesos, y eso porque son amigos de la familia. En realidad cobran un poco más”, dijo. Y descubrimos la cifra: entre 15 y 20 mil pesos.

El pago por ese edificio blanco de tres pisos hecho de tela y madera no es lo único: “sumados los gastos de comida y todo son entre 75 y 80 mil pesos en total”.

Los responsables de construir las ofrendas en Huaquechula tienen hasta tres diferentes modelos. “De hecho únicamente piden todo el material y ya. Mi esposo hacía también ese tipo de trabajo basado en los dibujos de su abuelo. Es como un oficio heredado entre ciertas familias”, aceptó.

Los modelos de las ofrendas nuevas para cada casa están relacionados con el número de fallecidos en el transcurso del año. “Algunas son edificadas al centro para tener dos vistas o dos caras por la pérdida de igual número de personas. Aunque en ciertos casos es para ofrecer a los visitantes la oportunidad de dar vuelta. Pero es más cara económicamente y para surtir los niveles”.

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COSTUMBRE

El recibir así a los muertos en Huaquechula es una costumbre para mantenerse, citó la mujer. “Nuestros antepasados mostraron y marcaron el camino: si alguien muere durante el año tendrá un altar nuevo. Una sola vez y ya. El resto de los años una ofrenda no muy espectacular”.

El 7 de marzo de este 2018 su esposo perdió la vida de un paro cardiaco en la Ciudad de México. Pero decidieron traerlo a su tierra: Huaquechula. “Gustaba de todo: mole, pipián, chile macho, chicharrón de barriga, hojaldras y desde luego una copa. Y todo eso está ahí”.

Los altares nuevos pueden develarse, como marca la tradición, el 1 de noviembre hasta las 2 de la tarde. “Es cuando las ánimas llegan. Pero la recomendación es hacerlo bajo el criterio de cada familia, sobre todo porque la gente comienza a llegar antes”.

La señal para darle la bienvenida a los muertos aquí son las campanas, pero el anterior y este año no hay por una razón: el sismo del pasado 19 de septiembre acabó con la mitad del majestuoso antiguo Convento franciscano.

Pero están los cuetones. “Y en el momento de sonar es tiempo de salir a encontrarlas con música, incienso, un padre nuestro y flores de cempasúchil”.

La ofrenda en primer lugar es para el muerto y los familiares, reconoció la entrevistada. “Y desde luego uno de los dones de Huaquechula es la capacidad de compartir con el resto de la gente este momento de alegría por tener en casa a los nuestros nuevamente”.

Ellos, los invitados, deben traer veladoras, ceras, flores o solidarizarse con algo de dinero. “Pero tampoco pasa nada en caso de llegar con las manos vacías”. El menú: mole, tamales, mixiotes con arroz y salsa y algunas cervezas calientes.

YA LLEGARON

Cuestionada si la familia percibe alguna vibra especial después de las 2 de la tarde del primero de noviembre, la mujer soltó un respiro profundo. Ojos mojados de lágrimas: “Es como una ilusión. Ciertamente no podré ver a mi esposo, pero voy a encontrarlo en un punto de mi mente y corazón para decirle bienvenido y ofrecemos esto en tu honor”.

-¿Cómo sabe ya está aquí después de las 2 de la tarde?

-Por la foto. Mis hijas y yo detectamos algo curioso: su foto en el altar. En esa misma imagen la semana pasada estaba enojado. Pero al llegar a Huaquechula y tras notarse la presencia de la familia sonrió. Igual y es una idea o ilusión mía. Pero eso cree toda la gente y puede reflejarse en una mejor armonía de los nuestros. Hay felicidad, pues.

La ofrenda tiene tres niveles. Digamos es la tradicional de una sola vista. El primero es para colocar el gusto gastronómico, el segundo, donde aparece el reflejo de la foto del fallecido, es el paso espiritual del limbo al tercer nivel considerado el cielo.

De fondo y apenas perceptible la voz de Javier Solís, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante. “Era su música favorita”, insistió. “El propósito aquí es seguir la tradición de manera pobre o de cualquier otra. Como podamos”, citó finalmente.

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