El municipio de Amozoc ha sido conocido a nivel nacional e internacional por la fabricación de las famosas espuelas de plata y sobre todo por ser una ciudad pionera en vestir al primer charro mexicano, pero también por leyendas famosas como del Rosario de Amozoc, pero esta no es la única leyenda que envuelve a este municipio metropolitano.
Para quien ha tenido el agrado de visitar la ciudad en varias esquinas de las calles céntricas se logran ver cruces de piedra que adornan con su antigüedad las viviendas, pero no son simples cruces, cada una esconde una historia y leyenda.
Una de las cruces que tiene una historia en particular se encuentra entre las calles 2 sur y 3 Oriente, cuya historia inicia tras la salida de la emperatriz Carlota de México.
En Amozoc siempre se ha hablado de los túneles que interconectan a diferentes capillas del municipio, uno de ellos se encuentra situado bajo la Capilla de Las Ánimas, hacienda consentida de Maximiliano en sus visitas a la región, y termina bajo el horno de una expanadería situada a unos metros del exconvento franciscano.
En ese túnel, mientras Carlota abandonaba el país para ir a Europa en busca de ayuda para Maximiliano, un carruaje transportaba un cargamento de joyas y tesoros pertenecientes a la emperatriz, el coche tomó el túnel con la finalidad de evitar a los ladrones y sobre todo los soldados mexicanos que vigilaban la zona.
Bajo el túnel, el carruaje perdió el control volcando y quedando atorado provocando un derrumbe a unos 300 metros de la salida. Del cochero y la carroza nada se volvió a saber.
Años después, cerca de las tres de la mañana, en la intersección de las calles donde yacía aquella desgracia, los vecinos comenzaron a escuchar el pasar de una carreta acompañada del paso del caballo a toda velocidad; el sonido se repetía una y otra vez que los pobladores se encontraban aterrorizados ya que por sus ventanas no se observaba nada. Una noche tres hombres se dispusieron a pararse en la calle ansiosos de escuchar el sonido y saber que era lo que sucedía. En la mañana siguiente los hombres fueron encontrados muertos.
Tras esa pérdida los vecinos se organizaron inmediatamente y pidieron que se realizara una misa, en el lugar para que pudieran las almas descansar en paz, y ahí mismo se colocó una cruz de piedra de cantera negra, con una inscripción en latín que protegía a todo el que pasara por esa calle.
Hoy en día aún se puede admirar ese monumento que adorna la intersección de dos calles principales del centro historio del municipio de Amozoc, el cual para muchos nativos pasa desapercibido como un adorno más.
La historia fue recopilada por César Aldaco, originario de Amozoc, en una gaceta publicada hace más de 10 años bajo el título “Los Cuentos del Viento del Sur”.