Todo un misterio y un sinfín de leyendas se cuentan de la Capilla del Diablo que se ubica a tan solo dos horas de la Capital Poblana, entre cerros y llanos de la comunidad de San Isidro Labrador, al este de la ciudad de Izúcar de Matamoros.
Se trata de una pequeña construcción del siglo XVlll, creada por un hacendado español identificado como Mateo Vicente Musitu, quien era un hombre religioso, a tal grado de ser partícipe del Santo Oficio y de haber creado su propio oratorio, lo que impresionó a los habitantes.
El misterio que envuelve a la capilla provoca que al ingresar se tenga una sensación de tensión, además de que el lugar es bastante frío a pesar de que la Mixteca poblana se caracteriza por ser de un clima caliente.
Raúl Martínez Vázquez, cronista de Izúcar de Matamoros, compartió a este periódico parte de la historia de dicho personaje, ya que también fue dueño de una de los ingenios azucareros más grandes de la región, fincas y terrenos, sin embargo, pobladores narran que su fortuna se debe a un pacto que hizo con el Diablo al interior de la mencionada capilla.
Narran los más longevos de la zona que este hombre era tan devoto al cristianismo, que todos los días acudía a su pequeña iglesia alejada de la población, aunque no se especificaba cuál eran los rituales, toda vez que el lugar no contaba con ninguna imagen, solo unas cuantas sillas.
También, afirman que Musitu podía estar en dos lugares a la vez; es decir, que algunos lo veían por la Hacienda de Raboso, mientras que otros se desconcertaban al verlo caminar solitariamente en otros lugares.
De acuerdo con Alfonso Gil Campos, coordinador regional de los cronistas, detalló que en la historia de México y de la batalla de la independencia sí existió un personaje llamado Mateo Vicente Musitu y Zalvide-Goitia, quien en compañía de su limitada tropa participó en la batalla en 1811, en el municipio de Chiautla de Tapia, en la revuelta de la guerra.
De ahí, el nombre aparece en las leyendas de los abuelos. También, se dice que Musitu habría perdido la vida en dicha batalla y a pesar de que se dijo tenía un pacto con el Diablo, éste no era sobre la naturaleza de sobrevivir, sino que se trataba de fortuna y riqueza.
Desde 1811, hasta la fecha, el lugar se encuentra en ruinas y abandonado, aunque un tiempo fue dedicado a San Miguel Arcángel, pero sin ritual al interior del inmueble. Días después, desaparecía la imagen o terminaba hecho polvo, sin ninguna explicación aparente.
Hoy en día, este lugar se ha convertido en un atractivo turístico, también recibe visita de investigadores paranormales, cronistas, historiadores y organizaciones que siguen analizando la vida del personaje.